Lo peor de todo, como ocurre ahora con Venezuela, es pretender que la Carta Democrática de la OEA, que nadie obedece, vaya a sacar a Maduro. (Foto: Reuters)
Lo peor de todo, como ocurre ahora con Venezuela, es pretender que la Carta Democrática de la OEA, que nadie obedece, vaya a sacar a Maduro. (Foto: Reuters)

Es larga la lista como largo el tiempo de gobernantes latinoamericanos de izquierdas y derechas que llegaron al poder con votos democrticos para luego alterar las reglas constitucionales y extender sus mandatos autoritarios por ms de una vez: desde Alberto Fujimori hasta Nicols Maduro, pasando por Hugo Chvez, Daniel Ortega, los Kirchner (Nstor y Cristina), Rafael Correa y Evo Morales.

Y no olvidemos el bien solapado intento continuista de Ollanta Humala y Nadine Heredia, al estilo de los Kirchner en Argentina. Heredia deba ser, desde el ventajoso sitial de primera dama y desde su cercana al poder y al manejo de los recursos del Estado, candidata presidencial! Felizmente el llamado proyecto de reeleccin conyugal se disolvi en su propio complicado peso anticonstitucional. Otros intentos reeleccionistas, como el ms reciente del presidente Horacio Cartes en Paraguay, juegan an su suerte contra viento y marea, bajo ribetes de revuelta social, como el asalto al Palacio Legislativo.

El comn denominador ms frustrante de todo esto es que los pases de la regin que ya llevan un promedio de 200 aos de vida republicana, lidiando con golpes de Estado y autogolpes, con democracias incipientes y reiterados casos de prolongacin del poder de turno, sigan siendo incapaces de declarar en sus cartas constitucionales la automtica nulidad del mandato del presidente electo que se atreva a cambiar las reglas del poder en beneficio de su reeleccin inmediata. Por qu no lo hacen? Sencillamente porque el caudillismo latinoamericano se alimenta y retroalimenta, constantemente, de un mal histrico nefasto: la reeleccionitis. No acepta estar fuera del poder una vez que el poder concluye su plazo de ejercicio.

Estamos ante un fenmeno que no necesita intervencin militar alguna, como en otros tiempos. Basta el consentimiento y la complicidad de las propias organizaciones polticas y de buena parte de la sociedad civil. Este es el espectro legal que acompaa al secuestro de los votos que convierten al candidato ganador en gobernante indiscutible y al secuestro de la democracia en su conjunto que la coloca en el papel de sostn del proyecto reeleccionista que sobrevendr para quedarse. No importan las reglas constitucionales. Importa el aprovechamiento del momento poltico. Si es popular, mejor.

Lo peor de todo, como ocurre ahora con Venezuela, es pretender que la Carta Democrtica de la OEA, que nadie obedece, vaya a sacar a Nicols Maduro. La OEA es lo que ha sido siempre: un saludo a la bandera y nada ms. Son los propios venezolanos los que tendrn que hacerlo despus de haber dejado que las cosas llegaran hasta el punto insostenible actual. Hay, sin embargo, una salida que ayudara al desgaste de Maduro: que la mayora de gobiernos latinoamericanos hagan lo que ha hecho el Per: retirar de inmediato a sus embajadores y no retornarlos hasta que la democracia haya vuelto a Venezuela. Esto funciona mejor y con menos gasto burocrtico que la intil OEA.

Los secuestradores de democracias van a tocar siempre las puertas del voto popular. Y no habremos aprendido la leccin.

MS EN POLTICA



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