(Composición: El Comercio)
(Composición: El Comercio)
Juan Paredes Castro

No es que solo esté viendo la paja en el ojo del presidente y no la viga en el propio. También Vizcarra está viendo la paja en el ojo de la lideresa de Fuerza Popular y no la viga en el propio.

Lo que ambos no están viendo es que el país se asfixia políticamente día a día en esta confrontación inútil y en una dramática pérdida de tiempo y energía de portavoces y operadores que podrían estar más bien volcados a la aproximación de intereses y acuerdos mínimos.

Así tenemos a Vizcarra pidiendo y esperando que la mayoría fujimorista del Congreso corra detrás de la aprobación de sus reformas constitucionales en una sola legislatura y su consiguiente confirmación mediante referéndum.

¿Y quién dice que tendría que ser así?

Como una exigencia perentoria de este tipo, con plazo a diciembre y con un fuerte acento sobre el referéndum, le ha dado altos réditos de popularidad, el presidente siente que ha hecho todo de maravilla, olvidando que es el Congreso el que tiene la sartén por el mango no solo en la priorización y manejo de las reformas sino en la determinación del referéndum.

¿Qué pasaría, por ejemplo, si el Congreso resolviera aprobar expeditivamente las reformas judicial y política en dos legislaturas continuas, sin referéndum? Sobrevendría la pataleta de quienes quieren ver como prioridad el referéndum, no importa a qué costo en reformas apuradas y mal hechas. El arado delante de los bueyes.

Vizcarra comete el error de ver la paja en el ojo del fujimorismo, al pedir peras al olmo y pretender recogerlas en canasta, cuando la pesada viga en el propio le dice que sus propuestas contienen fallas garrafales y tienen necesariamente que pasar por un análisis y debate intensos en el Congreso.

Otra viga en el ojo de Vizcarra es haber pasado de priorizar en su discurso sus propuestas de reforma política vía referéndum, como la no reelección parlamentaria y la vuelta al Senado, en lugar de aquellas vinculadas a la reforma judicial, que fueron el centro de su discurso por Fiestas Patrias y la respuesta durísima a los escandalosos casos de corrupción de jueces y fiscales.

Cuando, de otro lado, Keiko Fujimori busca confrontar a Vizcarra, invitándolo a ocuparse más de su gestión gubernamental que del Congreso, ignora que el mandatario le ganó olímpicamente la iniciativa de las reformas. Es legítimo y meritorio que reclame la contraparte del Congreso como es legítimo y meritorio que reconozca que la cancha del Congreso tiene sus reglas y bemoles. Es un trabajo a cuatro manos: las del Ejecutivo y del Congreso, con la renuncia de cada cual a sus radicales posiciones.

La viga más pesada en el ojo de Keiko es la de victimizarse como piñata de sus opositores en lugar de devolver el golpe con más clase, dialogando y tendiendo puentes con quienes, paradójicamente, podrían construir con el fujimorismo, civilizadamente y salvando sus diferencias, una gobernabilidad en beneficio de todos los peruanos.