Todos los ministros, nuevos y viejos, participaron en la reunión de hoy, encabezada por PPK y Mercedes Aráoz. (Presidencia del Perú)
Todos los ministros, nuevos y viejos, participaron en la reunión de hoy, encabezada por PPK y Mercedes Aráoz. (Presidencia del Perú)
Juan Paredes Castro

Con un en franco desgaste, tiene que tomar la iniciativa de ser lo que hasta ahora no ha podido ser: una primera ministra en la cancha política y no solo en las cuatro paredes de su oficina.

Ahora recuerdo que Kuczynski usaba en campaña electoral, cada vez que perdía puntos, una frase simplona: “¡Se acabó el recreo!”. Nunca supimos en qué momento se acababa el recreo para él, hasta el día en que estuvo al borde de la vacancia. Fue entonces que en verdad se acabó el recreo para su gobierno, para el antifujimorismo y para el fujimorismo. Resolvió salvar su presidencia e indultar a Alberto Fujimori.

Kuczynski acabó también, en el fondo, con el recreo del crecimiento económico. Ahora conocemos más ciertamente que la convivencia de ese crecimiento con crisis política ya no es posible. Más temprano que tarde explotarán ambas cosas y el fantasma del chavismo venezolano podría instalarse entre nosotros con una Verónika Mendoza, un Gregorio Santos o un Antauro Humala.

Aráoz, que sabe un poquito más que nadie de las debilidades de Kuczynski, tiene la oportunidad de acabar con el recreo presidencial, dejándolo en el nivel mínimo de acción y máximo de inacción en el que está, para que a partir de allí ella pueda llenar, desde la Presidencia del Consejo de Ministros, el vacío de poder y de confianza que siente el país como signo alarmante de ingobernabilidad y parálisis.

Lo peligroso sería tener a los dos más altos puestos del Estado prácticamente en nada.

Con la sensación de culpa de no haber cedido su lugar a un primer ministro de agallas políticas para un momento de grave crisis como el actual, Aráoz está en la obligación de convertirse en la jefa de gobierno del día a día. La híbrida naturaleza de su cargo le confiere sustento legal y de facto para reimpulsar el gobierno en una dirección protagónica de resultados, como lo hicieron Roberto Dañino y Luis Solari en los tiempos de Toledo, Jorge del Castillo bajo Alan García y Pedro Cateriano como salvavidas político de los Humala-Heredia.

En una primera tarea, Aráoz deberá centrar en ella los reportes ministeriales de acción inmediata para evitar que se pierdan en un Kuczynski más volcado a políticas de Estado y a su propia defensa legal. Ella tendría también que lograr ser reconocida en el interior y exterior de su Gabinete como la voz decisiva y decisoria del gobierno y la catalizadora de su orientación y acciones fundamentales.

En una segunda tarea, Aráoz tendría que contribuir, por ejemplo, a que el hoy tenso y dividido fujimorismo parlamentario pueda pensar un momento en el país. Que no sea, como dice Jaime de Althaus, un poder estéril. Ser, en suma, como primera ministra, una fuerza política dialogante y concertadora para hacer que hasta la izquierda, con todos los demonios que lleva por dentro, piense también un momento en el país.

Asuma, pues, su puesto sin titubeos, señora primera ministra. El Perú se lo agradecerá.

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