Ser auténtico no es solo llevar la cara lavada, por Luciana Olivares.
Ser auténtico no es solo llevar la cara lavada, por Luciana Olivares.
Luciana Olivares

Solo quería ver tu cara otra vez”, le dice Bradley Cooper a en A Star Is Born, la película que le ha permitido a Gaga, por primera vez en la historia de los Óscar, ser nominada a mejor actriz y mejor canción original en el mismo año. Su canción Shallow tiene la propiedad de erizarme la piel y ponerme los ojos brillosos al mismo tiempo cada vez que la escucho (si no lo has hecho, búscala en Spotity mientras me lees). Y su actuación me hizo enamorarme tanto del talento de esta mujer, que ya soy oficialmente un pequeño ‘monstruo’, apelativo que usa para nombrar a su comunidad de fans.

Pero estaba hablando de esa escena o dos (sin spoilear) en las que Jackson, el personaje de Cooper, le pide a Ally, personaje de , ver su rostro otra vez, mientras no la mira, sino que la contempla. Ally, quien a lo largo de su vida se ha sentido fea e insegura, no puede creer que este guapísimo cantante la considere hermosa, con su cara lavada y nariz prominente. Bradley Cooper, quien también es director y productor de la película, consideró que no usar maquillaje le permitiría a Gaga mostrarse lo más natural, vulnerable y auténtica posible.

Para el rol sin duda funcionó la estrategia, pero esto me hizo pensar. ¿En la vida real tiene el maquillaje todo ese poder de determinar cuán natural, vulnerable y auténtica es una? Lo pregunta alguien que confiesa ruborizada solo tener un lápiz de labios rojo en el cajón del baño. Pero cuando decido usarlo me siento poderosa y sexy. ¿Soy menos auténtica cuando me maquillo? En otras palabras, ¿mi cara lavada –más por incapacidad de maquillarme que por decisión– me hace más natural y, por ende, más auténtica? Muchas veces confundimos naturalidad con autenticidad. A veces pensamos que son sinónimos y nos perdemos en los conceptos, sobre todo cuando a apariencia se refiere. Solemos endiosar la naturalidad y sentenciar toda falta de ella. “Está guapa pero con su plata”, “Deberías verla sin tanto tarrajeo”, “Es una rubia al pomo” y podría seguir con la lista. Pareciera que para la sociedad ser natural es un valor en sí mismo. De ser así, el premio tendríamos que dárselo a la genética y no a la persona.

Yo más bien pienso que lo natural está sobreestimado en muchos aspectos de la vida. ¿O me van a decir que prefieren comer un pedazo de pescado crudo que un ceviche con sal y limón recién exprimido? Y no me salgan con que sigue siendo natural, porque para ser natural –ciñéndonos a su definición– no puede haber intervención del hombre.

Por eso me gusta más pensar que el concepto de autenticidad se refiere a mantenerse fiel y coherente con uno mismo y los demás. Ser auténtico no es una condición, es una decisión y allí radica la belleza de este concepto: la paleta de colores para serlo trasciende a un neceser de maquillaje. Por ejemplo, por más contradictorio que parezca, la autenticidad de una Lady Gaga con la cara lavada es más falsa que la dieta del lunes. Porque cuando Lady Gaga usa peluca, pestañas postizas y prótesis en la cara, es real y brutalmente auténtica. Si una buena base, un par de pestañas postizas o ese tatuaje que te recuerda tu mantra es lo que te reflejan o te dan confianza para enfrentar los días, camina orgullosa como en alfombra roja como Lady Gaga, que por cierto ha asistido a todas las premiaciones con el pelo más platinado que nunca y su maquillaje de siempre. Si alguien pregunta por qué no mantuvo ese look tan natural que tenía Ally, seguro ella respondería que eso sería esconderse detrás de un personaje de ficción y no mostrarse en su rol más auténtico. //

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