1990-2016, la columna de David Rivera
1990-2016, la columna de David Rivera
David Rivera

1990. Apoyado en los errores e ingenuidad del propio Fredemo, el consiguió desinflar la candidatura de Vargas Llosa y dejarnos en Palacio de Gobierno a Alberto Fujimori.

2001: Tras retornar al país luego de que prescribieran las acusaciones por corrupción de su primer mandato, García y el Apra intentaron demoler a Alejandro Toledo no solo en campaña, sino durante su gobierno. A veces la memoria falla, pero la “vacancia” estuvo rondando toda la primera mitad de dicha gestión. El Apra (García) deseaba volver a ser gobierno a cualquier costo.

2006: Cuando Lourdes Flores era, sin duda, la política mejor preparada para gobernar el país, logró pinchar su candidatura construyendo sobre ella el sambenito de “la candidata de los ricos”. Ya en segunda vuelta, la consigna contra Humala fue “el candidato del chavismo”. Así consiguió García su segundo mandato.

2011: Keiko Fujimori no conseguiría lo que sí García el 2006. El exceso de confianza, la falta de oficio y un Humala más recorrido le jugaron en contra. A diferencia del fujimorismo, que durante estos cinco años ha tenido una oposición política dura contra el gobierno pero en lo técnico ha sido un “aliado” en momentos claves en el Congreso, el Apra se convirtió en un opositor férreo en todo terreno, alimentado es cierto por el propio nacionalismo. En el camino, el Apra también “perdería” un proceso de revocatoria contra la alcaldesa Susana Villarán, siendo “vencido”, entre otros, por su ahora aliado el PPC.

¿Por qué esta historia? Desde 1985, cuando García ganó la elección presidencial logrando construir la ilusión de representar un cambio, el Apra no ha podido estructurar más un discurso propositivo. Se ha visto en la necesidad de presentarse como el mal menor y, para ello, deshacerse de sus oponentes con verdades, medias verdades o mentiras dichas con mucha convicción.

Es la misma historia que parece estar construyéndose ahora. El fin de semana, Omar Quesada afirmaba que según proyecciones del propio partido, el Apra estaba segundo en las encuestas. ¿Estarán basadas sus “proyecciones” en que la estrategia que antes les dio resultado vuelva a funcionar? ¿Que luego de “caer” Guzmán y Acuña siga PPK y así el Apra quede nuevamente como el mal menor?

Esta “proyección” podría fallar esta vez, y ser un riesgo. Fallar porque como lo muestran las encuestas, el electorado (más joven en promedio) está buscando una opción que represente un cambio y, lamentablemente para todos, el Apra no se ocupó por renovarse para ser ese rostro que está buscando el Perú. Y un riesgo, porque esta vez podría suceder lo que en 1990 y que la estrategia aprista termine dejándonos en Palacio quién sabe a quién.

Percibo en el establishment “caviar” una especie de tranquilidad que se basa en que Alfredo Barnechea podría ser el beneficiado de una coyuntura así. Cuidado con confundir los deseos con lo que pueda parir la realidad. Si la candidatura de Guzmán no procediese y el próximo en caer fuese Acuña (como ahora parece posible), el siguiente en la lista sería PPK. En un escenario así, el electorado podría terminar buscando cualquier otro rostro que represente esa “renovación” anhelada.

Si deseamos asegurarnos de que un cambio real está en camino, el escenario ideal es que las candidaturas de Guzmán, Barnechea y Mendoza sigan en carrera (así como la de PPK). Contra lo que nuestros paradigmas nos hagan creer, y la campaña alimente, ahí podría radicar el germen de un verdadero cambio en la política peruana. Y ahí también podrían haber más consensos de los que estamos en capacidad de percibir hoy en día.

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