Huaicos, lluvias y prioridades, la columna de Héctor Villalobos
Huaicos, lluvias y prioridades, la columna de Héctor Villalobos
Héctor Villalobos

Al damnificado que lo perdió todo le tiene absolutamente sin cuidado si la botella de agua o la carpa que le entregan lleva el símbolo de Fuerza Popular, del Frente Amplio, del partido del alcalde del distrito o del Gobierno del Perú. Lo único que le importa, luego de haber vivido largas horas de angustia y desazón, es calmar la sed de sus hijos y tener un lugar donde puedan dormir.

A estas alturas de la emergencia, tiene poca trascendencia discutir si los políticos que han ido a las zonas golpeadas por los desastres naturales lo han hecho para obtener réditos personales, captar electores o para tomarse una foto y subirla a sus redes sociales. Si su presencia obedece a un genuino espíritu de solidaridad, bien por ellos. Si hay intereses subalternos detrás, quedará en sus conciencias. Lo importante es que están en el lugar llevando ayuda, sincera o con doble intención, pero ayuda efectiva para quienes lo necesitan.

Si el Gobierno reaccionó tarde o temprano a la emergencia, si PPK se pone o no las botas, si Zavala y Rudecindo Vega no saben a qué hora exactamente llegará el agua a Lima, son asuntos sobre los que, por ahora, no vale la pena polemizar. Lo relevante es que el Gobierno reaccionó y los ministros y el presidente o están en la cancha o están monitoreando las labores desde el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional (COEN).

Tampoco importa si la interpelación a Vizcarra se realiza esta semana, se posterga para otro día o se cancela. Lo que cuenta es que en estos días el ministro de Transportes ha estado trabajando en atender las emergencias y muchos de los congresistas que iban a interpelarlo están cumpliendo su semana de representación, atendiendo y apoyando a la población en las regiones que los eligieron.

Hay momentos para exigir cuentas y también para rendirlas. Esta no es la hora más apropiada para hacerlo.

Bienvenida sea toda la ayuda humanitaria del extranjero, sea esta del régimen de Maduro, del Ecuador de Correa o del gobierno de Donald Trump. Gracias a todos ellos.

Nuestra habitual y casi congénita polarización hoy parece haber quedado congelada por un tiempo. Salvo contadas excepciones en las redes sociales, donde muchos viven existencias paralelas, en el Perú real las personas colaboran, se compadecen, son solidarias. Hay policías, militares, socorristas, bomberos, trabajadores de Sedapal, autoridades locales, regionales y nacionales, organizaciones religiosas y miles de civiles voluntarios que se están rompiendo el alma por ayudar al prójimo.

Tampoco es que seamos el país de las maravillas, hay también infelices, sinvergüenzas, especuladores, sembradores de rumores y todo tipo de gente que trata de sacar provecho de la situación. Pero afortunadamente estos días nos han confirmado que son la minoría en medio de una población que trata de salir adelante ante la adversidad.

En medio de este de desgracias, la humanidad y el espíritu de lucha de los peruanos no se han enlodado.

Qué bueno, aunque utópico, sería que no tengamos que esperar a que la naturaleza nos muestre su peor rostro para enseñar nosotros nuestro mejor lado.

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