En el mundo de los negocios, cuando una fórmula dada tiene mucho éxito en producir un determinado bien o servicio y captar clientes, se franquicia: se transmite a otros el ‘know how’, se hacen manuales, se da asesoría y se realiza visitas de inspección y reforzamiento.

Pues bien, en el mundo de la política pasa lo mismo. Y eso incluye, ciertamente, el mundo de la política subrepticia del sabotaje. Lo que estamos viendo en esta nueva cadena de simultáneos brotes antimineros, en Lambayeque, en Tacna, en Moquegua, en Junín, es la expansión de una franquicia que el año pasado ya resultó ser muy exitosa en Cajamarca y Espinar y que ahora está en diferentes niveles de desarrollo en cada uno de los lugares mencionados.

Tenemos la fórmula. Se comienza con la diseminación del miedo entre la población en base a la idea de un daño ambiental –idealmente sobre el agua– no probado y, en muchos casos, ni siquiera sustentado de una manera medianamente razonable (en Espinar se cruzó todo límite con un informe ambiental que trataba un proyecto diferente a aquel que se discutía y que acusaba a la minera en cuestión de estar contaminando, entre otras cosas, con un metal que ella ni emplea ni extrae). En paralelo, se quita su status ciudadano a quienes, entre la misma población, apoyan el proyecto del que se trate: por ejemplo, las 32 comunidades cajamarquinas del área de influencia de Conga, o los comuneros de Cañaris que en una asamblea realizada con todas las garantías de ley aprobaron dar a la Candente Copper el permiso para explorar el proyecto Cañariaco. El corolario buscado –y normalmente logrado– es la violencia, a la que el miedo alimenta tan bien, con la toma de carreteras, la destrucción de los locales mineros, los incendios, en algunos casos incluso las balas y la consiguiente puesta en riesgo –cuando no inviabilización– del proyecto del que se trate.

Tenemos también, por increíble que parezca, el manual. O, mejor dicho, los manuales. Por ejemplo, el muy divulgado “Protegiendo a su comunidad contra las empresas mineras y otras industrias extractivas” sobre el que este Diario informó el año pasado y que tiene capítulos elocuentemente titulados como “Forme una oposición local” (ojo, dice “forme”, no “encuentre”) u “Obstaculice el proceso”.

Finalmente, tenemos las asesorías y las visitas de supervisión. En las últimas semanas, por ejemplo, Wilfredo Saavedra, ex emerretista y una de las cabezas más activas del movimiento anti-Conga ha estado tanto en Tacna, azuzando al movimiento contra el proyecto Pucamarca, como en Moquegua, visitando a los dirigentes del movimiento contra el proyecto Quellaveco. Ubicuo, también ha prestado su asesoría a Daniel Baldeón (según propia declaración de este último), quien lidera las “protestas sociales” en Junín (donde ya ha habido violencia) contra el proyecto de San Ignacio de Morococha, y ha coordinado (conforme la policía antiterrorista) con Segundo Narva Vásquez (otro ex emerretista que también purgó 10 años de prisión) las acciones contra Cañariaco en Lambayeque (donde no ha habido simplemente violencia, sino mucha violencia).

El señor Saavedra, por otro lado, no es el único que ha estado presente últimamente en Cañaris. Ydelso Hernández, presidente del Frente de Defensa de los Intereses de Cajamarca y socio de Wilfredo Saavedra y Gregorio Santos en el movimiento anti-Conga, también ha estado visitando el lugar, donde tiene estrecha relación con Cristóbal Barrios, el presidente de la Comunidad de Cañaris que boicoteó el acuerdo al que inicialmente esta llegó con la minera. Por su parte, Blas Reyes, otro colaborador cercano del señor Santos y coprocesado suyo en una denuncia de secuestro y tortura que habrían sido cometidas en la época en que fueron ronderos juntos, ha sido visto coordinando las movilizaciones en Cañaris junto al antes nombrado Segundo Narva Vásquez, quien,coincidentemente, llegó a la asamblea con la que el señor Barrios desconoció el acuerdo inicial logrado con Candente resguardado por un auto cuya placa aparece en Sunarp registrada a nombre de una dependencia del Gobierno Regional de… Cajamarca. ¿No es curioso lo chiquito que es el mundo? Enano, cuando uno considera, por si lo anterior fuese poco, que otro de los dirigentes de la protesta lambayecana declaró a este Diario que su movimiento se había reunido varias veces con el señor Santos y con Marco Arana, para su asesoramiento. El mismo Marco Arana, quien visitó varias veces Espinar, antes de que estallase la violencia ahí el año pasado, y sobre cuyos itinerarios nacionales podríamos seguir, si no fuera porque creemos que no vale la pena continuar con esta cadena de nombres porque ya quedó claro que, más que cadena, es un círculo. O, como decíamos, un sistema de franquicias, bien organizado, decidido, pujante y, al menos hasta la fecha, exitoso como pocos.