MDN
Contrabando, Puno
Enrique Vera

*Con la colaboración de Carlos Fernández

Percy Larico Callo sale de su casa, camina pegado a la pared y se oculta el rostro con la gorra. No habla con su acompañante ni contesta el saludo a la mujer que viste polleras y que vigila siempre desde una esquina de su barrio, en Juliaca (Puno). Le sonríe de soslayo apenas y, como por un acto reflejo, vuelve a cubrirse.

Es un martes de agosto. Larico, puneño de 39 años y de complexión robusta, entra a una cochera del jirón Mariano Melgar y verifica el remolque del camión Volvo B9G-818. Lo ayuda a revisar cada contorno del volquete el hombre que lo ha escoltado hasta allí: Fidel Justo Callo ‘Castrito’, quien además es su cuñado.

Al irse, ambos aplicarán la misma rutina sigilosa. Ese mismo día revisarán 25 volquetes más en cinco depósitos. Una práctica que, aunque tediosa, les ha valido largos años de impunidad. Percy Larico es acusado por la División de Investigación de Delitos de Alta Complejidad (Diviac) de la policía de ser el cabecilla del clan de contrabando más grande de Puno; ‘Castrito’ sería su lugarteniente.

El clan Larico heredó hace 10 años el control del transporte de contrabando, que ingresa desde Bolivia por la zona norte de Puno​. Antes de ellos, la familia Rodrigo controló esta actividad ilegal durante unos 30 años.

De hecho, durante el tiempo enque Aquilino Rodrigo Callo estuvo al mando de la mafia, surgió el grupo conocido como Culebra del Norte. El nombre deriva de la figura que formaban los convoyes de camiones cargados en el recorrido desde el distrito de Tilali (provincia de Moho) hasta Juliaca (provincia de San Román).

En sus años de apogeo, la caravana estaba conformada hasta por 80
volquetes, uno detrás del otro. Los camiones partían los jueves y domingos de la entrada del distrito de Tilali, donde eran cargados, y pasaban por Conima, Moho y Huancané rumbo a Juliaca. Estos camiones recorrían casi 170 kilómetros en un máximo de tres horas, siempre de madrugada.

Con el paso de los años y el recambio constante de personal policial en
puestos claves de la carretera, la organización tuvo que alterar algunos recorridos para seguir operando. Desde que Percy Larico tomó el control de la cadena de tráfico, algunos métodos cambiaron: ahora se emplea un máximo de 35 camiones, y el convoy va encabezado por camionetas 4x4 conocidas como ‘liebres’, cuya labor es advertir que la ruta esté despejada.

La hilera de vehículos mantiene su recorrido tradicional, pero ahora
incluye algunas recónditas trochas carrozables entre Conima y Moho,
para evadir el control policial.

El cambio más importante dispuesto por los Larico quizá haya sido
la zona para el trasbordo de la mercadería.

Se trata de una localidad forjada a partir del contrabando, ubicada
en las pampas de Tilali, a más de 4.300 metros de altura; hace unos
años, el clan familiar decidió llamar Virupaya a este lugar.

No figura en el mapa, pero Virupaya existe y se extiende hasta territorio boliviano, aproximadamente a 215 kilómetros al norte de La Paz. Toneladas de productos son transbordados allí desde camiones provenientes de Bolivia a los volquetes de los Larico, que después iniciarán su recorrido hacia Juliaca. En Virupaya, este clan ha construido unos diez inmuebles con apariencia de viviendas familiares, pero que en realidad son almacenes para lo que no llega a ser cargado en los volquetes: artefactos, ropa y rollos de plásticos y telas.

En los últimos años, Virupaya ha acogido una de las ferias de ropa y
comestibles más concurridas del altiplano.

Se realizan los miércoles y sábados a la par del traspaso de la mercadería de contrabando. Para la policía, la feria de Virupaya no es más que una fachada cuyo fin es agrupar a personas vinculadas con los cargamentos que saldrán hacia Juliaca; estas personas suelen estar armadas.

El clan Larico ha llegado a amasar alrededor de S/140 millones al año, según cálculos de la oficina de Aduanas.

—Golpe policial—
Una noche, Percy Larico llegó al Mercado Internacional San José, en Juliaca, para supervisar la descarga de un volquete. La mujer de trenzas y polleras encargada de custodiar su vivienda estaba ahora ahí. Muy cerca, otra señora discutía por celular sobre los puntos de distribución.

Policías de la Diviac establecieron que se trataba de Norma Larico
Callo, hermana de Percy y esposa de ‘Castrito’, la tercera al mando. Se le siguió el rastro hasta Moho, una localidad tan violenta como Virupaya, que también creció de la mano del contrabando.

El lunes 18 de setiembre, la policía irrumpió en un hotel de Moho, donde Norma Larico y ‘Castrito’ dormían la resaca de la fiesta patronal en honor al Señor de la Exaltación. La operación fue veloz y se concretó a tiempo, cuando los vecinos apenas salían del letargo de la celebración.

Casi al mismo tiempo, en Juliaca, 24 inmuebles fueron allanados; en dos de estos cayeron las acopiadoras, identificadas como Sofía Chambi Mamani y Emiliana Larico Quispe. En la vivienda de Percy Larico solo estaba Luzmila Solis Jallurana, su esposa, quien también
fue detenida. Un soplo de la red de vigías dispersa alrededor de la casa o la estampida de los vecinos contra el contingente policial alertaron al cabecilla, que logró escapar.

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