Cristian Rivero, escribió:  "Los sentimientos que nos haces vivir, son inigualables. ¡Gracias Perú! Desde donde esté, te celebro y me siento feliz de ser peruano". (Foto: Instagram)
Cristian Rivero, escribió: "Los sentimientos que nos haces vivir, son inigualables. ¡Gracias Perú! Desde donde esté, te celebro y me siento feliz de ser peruano". (Foto: Instagram)
Lorena Salmón

Comenzaré esta columna sacándolo de su zona de comfort, haciéndole una pregunta que lo llevará a la reflexión: ¿se considera usted honesto?

Un reciente estudio de la revista Science señala que los peruanos estamos jalados en honestidad cívica: es decir, somos pocos los que devolveríamos una billetera llena de dinero si la encontrásemos en la calle. De hecho, en términos matemáticos, solo el 13% de nosotros la devolvería, lo cual nos ubica junto a Marruecos, China y Kazajistán, entre los últimos lugares del ranking de honestidad cívica global.
Qué roche.

Para los que no saben qué significa ‘honestidad cívica’, el término designa el cumplimiento de las normas para vivir en sociedad.
En una sociedad deshonesta, la corrupción nos embarra de pies a cabeza.

Lamentablemente, nuestra ubicación frente al resto del mundo no me sorprende: los últimos mandatarios de este país, los jefes de Estado, los que juraron prever por el bien de nuestra tierra y el cuidado de nuestros recursos, se llenaron los bolsillos y habrían sido todo menos hipócritas si, al momento de juramentar, hubiesen dejado salir ese tan famoso: por Dios y por la plata, que inmortalizó hace 19 años, y para siempre, el congresista Gerardo Cruz Saavedra Mesones, de Perú Posible.

No tenemos vergüenza alguna.
O mejor aún: we don’t speak spanish.

Hace algunos meses atrás tuve la oportunidad de viajar con un grupo de periodistas e influencers de Sudamérica. No necesité hacer ningún resumen introductorio de mi procedencia: el Perú estaba en boca de todos y no precisamente porque estábamos degustando nuestra exquisita gastronomía.

“Es increíble lo que ha pasado en ese país, la mayoría de sus ex presidentes están presos o camino a estarlo”, sostuvieron.
Yo, con voz de consuelo, solo atiné a decir: “Pero somos el país donde se come más rico…”.

Ningún peruano puede en la actualidad desestimar los logros que la cocina local ha conseguido para este país: el fallecido Julio Hevia –cuyo libro póstumo, Comer, beber y hablar, se acaba de publicar y es de obligatoria lectura– señalaba que “el DNI del peruano era el habla, la comida y la bebida”.

Cuando estamos todos alrededor de una mesa, se rompen barreras. Quizá por lo que el célebre Gastón Acurio enunció tiempo atrás: la cocina es amor, tolerancia y compartir.

Nada me hace más feliz que nuestra comida haya roto fronteras impredecibles y que hasta Gordon Ramsey se haya sentado con Virgilio Martínez para exponer nuestra cocina en la BBC.

Ojalá y nuestra buena fama trascendiera también en ámbitos fuera de los culinarios y que esa pasión que sentimos por la comida (y por el fútbol, somos la mejor hinchada del mundo), que esa lucha y misión de cada chef, cocinero, cada hombre y mujer responsable detrás de nuestra milenaria sazón, nos lleve a ocupar otros puestos en otros rankings. Como el de honestidad cívica.

Y como para convivir en una sociedad sana también se requiere celebrar los pequeños logros, aquí tienen a dos peruanos cuyas acciones nos inspiran:

Carlos Rodríguez: en febrero de este año devolvió las joyas que su pasajera dejó olvidadas en una carrera en Miraflores. Anteriormente, ya había devuelto una importante suma de dinero de otra pasajera.

En mayo y en Arequipa, Diego Perales devolvió casi 4.000 soles en efectivo que una pasajera dejó en su carro.

Sí se puede. //

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