(Foto: Reuters)
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Jaime de Althaus

Luego de unas semanas en las que se reabrió la confrontación entre el gobierno y , que amenazaba con dinamitar la posibilidad de referéndum sobre las grandes reformas judicial y política, parece que los poderes públicos nuevamente convergen en torno a ese objetivo. El presidente declaró el martes: “Pulamos cualquier arista que pueda estar generando un desencuentro, estoy dispuesto a hacerlo, pero sin perder el objetivo de la reforma”. Agregó: “Estamos dispuestos a mejorar los proyectos con aportes, sin desnaturalizarlos”.

Ese es el tono correcto. Simultáneamente, Fuerza Popular discutió en la reunión de bancada del martes debatir en forma acelerada las reformas para alcanzar el referéndum en diciembre. Se habría restablecido, entonces, el espíritu de colaboración, sin el cual es imposible conseguir ningún resultado. Ojalá.

El referéndum es importante para galvanizar a la ciudadanía a favor de los cambios y es clave que se consulte también en esa fecha la reforma política porque de lo contrario corremos el riesgo de que esta última se dilate y no se apruebe nunca. Pero demandará mucho trabajo, discusión e inteligencia mejorar algunos aspectos. No tiene sentido, por ejemplo, eliminar el voto preferencial en la elección de senadores y mantenerlo para elegir diputados, lo que solo sirve para reeditar la lucha intrapartidaria. Y la propuesta de la no reelección de congresistas debe ser revisada o complementada.

En la reforma política no debe perderse de vista que uno de sus objetivos es reconstruir un sistema de partidos. En las elecciones regionales y municipales ad portas ha habido un avance, pues comienza a revertirse la tendencia a la fragmentación política: por primera vez los partidos presentan más listas y los movimientos regionales menos. Pero todavía tenemos demasiados partidos políticos (23), la mayor parte de los cuales son falsos, meros logos al mejor postor. Eso tiene que acabar.

Los distritos binominales para elegir diputados ayudarán a reducir el número de partidos y, de paso, servirán para reconstruir canales efectivos de representación e integrar al país. La democracia tendrá más realidad y será más eficiente. Y la bicameralidad ayudará a la gobernabilidad y a la calidad de las leyes. Solo faltaría realizar la elección del Congreso luego de la segunda vuelta.

La tesis de que 130 congresistas son muy pocos porque habría “subrepresentación” es una falacia, porque en distritos binominales la cantidad de población representada se reduce (en comparación con los actuales plurinominales). Por lo demás, en Estados Unidos, una democracia mucho más desarrollada, tenemos 531.000 electores por representante, y acá solo 176.000, mucho menos. Son mitos.

Si las reformas –mejoradas– se aprueban en el referéndum y al mismo tiempo se busca y alcanza un acuerdo político para una agenda completa y masiva de cambios institucionales que no deje resquicio sin atacar, habremos pasado a otra República, habremos dado un salto histórico, habremos pasado de un estado patrimonialista basado en la reciprocidad de favores a uno moderno basado en el mérito, habremos asentado los derechos de propiedad, recuperado autoridad central e implantado el imperio de la ley en nuestro país. Este acuerdo político está pendiente.