La idea del referéndum nació de la crisis de la justicia. (Elaboración: Giovanni Tazza/ El Comercio)
La idea del referéndum nació de la crisis de la justicia. (Elaboración: Giovanni Tazza/ El Comercio)
Fernando Vivas

Estoy con una fuente a unas cuadras de Palacio de Gobierno. El tema es el o, si prefieren, la idea del referéndum, pues hasta ahora solo hay papeles, gestos, promesas de apuro y nada más. Se necesitan mucha suerte y harto consenso para tener en diciembre, coincidiendo con la segunda vuelta de las elecciones regionales, una cédula con unas cuantas preguntas de reforma judicial –y quién sabe si también de reforma política– para marcar Sí o No.

Mi fuente ha ordenado el tema en rutas: la A y la B. Empecemos con la A, que es la más bonita porque es más política y menos leguleya, casi épica: la recolección de más de 2,3 millones de firmas (10% del padrón nacional) para que sean podados inmisericordemente por el Reniec. Un balde sin fondo por el que se escurrirán planillones, como les pasa a Julio Guzmán y a tantos ilusos que fundan partidos.

Para remate de esta ruta épica, el líder del referéndum, o sea, Martín Vizcarra, no puede recolectar nada. Resulta que el gobierno no está para estas cosas. Tienen que hacerse por iniciativa ciudadana. Ya apareció Marco Tulio Gutiérrez, el líder de la revocación contra Susana Villarán, pero no despertó el apetito vizcarrista. Apareció también el grupo Asamblea Ciudadana, pero resultó muy ‘naker’ y muy a la izquierda del propósito vizcarrista. Incluso estos resucitan el reclamo de una nueva Constitución, y los padres del referéndum no quieren que su criatura tenga aroma de democracia plebiscitaria chavista.

(Por cierto, ¿quién fue el primero al que se le prendió el foquito y sonrió con malicia? He indagado y casi me atrevo a asegurar que no fueron ni Vizcarra ni César Villanueva. El primero que mentó el referéndum en público fue Salvador Heresi un día antes de su salida del Minjus. Pero tampoco creo que fuera el autor, sino que la idea surgió entre su entorno y el de Villanueva. Algunos han apuntado a Julio Schiappa-Pietra, analista y consultor político. Rosana Cueva le preguntó a Villanueva si este era autor de la idea y Villanueva lo negó. Yo se lo he preguntado al propio Julio y lo negó con modestia y con una risa pícara, advirtiéndome que no me iba a revelar más nada).

Volvamos a la ruta A. El gobierno encontró amigos. El Consejo Nacional de Decanos de los Colegios Profesionales del Perú (CDCP) –cuyo presidente es un hombre de izquierda, sociólogo y ex director del Parque de las Leyendas, Roberto Rodríguez Rabanal (RRR)– decidió apoyar todo el paquete reformista, sumó a universitarios y armó un comité ciudadano por el referéndum. Hablé con RRR, a quien le gusta la cábala, y me dijo que el martes 11 a las 11 a.m. harán su solicitud en la ONPE. Su lema, me contó, es: “Pasemos de la indignación a la acción a través de la organización”. Hace unos días, junto a 25 decanos, Roberto visitó a Vizcarra y lo invitó a ser el primero en firmar un planillón una vez que tengan las preguntas digitadas. Ah, y puede que agreguen una que no está en el menú palaciego: ¿Está de acuerdo con la inmunidad para congresistas, jueces y fiscales supremos? A propósito de agregados, se suma un nuevo colectivo a la consulta, creado por la ONG Transparencia: Red Cívica por el Referéndum.

—Todas las rutas—
Como ven, la ruta A es dramática, pero a mi fuente y a todo el equipo de Vizcarra y Villanueva les encanta la idea de la calle –DNI y lapiceros en ristre– arrinconando al Congreso naranja y remolón. Pero el riesgo de frustrar expectativas y, antes, de no enganchar suficientes activistas (ojo, que los colegios profesionales tienen que correr con la logística sin ayudita del Ejecutivo) es enorme.

Por todo lo anterior, la idea es transitar las dos rutas. ¿Cuál es la B? La que ya empezó cuando desde Palacio se envió al Congreso el paquete de proyectos de reforma política y judicial para que los congresistas hagan lo que el gobierno no puede: aprobar las reformas y suplir la iniciativa ciudadana por su propia voluntad de ir a un referéndum que, eso sí, una vez programado por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), el gobierno tendría que convocar.

Por supuesto, si la calle se entona, se puede presumir que el Congreso se apure para confluir con ella. La mayoría naranja ha dicho que lo hará y hasta prometió sesionar a doble turno en la Comisión de Constitución. Keiko Fujimori me dijo lo mismo cuando se lo pregunté en una entrevista, pero en otras respuestas delató cierto desgano. Igual que el de otros fujimoristas que, sin embargo, están alertas a apurar o frenar el paso, de acuerdo con las encuestas y las broncas de coyuntura. Tras la última reunión de ‘bankada’, confirmaron que estaban de acuerdo con la premura. En Palacio no pierden la esperanza de que la Junta de Portavoces decida apurar aún más los procedimientos y prescindir de más trasiego en comisiones. ¿Pero estamos hablando de todas las reformas?

—Medio paquete—
La idea del referéndum nació de la crisis de la justicia. En el camino surgió la idea de meter ítems de reforma política y, ¡touché!, clavar la no reelección de congresistas. Dada la generalizada desaprobación de congresistas, esa pregunta tiene un especial maquiavelismo.

Me contaron que hubo resistencias en el propio Palacio contra la inclusión de preguntas de reforma política, en especial la no reelección. Además, no querían mezclar a la Comisión Wagner, que hizo las recomendaciones sobre la justicia, con la esgrima de la reforma política. Pero apenas Wagner salió de escena, Villanueva hizo que Vizcarra recuperara el entusiasmo en el paquete completo.

Sin embargo, hay congresistas oficialistas que no comulgan con la idea de la no reelección y han empezado a hablar de apurar las preguntas judiciales para diciembre y postergar lo otro, pues sus efectos recién se aplicarían en el 2021. En la calle hay más en entusiasmo que en casa.