(Ilustración: Giovanni Tazza)
(Ilustración: Giovanni Tazza)
Fernando Vivas

La oposición le soplaba en la nuca desde que PPK lo designó en el Mininter. En ese momento era el ministro de más nítido perfil antifujimorista y se había ganado, en su faceta de opinólogo, la ojeriza de algunos congresistas naranjas y apristas electos. Además, la seguridad ciudadana estuvo en el candelero durante la campaña, y una vez que Fuerza Popular (FP) obtuvo su aplastante mayoría parlamentaria, vimos allí a los ‘generales después de la batalla’, que creían tener la clave, distinta a la del ministro, para vencer al crimen organizado.

Por todo lo anterior, se empeñó en dar señales de que quería llevar la fiesta en paz con FP y sus ex uniformados (ex ministro Octavio Salazar, ex director de la PNP Marco Miyashiro, almirante Carlos Tubino). La primera rama de olivo la lanzó el mismísimo 19 de agosto del 2016, cuando Fernando Zavala y el Gabinete fueron al Congreso a pedir el voto de confianza como la Constitución manda. Basombrío, aludido por Lourdes Alcorta, pidió a Zavala que lo dejara tomar la palabra para pedir perdón por las ofensas de campaña. Alcorta agradeció el gesto.

—Igual hubo bronca—
La paz fue pasajera. En sus primeras semanas de gestión, Basombrío puso énfasis en criticar la gestión de sus antecesores, sobre todo la compra de los patrulleros inteligentes. Con eso no pisaba ningún callo opositor, sino que se plegaba a la estrategia oficialista de hacer leña del árbol caído humalista. Pero también habló del llamado ‘escuadrón de la muerte’ y prometió rápidos informes sobre un asunto cuya complejidad y sinuosidad excedían sus buenas intenciones. Además, comunicó con cierta dureza su decisión de reducir el número excesivo de generales en la PNP, con lo que muy probablemente provocó que algunos de estos intentaran sabotear su gestión presionando a FP.

La oposición criticaba esos puntos polémicos de su gestión, pero no manifestaba ánimos de censura. El ministro pudo promover, sin resistencia, operaciones contra el crimen organizado y capturas logradas gracias a su sistema de recompensas. Daba la impresión de que si llegaba a ser interpelado, no sería por una acción de menos, sino por una declaración de más. Y esta no tardó en ocurrir. Apenas apagado el incendio en Larcomar en la víspera de la cumbre del APEC, nos asustó sugiriendo la posibilidad de un atentado. Luego señaló a un presunto culpable que salió inmediatamente a proclamar su inocencia.

Moderado el talante, Basombrío se concentró en su labor mientras el gobierno superaba la pequeña crisis de la salida de Mariano González, el ‘ministro del amor’, y la severa crisis de la censura de Jaime Saavedra. El duro golpe provocó un diálogo y una distensión que descartó, por un tiempo, nuevas censuras. Pero si uno preguntaba en los corrillos quién podía ser el siguiente, la lista la encabezaba Basombrío y luego la ministra de Salud, Patricia García. Un nuevo ingrediente censor se había visibilizado en el caso de Saavedra: los ministros de talante liberal y ‘caviar’, pro agenda de género y derechos LGTBI, estaban en la mira de los conservadores. Basombrío tiene ese perfil.

Todo esto conspiraba contra el ministro, cuando Chinchero puso en el foco de atención a Martín Vizcarra. Su interpelación se pospuso ante el impacto de El Niño costero, pero se llevó a cabo cuando se calmaron las aguas del norte y las de la política se volvieron a agitar. Vizcarra renunció conjurando así la censura, y dejó a FP con la duda de si esa baja oficialista cubría sus ganas de golpear o tenía campo para más.

La línea dura del fujimorismo encontró motivo (o pretexto) de interpelación, en la actitud de la PNP ante una marcha del Movadef el 1 de mayo. Basombrío fue a explicarse ante la Comisión de Defensa. Con un estoicismo que no se le conocía resistió las invectivas de Alcorta, pero se contradijo con su subalterno director de la PNP, Vicente Romero. A los pocos días se empezó a promover la moción de interpelación. Por ese entonces, fuentes fujimoristas dieron a entender que iban a sumar motivos distintos al Movadef (no querían que se los acusara de darle publicidad indirecta) y que les parecía difícil que el ministro diera respuestas satisfactorias. Fuentes oficialistas también transmitieron su resignación anticipada ante una eventual salida de Basombrío. Su suerte parecía echada, hasta que surgió el escándalo del audio del ministro Thorne y el contralor Alarcón.

—El amigo Thorne—
Basombrío conoció a Thorne en la PUCP y ambos militaron en la Juventud Comunista Revolucionaria. Son amigos desde entonces. Es una ironía que la cabeza de uno haya salvado la del otro. Además, mientras Thorne estuvo en la picota, Basombrío tuvo más tiempo y tranquilidad para preparar sus respuestas al pliego interpelatorio. Fuentes del Mininter cuentan que él mismo empezó a escribir la primera respuesta y le tomó 15 páginas. Junto a su equipo esencial (los viceministros Rubén Vargas y Ricardo Valdez, el jefe de gabinete de asesores Leonardo Caparrós y el secretario general José Valdivia), hizo la lectura de 200 páginas, lo que tomó seis horas. Decidieron acortarla a más de la mitad.

La comisión política de FP, según ha revelado una fuente, tomó una decisión más drástica: salvar a Basombrío. Lo delató la intervención de Daniel Salaverry, quien le dijo que si no era por Thorne, “se iba a su casa”. La percepción de que la salida de Vizcarra se le imputaba a FP tanto o más que al gobierno los obligó a calcular que algo similar ocurriría tras la salida de Thorne. Encima de eso, censurar a Basombrío exacerbaría una imagen de obstruccionismo incompatible con sus aspiraciones al 2021.

La decisión perdonavidas no borró las intervenciones hostiles que hasta ponían en duda las cifras del INEI que el ministro invocaba a su favor. Basombrío se había entrenado para mantener la calma y no revelar flancos débiles, pero tuvo que admitir errores como no haberse dado una vuelta por el Vraem. Los duros de FP habían decidido que, si bien lo perdonaban, lo harían sufrir un buen rato. Por eso, no hubo conferencia de prensa al final de la interpelación con el portavoz Galarreta declarando el perdón. Por eso, el Mininter se mantiene en alerta. El reglamento del Congreso no señala plazo para presentar la moción de censura, y eso abona a su precaución.

Una fuente adicional ha confirmado la decisión de FP de no censurar. He indagado si hubo señales directas del Mininter hacia FP y las fuentes lo niegan. Pero sí se percibe que Basombrío ha logrado atenuar su imagen antifujimorista y el temor de que el Mininter, como ha sucedido en el pasado, sea usado como arma siniestra contra la oposición. El fujimorista Octavio Salazar coincidió en un proyecto de ley antiapología del terrorismo, y ya no es un crítico áspero. Fernando Rospigliosi, ex socio y amigo de Basombrío, también ha ayudado a que el fujimorismo no lo vea como un enemigo mortal. Lo que es imposible adivinar es si, con todos estos giros y salvadas por un pelo, Basombrío sobrevivirá a la próxima renovación del Gabinete.

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