Perú depende de sí mismo para ir al Mundial. (Foto: AFP)
Perú depende de sí mismo para ir al Mundial. (Foto: AFP)
Rolando Arellano C.

En estos días la euforia por el fútbol ha hecho que todos los peruanos nos pongamos en el lugar de todos los jugadores del equipo nacional. Corremos, sufrimos y nos cansamos con ellos. Como sucede con los avatares, tan de moda en la cultura de hoy.

La palabra ‘avatar’ tiene dos grandes sentidos, el primero el de dificultad y problema, como cuando se habla de los avatares de la vida, para señalar que hay que sufrir un poco para lograr nuestros objetivos. El segundo viene de la mitología hindú, en la que los avatares son los representantes de los dioses en la tierra, seres humanos a través de los cuales actúan en el mundo físico. Por extensión, sobre todo a partir de los gigantes azules de la película “Avatar”, de James Cameron, se utiliza el nombre para los personajes con los que las personas actúan en el mundo virtual de las computadoras. Un avatar es esa figurita que manejamos a través del juego animado y con la que ganamos o perdemos los combates.

Todo esto para decir lo sorprendente que ha sido ver el jueves pasado, el día del partido del equipo nacional en la Bombonera de Boca Juniors, a todos los peruanos concentrados en el juego. Decenas de miles de personas en todo el Perú vestidos con la camiseta de la selección, chicas y muchachos con las caras pintadas como cuando van al estadio a alentar a su equipo, aunque este se encuentre a miles de kilómetros de aquí. Millones de mensajes con ‘memes’ referidos al partido, donde jugaban hasta Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres y el Señor de los Milagros, por un lado, y el Papa argentino por el otro. Treinta millones de peruanos en la Bombonera donde todos éramos Perú, como decía la publicidad de Cristal y de Gloria en la cancha. Todos dándoles consejos a Gareca, corriendo con el ‘Orejita’ Flores, sufriendo con las faltas al guerrero Guerrero, preocupados con la tarjeta amarilla a ‘Foquita’ Farfán e indignados con el arbitrario árbitro brasileño. Todos detrás de los 11 avatares que jugaban allí por nosotros. Impresionante.

Pero lo mejor es que, más allá del fútbol, este fenómeno demuestra que sí existe un inmenso sentimiento nacional del Perú. Un sentimiento que algunos críticos niegan, pero que –lo vemos ahora– está presente y es capaz de unirnos. Un sentimiento que, bien orientado, puede hacer que todos pensemos que el Perú es nuestro campo de juego, y que cada conciudadano, vecino, empresario, autoridad, es nuestro avatar. Un conciudadano que puede funcionar mucho mejor si nos ponemos en su lugar, apoyamos su desempeño y evitamos que, a pesar de los avatares de la vida, cometa errores. Como creo que está pasando con el apoyo que damos a nuestros 11 avatares del fútbol.