La primera alerta sobre sesgos y corrupción de funcionarios en la ONPE la tuvimos durante la gestión de su primer jefe, José Portillo Campbell. (Ilustración: Giovanni Tazza/El Comercio)
La primera alerta sobre sesgos y corrupción de funcionarios en la ONPE la tuvimos durante la gestión de su primer jefe, José Portillo Campbell. (Ilustración: Giovanni Tazza/El Comercio)
Fernando Vivas

La Oficina Nacional de Procesos Electorales (), al igual que el CNM, es hija de la Constitución de 1993. Además, son hermanos porque los consejeros eligen al jefe de la ONPE y al del Reniec. La tríada electoral la completa el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), que tiene un origen distinto y es dirigido por un juez supremo.

Quedémonos con la ONPE, que tiene la delicadísima misión de contar los votos. Por lo tanto, es el lugar donde un hombre como José Luis Cavassa podría intentar hacer de las suyas. ¿Pero es factible cometer un fraude en el mundo y en la ONPE de hoy?, ¿se daban las condiciones y tenía Cavassa las influencias para hacerlo en el 2016, cuando lo contrató el personero ‘ppkausa’ Carlos Portocarrero?

—Papelito no manda—
La primera alerta sobre sesgos y corrupción de funcionarios en la ONPE la tuvimos durante la gestión de su primer jefe, José Portillo Campbell, un hombre excéntrico, más preocupado en artilugios de seguridad y designios de la astrología, que en la gestión electoral per se. Por eso, se cuenta que el grupo inicial de ex trabajadores del JNE y de la oficina registral (antes Reniec) manejaba el ente por encima de él. En ese grupo descollaba José Luis Cavassa.

Portillo recibió muchas presiones y halagos para inclinarse a favor de la re-reelección de Fujimori. Cuando la prensa lo cuestionaba, repetía la frase que lo catapultó a la fama y al ridículo: “Papelito manda”. No hubo sólida evidencia de fraude en el 2000, pero sí de masiva falsificación de firmas para la inscripción del partido oficialista Perú 2000. Portillo fue procesado y encarcelado por avalar eso. Cavassa corrió la misma suerte.

Los nuevos vientos de la transición pusieron al experto electoral Fernando Tuesta al mando y este separó a la plana mayor que respondía a Cavassa. Tuesta renunció en el 2004, previendo que el CNM lo iba a destituir haciendo eco a una campaña politizada contra él. Desde entonces hubo una tensa relación entre la ONPE y los consejeros. Candidatos que venían de los entes electorales perdían en los exámenes del CNM ante los que venían de otro ámbito, como Magdalena Chu primero y Mariano Cucho después. Cucho, a su vez, tras la dura prueba de validar el triunfo de PPK por poco margen, enfrentó a un CNM hostil que quizá estaba canalizando la pica de Fuerza Popular.

Hasta que las presiones se abatieron sobre la ONPE de la peor forma. Como ya sabemos, tras oír los audios de Los Cuellos Blancos del Puerto, esta red que había casi copado el CNM también colocó en el ente electoral a otro profesional que no venía de los órganos electorales: Adolfo Castillo Meza. A diferencia de Chu y Cucho, que mantuvieron su independencia frente a injerencias, Castillo fue funcional para que un grupo capturara el ente. Al poco tiempo de entrar Castillo, ingresó Fernando Obregón Mansilla a la Gerencia de Gestión Electoral, que es el corazón de la institución.

Una fuente que trabaja en la ONPE me ha confirmado que una vez instalado Obregón, quedó claro que venía a copar. Se desplazó a funcionarios incómodos y se reincorporó gente de la época de Cavassa. Este había vuelto, aunque sin cargo visible. Eso hubiera sido el colmo.

—No podemos—
Antes de la explosión de los audios del CNM, la ONPE tuvo su propio escándalo cuando “Cuarto poder” denunció que un personero del partido Podemos Perú, cuyo líder es José Luna, entró en horarios fuera de oficina a subsanar planillones deficientes. El favoritismo permitía atar cabos: el personero legal de Podemos, Luis Navarrete, también fue procesado, como Cavassa, por las firmas falsas del 2000. Cavassa, además, estaba ligado a Luna y a su universidad Telesup, cantera de consejeros y colaboradores del CNM.

El partido de Luna ya era un dolor de cabeza desde que un supuesto personero presentó un desistimiento sobre el nombre del partido y luego apareció otro reclamando lo contrario. Colar un ‘podemista’ a la hora nona a hacer ajustes rebasó lo tolerable e hirió de muerte a la gestión de Castillo. Susana Guerrero, la funcionaria que denunció el favoritismo a Podemos, es la esposa de Tomás Gálvez, uno de los fiscales supremos también acusado de ser parte de Los Cuellos Blancos, lo que revela la complejidad de los intereses enconados.

El giro más impensado en esta historia se dio cuando Castillo se sabía con los días contados, pues el CNM lo iba a destituir para amainar el escándalo de los audios, y separó al gerente general Alfredo Mora Ito, que fue colocado por el grupo de Cavassa y le tocaba sucederlo. Nombró en su lugar a Heber Roa y empoderó a gente ajena a Cavassa. El interinato de Roa duró muy poco, pues, antes de renunciar, nombró a Manuel Cox, a sabiendas de que este sería la cabeza. Mis fuentes presumen que Roa desistió debido a que la visibilidad del cargo provocó que la prensa recordara viejas denuncias. El funcionario no querría perturbar su serenidad.

¿Qué legitimidad tiene Cox en este juego de gran bonetón? Indagué cómo así lo fichó Roa a sabiendas de que ocuparía tan delicado cargo sin CNM ni concurso de por medio. No pude hablar con él, pero un intermediario me dio estas explicaciones: Cox no conocía a Roa ni sabía si Castillo estaba al tanto de que Roa lo llamaría. Presume que fue escogido porque su perfil está en la base de Servir. En su presentación ante los trabajadores, Cox mencionó que Roa fue voluntario de Transparencia en 1998, pero ello no significa –como interpretaron algunos– que esa ONG tenga que ver con su fichaje. Asegura que no tiene relación personal con Castillo, aunque lo ha visto un par de veces. Finalmente, me confirmaron el dato que tenía de que la ONPE va a costear la defensa legal de Castillo, explicando que es una obligación por ley.

Congresistas de diverso pelaje, como Gino Costa y Úrsula Letona, estaban planteando nuevas fórmulas de sucesión e intervención de la ONPE, pero un grupo de funcionarios los convenció de no hacer olas, que estaban bien con su nuevo jefe.

La pregunta final a mis fuentes de la ONPE es: ¿Qué pudo hacer Cavassa en el 2016, además de capacitar personeros, como alegan los ‘ppkausas’? Me dicen que no tenía ninguna influencia en ese entonces y que inducir maniobras fraudulentas es demasiado difícil, si no imposible. Sin embargo, no descartan que se vendiera como capaz de hacer milagros.