Martín Vizcarra se reunió en dos oportunidades con Keiko Fujimori, tras asumir la Presidencia de la República. (Elaboración: El Comercio)
Martín Vizcarra se reunió en dos oportunidades con Keiko Fujimori, tras asumir la Presidencia de la República. (Elaboración: El Comercio)
José Carlos Requena

Seguramente hoy todas las portadas y los principales espacios mediáticos tendrán en su primera plana o lugar privilegiado algún aspecto del reciente intercambio suscitado entre la resucitada líder de Fuerza Popular, , y el presidente , en torno a reuniones sostenidas entre ambos: que si se sirvió café o infusiones, que si era una casa o un departamento, que si se sirvió o no ron Zacapa.

Habrán pasado a segundo plano no solo los temas importantes, sino también los urgentes, para tomar la dicotomía planteada por la señora Fujimori. En busca de su relanzamiento político, Fujimori parece dispuesta a todo.

Se resaltará menos la confirmación del buen momento que pasa el presidente Vizcarra en la aprobación popular, a pesar de que un reducido porcentaje de la población estima la carencia de un plan claro para el desarrollo del país. El repunte que reporta GfK (+16 puntos porcentuales) es mayor que el registrado por Datum e Ipsos hace algunas semanas (+10 y +11, respectivamente). Parece importar poco que solo uno de cada tres encuestados por GfK (35%) crea que Vizcarra tiene un plan claro para el desarrollo del país.

Se hablará menos, también, de las propuestas de reforma política que planteó Vizcarra hace un mes. El último domingo el viceministro Raúl Molina explicaba en este Diario algunos aspectos de los planteamientos del Ejecutivo, sin duda debatibles, que hoy pasarán a segundo plano.

También se obviará la discusión del Marco Macroeconómico Multianual, que presentó el MEF la semana pasada. Por lo pronto, el Consejo Fiscal cuestionaba algunos de los estimados del MEF. Según informaba El Comercio, “se advierte que el cambio en las reglas fiscales aplicables para el 2017 pueden elevar la volatilidad y prociclidad del gasto público y exacerbar el crecimiento del gasto en remuneraciones y pensiones”.

El Consejo Fiscal indicaba, además, que las variaciones dificultarían “el ordenamiento de las finanzas públicas de los gobiernos subnacionales, lo que pone en riesgo el manejo fiscal sostenible de los gobiernos regionales y municipales”. Ad portas del debate del presupuesto público del 2019 en el Parlamento –el ministro Carlos Oliva anunció hace unos días que el Consejo de Ministros lo aprobaría ayer– y teniendo en el corto plazo la renovación de los gobiernos subnacionales, es lamentable que se dedique poco tiempo y espacio a discutir estos trascendentales temas.

Ni qué decir de la situación de los ciudadanos venezolanos en el país, tratada en los espacios políticos con ligereza y desconocimiento. Fuentes oficiales reportaban el ingreso de cerca de 400 mil personas. ¿Qué hace falta para abordar esta situación como una crisis humanitaria y a sus víctimas como refugiados?

Como en la comedia de enredos y engaños de Shakespeare de la que se toma el título de esta columna, los personajes parecen dispuestos a todo por alcanzar sus objetivos. Lástima que, a diferencia de la ficcional pieza teatral, esta sea una historia real.