“Lo importante no es dónde se celebrará la misa papal, sino lo que Francisco vendrá a decirnos”. (Foto: Reuters)
“Lo importante no es dónde se celebrará la misa papal, sino lo que Francisco vendrá a decirnos”. (Foto: Reuters)
Cecilia Valenzuela

En los últimos días se está discutiendo sobre el lugar donde se celebrará la misa papal. El debate se ha tornado polémico. Funcionarios de los ministerios del Interior y Defensa sostienen que elegir la Costa Verde sería peligroso porque ese escenario tiene pocas vías de evacuación, pero el alcalde de Magdalena, apoyado por el Arzobispado de Lima, afirma que una comisión del Vaticano ya eligió la explanada frente al mar.

El nos visitará el próximo 21 de enero y el lugar donde hablará se ha convertido en algo más importante que todo aquello que dirá en el Perú.

Los temas que abordará el Sumo Pontífice en Lima no se conocen todavía, pero los jóvenes, tanto los católicos como los que sostienen que acaban de dejar de serlo, esperan pronunciamientos contundentes de parte de un Papa latinoamericano que suele salirse de todo protocolo y que se declara comprometido con la justicia, los valores y la paz.

En Colombia, el papa Francisco abogó ante los jóvenes por la reconciliación entre la sociedad y los terroristas de las FARC. “Que el esfuerzo por la paz nos haga huir de toda tentación de venganza”, les dijo, y añadió: “Vuestra juventud los hace capaces de algo muy difícil en la vida: perdonar”.

¿Cómo será el discurso de Francisco sobre la reconciliación en el Perú? Aquí vivimos enconados, en permanente crisis política, boicoteándonos y odiándonos: parece imposible perdonarnos.

Como hay quienes promueven marchas iracundas en contra de la posibilidad de que el presidente otorgue un indulto humanitario a Alberto Fujimori, hay quienes mienten hasta el hartazgo para censurar ministros de Educación que promueven reformas en el currículo educativo con el objetivo de acabar con la discriminación racial y sexual.

Pero también está el tema de la injusticia fuera y dentro de la Iglesia. Si bien la gente, entre quienes me incluyo, reconoce la labor encomiable de la Iglesia Católica en el Perú y su trabajo en escuelas, hospitales, hospicios, asilos; también rechaza la indolencia con la que actúan algunas de sus autoridades cuando se conocen sus abusos.

El escándalo del Sodalicio de Vida Cristiana ha manchado intensamente la imagen del sacerdocio en el país. La pedofilia, el abuso sexual y psicológico expuesto y denunciado por decenas de personas impactó fuertemente en la sociedad. Pero las autoridades eclesiásticas en Lima no condenaron enérgica y abiertamente a esa congregación; al contrario, se hicieron los locos sumiendo a las víctimas y a sus familias en un estado de abandono que un credo jamás puede permitir.

La posición, demasiado conservadora, de estas mismas autoridades de la Iglesia peruana no le pone las cosas fáciles al papa Francisco. Sus contradicciones son grandes: por un lado promueven un movimiento laico, pacato y violento como Con mis Hijos no te Metas, y por otro callan rotundamente cuando se trata de curas pederastas.

Conozco familias católicas que miran con vergüenza la condición de furgón de cola de los evangélicos más radicales que las actuales autoridades eclesiásticas le han infringido al catolicismo en el país. Los católicos están compitiendo con los evangélicos para ver quién es más conservador.

¿Vendrá el Papa dispuesto a devolverle la fe a la juventud peruana? ¿A devolvernos, a todos, la confianza en nuestra Iglesia Católica?
Lo importante no es dónde se celebrará la misa papal, sino lo que Francisco vendrá a decirnos.

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