'La mancha de los cuatro suyos', por José Carlos Requena
'La mancha de los cuatro suyos', por José Carlos Requena
José Carlos Requena

Un fantasma recorre el país. Es la indignación suprema por el devenir de , el súbito líder opositor al fujimorismo del primer verano del milenio. Pero muchas de las virtudes del hoy buscado ex mandatario quizá no fueron más que espejismos que la orfandad política hizo ignorar. 

En el 2002, cuando Toledo lanzó un apurado proceso de descentralización, atendió una vieja demanda republicana. Mantuvo a línea, de paso, a críticos principalmente de sectores desarrollistas, afincados en organizaciones de la sociedad civil o provenientes de organismos internacionales, y una parte importante del empresariado provinciano. Cualquier crítica al proceso era vista como un deseo de mantener el statu quo centralista. 

Cuando, a finales de su mandato, se porfió por la construcción de la controversial IIRSA, fueron pocos los críticos. Por el contrario, hubo un amplio entusiasmo que se prolongó algunos años y que contrasta con la moralizadora decepción actual.

Un informe de Propuesta Ciudadana (2010), por ejemplo, decía que “la IIRSA viene a ser uno de los vínculos más importantes del Perú con la integración en escala continental, ya que, si logra insertarse de modo adecuado en la dinámica que potencialmente abre esta iniciativa, no solamente será capaz de aprovechar sus ventajas, sino que estará preparando las mejores condiciones para su participación en Unasur. Por ello, resulta fundamental que nuestro país aplique y participe de esa iniciativa con una estrategia global de desarrollo e integración”.

Toledo, autodefinido como un “error estadístico”, parece también hoy un error histórico, solo explicable por las penosas condiciones políticas forjadas en los años 90. Instalado en el poder, enfrentó no solo el ‘arequipazo’, que mostró a un gobierno dubitativo, sino también el penoso caso de Ilave (Puno), donde una masa desenfrenada linchó a un alcalde acusado de corrupción, librado de dichas imputaciones póstumamente.

Por si fuera poco, enfrentó el ‘andahuaylazo’, aquella toma de una comisaría por parte de los etnocaceristas en el Año Nuevo del 2005. Es muy probable que en aquellos días Toledo pernoctara más al norte, en Punta Sal, acompañado por amigos y adulones hoy silentes. Pronto podría pernoctar cerca de Antauro Humala, líder de aquella revuelta.

Un sector importante cree que no se explica la caída de Fujimori sin la masiva Marcha de los Cuatro Suyos de finales de julio del 2000. Aunque más importante en el desenlace fue sin duda la difusión del primer ‘vladivideo’, no se puede desdeñar el valor de la movilización como aglutinador de la oposición democrática. Tampoco debe obviarse su aporte en opacar los defectos que la impostación política trae consigo: manchas que impiden ver la realidad y los riesgos que esta entraña

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