Indignación selectiva, la columna de Diana Seminario
Indignación selectiva, la columna de Diana Seminario
Diana Seminario

Las revelaciones sobre la corrupción fomentada por no solo vienen causando un estruendo político cuyas consecuencias aún no podemos calcular, sino que provocan una justa indignación entre los ciudadanos de a pie que ven cómo algunos de los políticos en los que confiaron no estuvieron a la altura.

Lo más impactante de las famosas ‘delaciones premiadas’ ha sido enterarnos de cómo Odebrecht ‘compensó’ a Alejandro Toledo por permitirle ganar la licitación de la carretera Interoceánica. Según la fiscalía, el soborno se pagó a través de la cuenta de Josef Maiman y se hicieron 18 depósitos entre el 2006 y 2010, los que suman 9 millones de dólares.

Ante el pedido de prisión para Toledo, el Ejecutivo ha señalado: “Nadie tiene corona”, “Debe regresar”, etc. Ya sabemos que el fuerte de este gobierno no es su muñeca política, pero que la ministra de la Mujer, , permanezca en el cargo, sí es un peso innecesario que esta administración no debería cargar.

Aclarando que no existe ninguna sospecha de corrupción sobre la ministra y que sus cualidades personales no están en duda, Romero-Lozada encabezó el Centro Global para el Desarrollo y la Democracia fundado por Toledo. Este recibió US$71.536 de Odebrecht entre el 2009 y el 2011, mismo lapso en que los corruptores pagaban las coimas por la Interoceánica. La ministra irá hoy a la Comisión Lava Jato y dirá que todo es transparente y que ella ignoraba los tratos sucios de la empresa que auspiciaba los eventos de la ONG.

Resulta políticamente inaceptable que ella continúe en el Gabinete, cuando la misma empresa que sobornó a su jefe hacía donaciones al Centro Global en paralelo. La renuncia también puede ser una señal de asco y protesta ante tanta inmundicia evidenciada, y una muestra de que un cargo no es lo más importante.

Cuál sería la reacción de los ‘indignados’ de siempre si Romero-Lozada fuera partidaria fujimorista, aprista o simpatizante de Castañeda, o si promoviera –lo que ellos llaman– la “agenda conservadora”.

Otro hecho por el que tampoco vemos sobresaltos es la confirmación –porque teníamos la sospecha– de que el sueldo de Luis Favre para la campaña de Humala (2011) y la revocatoria de Susana Villarán lo pagaron Odebrecht, OAS y Camargo Correa. ¿A cambio de qué tan generoso desprendimiento? Ojo que las finanzas de la revocatoria nunca fueron explicadas, pese a los continuos anuncios de Anel Townsend.

Ni sospecha ni indignación. Nada. De por medio está Susana Villarán, por lo tanto hay que mirar de costado y buscar temas más importantes para los que resulte mucho más conveniente levantar la voz, ¿no?

Y por si fuera poco, el jefe del gabinete de asesores de la Presidencia del Consejo de Ministros, Enrique Felices, ha sido apoderado de OAS. La PCM se ha apurado en defender este nombramiento, alegando que siendo socio del Estudio Miranda & Amado le tocó representar a OAS. Felices dejó el estudio de abogados el año pasado para incorporarse a la PCM.

No dudamos de que el abogado cuente con los atributos para el cargo que ocupa, sin embargo, gobernar es también hacer política, y consideramos un error dejar abierto un flanco de esta naturaleza en pleno escándalo Lava Jato.

La indignación sigue siendo selectiva.

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