"Los nudos de la descentralización", por José Carlos Requena
"Los nudos de la descentralización", por José Carlos Requena
José Carlos Requena

Recientemente, dos autoridades regionales han pasado de sus despachos a unas frías celdas. Así, la política regional no parece muy distinta de la nacional, plagada de acusaciones que abarcan a todo el espectro político. Pero las noticias sobre los gobiernos regionales causan mayor desaliento porque la descentralización fue una de las demandas democratizadoras de fines de los años 90.

Cuando asumió el poder, el 28 de julio del 2001, anunció la convocatoria a elecciones para noviembre del 2002. Lo que vino después fue una seguidilla de marchas y contramarchas que incluso hicieron peligrar estos primeros comicios.

Hoy, a la distancia, la convocatoria a elecciones sin tener en claro qué proceso se seguiría parece haber sido precipitada. Al margen de las diversas críticas que se han hecho a los cuatro Ejecutivos que han lidiado con el proceso de descentralización, lo evidente es que los viejos nudos que ataban al país a un esquema centralizador no se han desatado del todo.

A finales del siglo XX, el historiador Carlos Contreras (“Centralismo y descentralismo en la historia del Perú independiente”) describía estos nudos con gran precisión: la herencia centralista colonial de la sociedad y la economía peruana, que le da gran peso a Lima; la resistencia del Ejecutivo y el Legislativo a tener poderes regionales paralelos ungidos por el voto; la asociación de fases de aguda centralización fiscal y política con períodos de crecimiento económico; y la carencia de burguesías regionales sólidas, capaces de encabezar corrientes descentralizadas.

¿Cuántos de estos factores se mantienen hoy, parcial o totalmente? La herencia centralista y la ausencia de élites regionales perduran, mientras la resistencia a los poderes paralelos parece superada.

Más importante: en este milenio se inició, por primera vez, un proceso de descentralización en una etapa de gran crecimiento económico. Es en este punto donde parece residir el problema. La prioridad es la demanda de recursos.

Otro aporte de Contreras (El Comercio, 5/6/2014) lo resume con claridad: “Ignorante de la historia, la descentralización del 2002 no corrigió el error de 1886. Lo cometió nuevamente, pero con los roles cambiados. Se descentralizó el gobierno, pero no el esfuerzo fiscal de la recaudación. Los gobiernos regionales comenzaron a funcionar sobre la base del dinero transferido desde el Gobierno Central. Este esquema promueve la irresponsabilidad o ineficiencia del gasto, en el mejor de los casos, y la corrupción y el crimen, en el peor”.

Hoy, que parece necesario revisar el proceso de descentralización, debe recurrirse a la historia. Y no sugerir, solamente, fórmulas legales o plantear la aplicación de manuales provenientes de realidades ajenas. De otra manera los nudos persistirán.

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