Las manifestaciones pictográficas de Faical o de Toquepala, en Tacna, se diferencian de los petroglifos, como los de Toro Muerto, en Arequipa, porque son pinturas y no tallados en piedras. (Foto: Flor Ruiz)
Las manifestaciones pictográficas de Faical o de Toquepala, en Tacna, se diferencian de los petroglifos, como los de Toro Muerto, en Arequipa, porque son pinturas y no tallados en piedras. (Foto: Flor Ruiz)
Álvaro Rocha

Desde este año hay vuelos directos a Jaén, lo que te evita 24 desquiciantes horas metido en un bus que pasa películas de acción clase B. Desde Jaén, calurosa y arrocera, se recorren 110 km por carretera asfaltada hasta San Ignacio de la Frontera, cafetero y de clima templado. En el camino hay puestos que venden agua de coco, piñas y chifles. 

Ahora que hay conexión aérea, una vía asfaltada que llega en un suspiro hasta la frontera y a las ciudades ecuatorianas de Loja y Cuenca, el alcalde de San Ignacio, Manuel Torres, está promoviendo los destinos turísticos de la provincia. El principal de ellos es Faical, una joya ignorada por el anterior aislamiento, ubicada a solo 13 km de San Ignacio. 

Nos detenemos ante unos impresionantes farallones. La cantidad de pictogramas en el cerro es alucinante, nada menos que 1.164 figuras, todas de color rojo ladrillo. Es la mayor cantidad de pinturas rupestres en Latinoamérica. Hay representaciones de osos, venados, peces, serpientes, actos sexuales, escenas de caza y guerra, dioses y astros. La calidad de los dibujos es notable y datan de hace 6 mil años.  

Esto abona la teoría de Tello de que el origen de la civilización andina se encontraba en la Amazonía. Desde Faical, la vista del valle es impagable, con las lenguas del Sol atravesando oblicuamente la floresta y destellando sobre el río Chinchipe. 

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