Trombofilia: trastorno genético y enemigo silencioso en la sangre

Las mujeres con trombofilia gestacional comparten una historia común de dolor físico y emocional. Todas supieron que padecían este trastorno de la sangre solo después de perder al menos un embarazo. Si al duelo le seguía un nuevo intento, se sumaba otra pérdida y más dolor, sin que se supiera qué ocurría en sus cuerpos.

“Me pasó en dos oportunidades y han sido las ocasiones más dolorosas de mi vida”, relata la periodista Alicia Retto, quien perdió ambos embarazos antes de los dos meses. Los médicos les hicieron a ella y a su esposo pruebas de compatibilidad genética y distintos exámenes para corroborar su capacidad reproductiva y encontrar la razón de las pérdidas. En los primeros resultados, todo parecía en orden.

“Ya en la tercera o cuarta evaluación empezaron a determinar que el problema estaba en mi sangre”, cuenta Alicia, quien el pasado 31 de julio finalmente dio a luz a mellizos.

Ella pasó ocho meses inyectándose en el estómago una dosis diaria de enoxaparina, sustancia anticoagulante que, al igual que la heparina, revierte el trastorno de formación de coágulos. La trombofilia espesa la sangre, bloquea silenciosamente el torrente sanguíneo y produce infartos en la placenta. Esto genera que el embrión o feto (aparentemente protegido) se quede sin oxígeno ni nutrientes y muera.

El costo de la enoxaparina y la heparina puede llegar a los S/200 a S/300 diarios dependiendo del laboratorio; es una inversión promedio de S/48 mil durante todo el embarazo. Existen los medicamentos genéricos pero son escasos. En algunos casos, además, es necesario tomar una aspirina diaria.

“No todos los médicos revisan si tienes trombofilia desde el inicio. Muchas mujeres y muchas parejas pierden bebes y no saben la real causa”, advierte Alicia.

-Sin diagnóstico-

Durante su primer embarazo, Andrea Narváez tuvo contracciones prematuras a las 27 semanas (a menos de siete meses de gestación). Tuvo que estar internada hasta la semana 37, en la que nació su hija. Cuando intentó tener más hijos, perdió dos embarazos consecutivos siempre antes de la séptima semana. Pasaron cuatro años para que acertaran con su diagnóstico.

“Pierdes el primer embarazo y todo el mundo te dice que hasta tres pérdidas son normales. Yo ya tenía idea sobre la trombofilia, y finalmente le pedí la prueba a mi ginecólogo y salió positivo”, recuerda. “Probablemente, si no lo hubiera sabido, habría esperado a perder un embarazo más, que sería mi hija, que ahora tiene 3 años. La trombofilia puede matar al bebe y es muy común en las últimas semanas de gestación”, comenta Andrea.

Edith Porras Amarillo perdió tres embarazos desde los 32 años. Durante los cinco años que le costó llegar a su diagnóstico, enfrentó entre cada una de esas pérdidas períodos de soledad, depresión y frustración por no entender qué pasaba dentro de su propio cuerpo.

“Me dijeron que cuando me embarazaba se activaba la patología y generaba que no le llegara oxígeno al bebe por la placenta”, dice Edith.

Al inicio, inyectarse cada día le generó miedo. Su barriga tuvo moretones durante todo su embarazo por las constantes ampollas. “Todo es por amor, para darle vida al bebe”, dice Edith. Hoy tiene un niño de año y medio.

-Enemigo silencioso-

La trombofilia no es una enfermedad, es un trastorno genético o adquirido que afecta a hombres y mujeres. El embarazo, que es de por sí un estado de hipercoagulabilidad, activa esta condición en las mujeres. El Ministerio de Salud no tiene estudios de alcance nacional sobre su prevalencia o incidencia. Por lo mismo, no existen campañas de concientización o prevención. Se calcula que un promedio de 1% de gestantes padece de trombofilia.

“Una vez que se identifica el diagnóstico, se receta aspirina por vía oral y enoxaparina (o heparina) por vía subcutánea”, explica el médico ginecoosbstetra Erasmo Huertas.

“No tenemos una casuística estandarizada, pero es casi similar a la de otros países: en Estados Unidos son más o menos 0,5 casos por mil personas y en Argentina 0,7”, explica el médico hematólogo José Carlos Huaylinos, quien es miembro de la American Society of Hematology (ASH).

El problema se torna más grave por la falta de especialistas. En el Perú, hay solo 200 hematólogos. En Uruguay, país con la quinta parte de la población peruana, hay 1.500 hematólogos.

“Se debe estar alerta si algún familiar ha tenido un evento trombótico a edad temprana. Se trata de un examen simple de sangre. La información es vital para tratar esta condición”, dice Huaylinos.

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