(Ilustración: Mónica González).
(Ilustración: Mónica González).
Mario Ghibellini

Una cena celebrada el martes en un restaurante de parrillas y a la que acudieron el presidente y un puñado de congresistas ‘ppkausas’ concitó esta semana el interés de la prensa. Y no porque se corriese la voz de que a la hora del postre iba a haber degustación de mermeladas, sino porque se suponía que, entre chimichurris y choncholíes, se iba a lograr un armisticio entre el Ejecutivo y aquel sector de la bancada presuntamente oficialista que se sentía ninguneado por el premier . Sobre todo Carlos Bruce y que, en tanto integrantes del último gabinete de , fueron objeto de pullas del actual presidente del Consejo de ministros horas antes de ser remplazados (el nuevo equipo ministerial, anunció ese día Villanueva, no se caracterizaría por “nombrecitos de gabinete de lujo” ni estaría “metido en los escritorios”).

Es por eso precisamente que ciertas declaraciones de la señora Araoz, ofrecidas a los medios menos de 48 horas después de la cena, sugieren que en ella no hubo solución y la bronca continúa.

—Hueso y morcilla—
Lo que Meche dijo el jueves específicamente en referencia al primer ministro fue: “El señor se pasaba y se saltaba las coordinaciones con nosotros, lo que significaba un desdén a la bancada”. Es decir, un poco más de lo mismo… Solo que más clarito y con posterioridad a la supuesta cita de distensión. Y como no hay que ser adivino para intuir que las palabras ‘atención’ y ‘poder’ encabezaban el menú solicitado por los congresistas para la ocasión, la frase de la vicepresidenta deja la sensación de que, si bien fue a la parrillada, no le tomaron el pedido.

La verdad, sin embargo, es que andar creyendo que podía ocurrir algo distinto era bastante ingenuo, porque el problema entre estos dos personajes tiene raíces muy profundas. A Meche, daría la impresión, le sucede con Villanueva lo mismo que le pasaba a Keiko con Kuczynski: resiente que ocupe un cargo que, a su entender, le pertenecía a ella por derecho propio. Y eso, como la líder fujimorista ha demostrado hasta el cansancio, no tiene arreglo.

La ausencia del premier de la cena era elocuente en ese sentido. Indicaba que, más que comida, allí habría comidilla. ¿Pero cómo pensaron los pedigüeños concurrentes al banquete que iba a reaccionar el presidente del Consejo de ministros frente a un cónclave en el que sabía que lo rajarían sin anestesia? ¿Llamándolos al día siguiente para recoger sus importantes opiniones sobre lo que se debe hacer con la ley de promoción del sector agrario?

Vamos: Villanueva escogió nítidamente el elenco de soporte para su futura gestión cuando, en el proceso de impulsar la segunda moción de vacancia a PPK, acudió al local de Fuerza Popular a la hora del aguadito para recabar las firmas que le faltaban para presentarla. Y Vizcarra simplemente se compró el pleito cuando decidió ponerlo al frente del gabinete a pesar de las tres veces que don César había negado que asumiría tal responsabilidad si el destino se la ponía en el camino.

Es cierto que ahora, a raíz de la ‘ley mordaza’, esa tácita entente parece haber entrado en crisis, pero ese un problema distinto. En lo que concierne a los parlamentarios que esta semana fueron a por lechón y ternera, todo indica que lo único que obtuvieron fueron los huesitos ya chupeteados. Y acaso algo de morcilla.