¿Cómo es tener un maravilloso hijo de 14 años?, por Lorena Salmón. ILUSTRACIÓN: Nadia Santos.
¿Cómo es tener un maravilloso hijo de 14 años?, por Lorena Salmón. ILUSTRACIÓN: Nadia Santos.
Lorena Salmón

Mi hijo mayor cumple este mes 14 años.

Tengo que repetirlo en voz alta una vez más y escribirlo de nuevo: mi hijo cumple 14 años.

En abril del 2005 yo tenía 23 años, 20 kilos encima, cinco tallas extra de sostén, el pelo corto y ni la menor idea de cómo sería mi vida de mamá de Horacio.

Había elegido su nombre porque durante el embarazo traté de leer Rayuela, una vez más, y pude finalmente terminarla.

Horacio Oliveira, el protagonista de la novela, me había acompañado en los últimos meses de dulce espera. Un día, manejando por la Javier Prado –nunca lo olvidaré–, como una epifanía, sentí que mi hijo hombre a punto de nacer se llamaría así.

Horacio.

Cuando comenté a mi familia que se llamaría de esa forma trataron de persuadirme y cambiarlo. No les gustaba.

Yo vivía en casa de mis padres, no tenía pareja y me moría de miedo.

No había terminado la universidad, me faltaba un ciclo para acabarla, no tenía trabajo fijo y enfrentaba la incertidumbre absoluta cada mañana.

Felizmente nunca me sentí sola.

El día que di a luz estuvieron mis mejores amigas a mi lado, mi hermana y mis papás. Ese día trascendental en el que a uno literalmente le cambia todo. Ahí a mi lado, dándome la mano.
Recibí tanto amor y tanta ayuda.

Horacio siempre fue un niño hermoso. Luz.

Juntos hemos lidiado con penas tremendas y aprendido a entender que no siempre hay porqués para todo ni tenemos que encontrar todas las respuestas.

Nos han pasado tantas cosas en estos 14 años.
Hemos crecido a punta de prueba y error.
Hemos aprendido a superar miedos, a entendernos, a pedirnos perdón y a perdonar también.
Hemos disfrutado de tantas experiencias increíbles, divertidas, inolvidables, hemos recorrido tanto.
Lo recuerdo como si fuera hoy: hace años te dije que cuando cumplieras 15 te llevaría a Nueva York y tus ojotes se abrieron emocionados.

No puedo creer que estoy a nada de cumplirte esa promesa y que hayas cambiado el destino por Europa. Ja.

No puedo creer que tuvimos la suerte de encontrar con quién formar una familia y hacerla crecer. Y ser felices.

Porque lo somos. Con nuestras carencias, equivocaciones, terquedades y diferencias.

Horacio no habla mucho pero he aprendido a interpretar sus silencios.

Es quizás de los más nobles de mi familia, preocupado siempre porque todos estemos bien, a todo nivel.

Me dice ‘mami’ y me abre la puerta del carro.
Yo, como cualquier madre en su sano juicio, me muero por él.
Mi churro, bb.
Ahora se encierra en su cuarto.
Y yo observo cómo las hormonas de los 14 años se apoderan de él.
Igual estoy en calma.
El otro día fue a una fiesta, que salió “bravaza”. Le pregunto si alguno de sus amigos había llevado alcohol, muy serenamente.
–Hora, a esa edad es común que los chicos comiencen a tomar, fumar o inclusive a experimentar con drogas.
-Sí, mamá, pero no te preocupes, nosotros somos legales.
Me conmoví.

No quiero imaginarme el día de su cumpleaños. Lloraré de principio a fin (¡14 años!).

Aún no me ha dicho qué es lo que quiere hacer, pero yo sé qué haré: le diré desde que abra sus ojos que lo amo y que le agradezco por venir a darle sentido a mi vida.

Luego lo abrazaré y no lo soltaré hasta que me diga basta. Prepárate. //

Contenido Sugerido

Contenido GEC