"Un pacto en salud, el primer paso para mejorar los servicios médicos en el país". Lee "La fe desde una cama", la columna de Lorena Salmón
"Un pacto en salud, el primer paso para mejorar los servicios médicos en el país". Lee "La fe desde una cama", la columna de Lorena Salmón
Lorena Salmón

de una clínica local, cama que ocupo desde el domingo pasado en que ingresé por emergencias debido a una infección estomacal muy poderosa.

Aún no me dan de alta porque no puedo resistir la comida, pero el suero ha evitado que me deshidrate.

Han sido días duros. De mucho malestar e incomodidad. Además, nada me pone más nerviosa que sentirme enferma y no poder tener el control con una infección estomacal.

Cuando yo me siento mal, lloro. Vomito y lloro. Siempre he sido así.
Pensaba en que todo el trabajo interior que profeso haber logrado de nada sirve para mí en momentos como estos, en los que literalmente siento que pierdo todo el control y el miedo se apodera de mi persona.
Y eso que mi marido ha dormido todas las noches conmigo, que toda mi familia me ha acompañado y que he recibido mucho, mucho cariño (gracias, chicos de Nodos).

No solo eso: el equipo de enfermeras a cargo de cuidarme siempre ha sido amoroso, cuidadoso y ha sabido tratar con mis nervios de la forma más inteligente: calmándome. “Ya va a pasar”, “esté tranquila”. Un poco más y me hacen cariñito en la cabeza. De hecho, recibo su visita múltiples veces al día.

Mientras me lamentaba de mi malestar, o cada vez que lo hacía, felizmente tenía la voz de mi conciencia –generalmente es la de mi marido– repitiéndome: piensa en todas las personas que pueden en este momento estar como tú, sintiéndose fatal pero tirados en un pasillo de hospital sin ser atendidos.

Una situación real por la que pasan tantos peruanos. De hecho, en el 2017 hubo más de 50 mil reclamos por mal servicio en el sector de salud pública.

Todos lo hemos visto, y seguro muchos lo han vivido en carne propia: hospitales públicos hacinados, con pasillos que hacen de improvisadas salas de atención, llenos de pacientes en camillas –o, peor aún, en sillas de ruedas– por falta de camas y espacio, y baños o laboratorios que terminan convirtiéndose en salas de recuperación. Sin contar que no hay abastecimiento de medicinas, ni siquiera servicios básicos como agua potable.

Y como si no fuera suficiente, la infinita y tediosa burocracia que todo entorpece y dilata ha sido responsable de que pacientes graves literalmente queden al borde de la muerte por no ser atendidos por papeleos.

¿Por qué? ¿Qué nos pasa?

Básicamente, el Perú es uno de los países que destina menos recursos a la salud pública. Sé que las comparaciones son terribles, pero si aquí destinamos en cuestión de salud 656 dólares por cada peruano, en países vecinos como Chile se destina 1.749 por ciudadano (imaginen que en Estados Unidos el gasto es de 9 mil).

Por eso somos de las poblaciones que más destinamos recursos de nuestros propios bolsillos en cuanto se refiere a gastos de salud, como la compra de medicamentos o exámenes, por ejemplo.

¿Desalentador, eh? Pues la buena noticia es que las buenas intenciones siempre están primero y en febrero de este año se logró un pacto de salud entre todas las áreas correspondientes del sector para una pronta mejoría en los servicios.

Hay que tener buena fe y paciencia. Se los digo yo que espero mi alta con calma. //

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