El cine peruano tiene a su nueva engreída: la película ¡Asu mare!, que en su estreno llevó a las salas a más de 150 mil personas, con lo cual batió un récord de espectadores. Para tener una idea de este logro, la película “Amanecer, parte II”, de la mundialmente taquillera saga “Crepúsculo”, y que ostentaba el récord previo, había llevado aproximadamente 142 mil espectadores.

Esto supone una lección para quienes sostienen que hay que obligar a los cines a reservar un porcentaje de sus funciones para proyectar películas peruanas, bajo el argumento de que, de lo contrario, no apostarán por producciones nacionales. La lección es que su premisa es falsa: el espectador peruano sí reconoce el cine nacional siempre que coincida con sus preferencias.

Al parecer ellas están ligadas principalmente con la comedia y el entretenimiento. Además del caso de “¡Asu mare!”, tenemos que las películas peruanas más taquilleras del 2012 fueron las animadas, las cuales representaron el 80% de la recaudación de la taquilla de filmes nacionales. De hecho, la película de animación en 3D “Los Ilusionautas” logró llevar a las salas a más de 214 mil personas, y se ubicó en el puesto 35 del año de entre 190 cintas (por encima, por ejemplo, de la popular “Nemo” 3D de Disney y Pixar). Esta tendencia no es nueva, pues –según su director– la película animada peruana del 2009 “El Delfín” fue la tercera cinta peruana más taquillera de todos los tiempos y tuvo más espectadores en el país que la multimillonaria “Cars”. Esta preferencia del consumidor peruano, finalmente, coincide con lo que muestra en la pantalla chica el fenómeno de “Al fondo hay sitio”.

Por lo demás, hay también una razón de principio para estar en contra de las denominadas “cuotas de pantalla”: ninguna industria tiene derecho a florecer forzando a sus distribuidores a arriesgar su inversión en un producto en el que no creen, ni restringiendo a los consumidores sus posibilidades de elección. La única manera legítima de triunfar es esforzándose por lograr el producto que los compradores prefieren. Tal como hizo “¡Asu mare!”.