Mi directorio ideal, por Richard Webb
Mi directorio ideal, por Richard Webb
Richard Webb

Antes de opinar sobre los nombramientos en el directorio del Banco Central de Reserva del Perú (BCR), haría falta una mejor comprensión de la labor de esa institución. 

Primero, el BCR es una institución con un alto nivel de organicidad. Más que otras instituciones públicas, su labor es esencialmente colectiva, con poco espacio para el protagonismo de uno u otro funcionario o director. Sus decisiones reflejan el trabajo de un equipo extraordinario, con alto nivel de formación académica y con largas décadas de experiencia en los temas que son de su responsabilidad. Las decisiones de política monetaria primero llegan al directorio como propuestas minuciosamente analizadas por el equipo técnico, y sustentadas en forma escrita pero también mediante la participación en los debates del directorio. En la práctica normal, las propuestas técnicas reciben largas horas de consideración por el directorio. Lo que abunda en la institución es el conocimiento técnico especializado en las materias monetarias y financieras. Lo que no abunda es la mirada, la intuición y la experiencia en esos aspectos de la vida económica y social de la nación que no son estrictamente de técnica monetaria. El directorio del BCR es una oportunidad para complementar en algún grado el criterio estrictamente técnico con el criterio más amplio de otras vidas y experiencias. 

Segundo, la necesidad de esa mirada más amplia ha aumentado debido al cuestionamiento que hoy sufre la técnica de la banca central, en particular en los países más desarrollados. Las verdades inmutables del manejo monetario de ayer, escritas en piedra y recibidas en el monte Sinaí, hoy yacen olvidadas en el suelo. Alan Greenspan, el banquero central más reputado de las últimas décadas, quien dirigió el banco central de Estados Unidos durante 18 años y cuya palabra era considerada infalible, es hoy criticado como el causante principal de la crisis recesiva del mundo. Greenspan se identificaba con los instrumentos tradicionales del control inflacionario, basados en el control de la expansión monetaria, pero en la práctica desarrolló un mayor énfasis en los instrumentos de la psicología, sobre todo el manejo de las expectativas. En el Perú, ese nuevo énfasis se plasmó en el sistema de las metas de inflación. Sin embargo, ese cambio instrumental ha implicado nuevas necesidades de conocimiento técnico o, simplemente, de sentido común. 

Tercero, pese a que las tareas asignadas a la banca central han sido diversas en la mayoría de los países –el control de la inflación, el logro del pleno empleo, la estabilidad financiera y la política cambiaria–, en el caso de la ley peruana se encuentran limitadas a solo una: el control de la inflación. Si bien esa limitación parecería simplificar su trabajo, en la práctica plantea retos políticos para el banco en la medida en que la población lo responsabilizará de fallas en cualquiera de esos temas. 

El directorio del BCR debe pensarse como una junta de médicos, cuyo aporte es justamente el de brindar conocimientos diversos. Los problemas del cuerpo humano transvasan de un órgano a otro, y lo mismo sucede con las responsabilidades e instrumentos del BCR. Un directorio ideal debería complementar los conocimientos más teóricos de los técnicos con los conocimientos más amplios que hoy exige cualquier manejo de la economía.