"La FIFA y la coca", por Pedro Suárez-Vértiz. (Ilustración: Nadia Santos)
"La FIFA y la coca", por Pedro Suárez-Vértiz. (Ilustración: Nadia Santos)
Pedro Suárez Vértiz

Desde el anuncio de la aparición del metabolito ese en la sangre de , me vine abajo. Esto, sumado al pésimo primer partido de nuestra selección contra Nueva Zelanda en Auckland –ya sin él–, me convenció de que nuevamente no iríamos a un .

Vivo muy cerca del hotel Marriott, en Miraflores, por lo que me comí todas las explosiones, fogonazos y humo que los hinchas peruanos generaron, para hostigar a los hospedados neozelandeses. Aquel caos a las 3 de la madrugada me dejó sin dormir. Además, por la mañana, pasaron aviones caza casi rozando mi edificio. Eso sí me gustó. Pero igual pensé: “Ahora sí nos fregamos. Mañana nos golean”.

Ya de noche vi el partido sin ningún optimismo, para no sufrir como lo venía haciendo desde los 12 años. De pronto, vi la maravillosa jugada y pase de a , el brutal remate al arco y ¡goooooooooooooool, carajoooo! No lo podía creer. El partido me atrapó exactamente como no quería que me atrape. Mis hijos, vírgenes de frustraciones, notaron mi cara de pánico: “Papá, ¿qué te pasa?”. Les dije: “Si no metemos un segundo gol ahorita, nos empatan y luego nos ganan. Me conozco esta película de memoria”.

Pero el gol de Ramos y su celebración lanzando telarañas llegó. El corazón casi se me sale por la boca. Sabía que la clasificación al Mundial podía causarme un shock peor que la acostumbrada descalificación. Pero clasificamos y no me morí. La felicidad de imaginar que iba a ver el Mundial con mis hijos fue una de las más grandes de mi vida. Cerré los ojos y se lo agradecí a Dios. Durante días, al despertar, me desesperaba la idea de que todo haya sido un sueño.

Al mes, de yapa, la espectacular noticia de la reducción de la suspensión de Paolo, de un año a seis meses, me hizo el año. Pero yo pertenezco a un grupo de WhatsApp de expertos en fútbol que nunca fallan con sus pronósticos: Manuel Garrido Lecca, ‘Chama’ Orlandini y mi primo hermano, homónimo de nuestro tío abuelo, el tenor Luis Alva. 

Orlandini escribió: “Paolo va a caer en el típico negocio de los abogados, que es alargarla para seguir sacándote plata. Le van a decir: ‘Ok, la te redujo a seis meses, pero no quedó claro si eres realmente inocente. Qué dirán los niños. No te conviene. Demostremos tu inocencia’”. Luego Garrido Lecca nos envió el caso del jugador ecuatoriano que reclamó por su castigo y al que el le dobló la pena. Dicho y hecho, los abogados de Paolo apelaron. Aplausos para mi grupo.

Muchos dicen que el TAS iba a meterse, aun si Paolo no apelaba. Pero, como dijo el comentarista Erick Osores, “eso nunca lo sabremos”. Esta clara verdad reduce en un 50% aquella posibilidad de que el TAS intervenga. Y no garantizarla al 100%, como finalmente ocurrió gracias al reclamo.  

La figura es sencilla: la FIFA le bajó de un año a seis meses el castigo a Paolo. Que es como que tu profesor te castigue y luego te baje el castigo a la mitad. Pero tú, como eres inocente y te ofendiste, vas a reclamarle al director para que cancele totalmente el castigo del profesor. Pero, oh sorpresa, el director se entera por ti mismo de lo que hiciste. Y dice: ese profesor debió castigarte más. Y te bota del colegio. Obviamente, el profesor ya no va a volver a ayudarte para evitarlo.

Puede que el director haya sabido lo que pasó y que lo haya dejado pasar. Pero si lo invitas a participar en el problema formalmente mediante tu reclamo, pues él debe cumplir con su deber objetivamente.  

No me interesa cómo se contaminó Paolo. La cantidad en su sangre de la sustancia prohibida es ridícula. Al hipersano también lo castigaron igual, y del Solar no consume ni agua con gas. ¿Consecuencia? Lo retiraron como entrenador de menores del Real Madrid. Hoy quizás sería un Mourinho en Europa.  

Quizá medio Perú tiene el bendito metabolito y no lo sabe. No quiero pecar de hincha soñador, pero la gente del Gobierno debe ir a Suiza a pelear el tema. Si es esta semana, mejor. 

Esta columna fue publicada el 19 de mayo del 2018 en la edición impresa de la revista Somos.

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