MDN
Senado
Diego Chirinos

El regreso a la genera hoy un consenso usualmente esquivo en los últimos años en la política peruana.

Académicos y analistas asocian, por estos días, al Senado con un accionar parlamentario más reflexivo; tal vez con el fresco recuerdo de dos últimos años de alta confrontación o la lejana imagen de aquella cámara disuelta en 1992.

“Se analizaba y reflexionaba mucho sobre las normas enviadas por una Cámara de Diputados que era principalmente política”, cuenta Raúl Ferrero Costa, miembro de aquel último Senado.

Recuperar tanto esa reflexión legislativa como la credibilidad del Parlamento son objetivos planteados por la propuesta del Ejecutivo. Veintiséis años después de disuelto el Senado, sin embargo, el escenario y la oferta política no garantizan necesariamente un cambio.

—Pasan la valla—
La iniciativa enviada hace unos días al Congreso plantea cuatro requisitos para ser elegido senador: ser peruano de nacimiento, tener por lo menos 35 años, gozar de derecho de sufragio y contar con 10 años de experiencia laboral o haber sido diputado.

Bajo esos lineamientos, solo dos de los actuales 130 congresistas serían inelegibles para ser senadores en el 2021. Marvin Palma (no agrupado) e Indira Huilca (Nuevo Perú) serían los únicos impedidos de participar en la contienda por lugares en el eventual Senado, al no cumplir con el requisito de edad.

Los 128 congresistas restantes podrían participar y ser elegidos senadores. Entre ellos, parlamentarios cuestionados como Yesenia Ponce (Fuerza Popular), Benicio Ríos (APP) o Wilbert Rozas (Frente Amplio).

“Esto demuestra que aun cuando la bicameralidad sea un mejor diseño, sería una ilusión creer que su reinstauración va a mejorar el desempeño parlamentario o la calidad de la representación. Por sí sola, no cambiarán las cosas”, advierte el politólogo de la PUCP Fernando Tuesta.

—¿Problema de filtros?—
Endurecer los filtros de acceso al Senado podría ser una primera reacción frente a las cifras antes descritas.

En otros países de la región, por ejemplo, se imponen vallas relacionadas con el nivel de instrucción (Chile) o la obligatoriedad de una filiación partidaria (Brasil) (ver infografía). Y propuestas locales, como la planteada en determinado momento por el congresista Gilbert Violeta, ponían sobre el tapete los años de cátedra como un factor para tener en cuenta.

“El problema de algunos de estos, en un país como el nuestro, es que son requisitos formales insuficientes para garantizar la calidad y podrían ser en algunos casos discriminatorios”, enfatiza el jefe de IDEA Internacional en el Perú, Percy Medina.

Así, todos los caminos llevan a un filtro previo a la postulación: la elección partidaria. Más aun cuando la propuesta del Ejecutivo para la votación habla de una lista cerrada y bloqueada; es decir, sin voto preferencial.

En esa lista cerrada, dependerá de la democracia interna quiénes llegan al Senado. El elector votará solo por el partido y no por un candidato específico de su preferencia.

“Cualquier requisito formal se quedará corto siempre. Lo más sensato es enfocarse en cómo los partidos eligen a sus candidatos y cuáles son sus mecanismos de reclutamiento. Si no hay democracia interna, las listas para senadores terminarán siendo decididas también por los caudillos”, agrega Medina.

El concepto histórico del Senado puede ser el de un lugar de consagración política, pero bajo los parámetros planteados dependerá exclusivamente de los partidos llevar a sus mejores cuadros a ese espacio.

“Si creamos un Senado para que sean miembros de este el ‘comeoro’, el ‘robacable’ y ese tipo de político cuestionado que hemos visto en los últimos quinquenios, no habremos avanzado nada”, remarca Ferrero Costa.

—Fortalecer el camino—
En el camino de esa consolidación partidaria, los especialistas consultados coinciden en que la renovación resultará clave. Sobre todo en el actual contexto de desencanto ciudadano hacia la política.

“Es muy fácil decir ‘que se vayan todos’. Pero, si nadie ingresa a reemplazarlos, quedarán los mismos. Los partidos políticos tendrán que renovarse de cara al eventual nuevo sistema bicameral”, sostiene Tuesta.

En ese escenario, la última palabra la tendrán los partidos políticos. Y, por supuesto, el elector.