¿Sabemos los padres qué asusta a nuestros hijos cuando duermen?, por Renato Cisneros
¿Sabemos los padres qué asusta a nuestros hijos cuando duermen?, por Renato Cisneros
Renato Cisneros

Las historias de Ouija contadas por gente que aseguraba haberse comunicado con el abuelo recientemente fallecido. Los avances publicitarios de El exorcista en canal 9, en pleno horario infantil, cuando uno recién se disponía a hacer las tareas. El antiguo mito de la viuda negra que a la medianoche pedía un aventón en la Costa Verde o el cerro San Cristóbal. O la leyenda de la embrujada Casa Matusita, de donde el periodista Humberto Vílchez Vera salió, supuestamente enloquecido, botando espuma por la boca, cuatro días después de haber ingresado (versiones más maliciosas aseguran que fue a las dos horas).

Ese era el tipo de cosas que nos daba miedo antes de Internet, cuando éramos púberes –o no tanto– y era fácil sugestionarse con relatos que hablaban del demonio, de espíritus del más allá, de inquietantes presencias malignas o fenómenos paranormales; relatos cotidianos que uno luego retransmitía en noches de apagón o madrugadas de campamento, y cuyos oscuros personajes tal vez nos atormentaron al momento de dormir.

Hoy, los centennials tienen sus propios monstruos, que no solo intimidan a los niños, sino que interactúan con ellos a través de las redes sociales y hasta influyen en su comportamiento. Hace solo unos días mi hija, de apenas un año y siete meses, despertó sollozando de una manera distinta de cuando lo hace por hambre. ¿Habría tenido un mal sueño? La pregunta la despejó pronto el pediatra Gustavo Rivara, quien me alertó de la existencia de dos entidades digitales que por esta época andan causando terror en Internet: Momo y Ayuwoki. Pensé que se trataba de una broma, pero el doctor Rivara comentó seriamente que cada vez son más los padres de familia que llegan a su consultorio preocupados porque sus hijos se desvelan desde que vieron a esos engendros infiltrados en, por ejemplo, los vídeos de YouTube Kids.

El primero, Momo, es un ubume, un fantasma japonés de ojos exorbitados y sonrisa desquiciada, cuyo aspecto de mujer-pájaro fue tomado de una escultura que el artista Keisuke Aiso exhibió en una galería de Tokio en 2006. Hace poco, en declaración al diario británico The Sun, Aiso confesó haber destruido la escultura una vez que supo de los efectos negativos que viene causando entre niños de distintas partes del mundo.

Según indican ciertos youtubers –que son quienes promocionan a estas criaturas en videos visitados por millones de adolescentes masoquistas o morbosos–, Momo ataca vía YouTube o WhatsApp, bombardea a sus víctimas con información muy selecta de su vida personal y las someten a desafíos como autolesionarse o herir a determinadas personas.

El otro ente maléfico, Ayuwoki, es un Michael Jackson desfigurado, convertido en escalofriante meme y protagonista de una de esas cortas historias fantasmales de Internet llamadas creepypastas. El nombre Ayuwoki es una contracción de “Annie, ¿are you ok?”, frase que se repite a lo largo del coro de Smooth Criminal, uno de los temas más famosos del ‘Rey del Pop’. Si lo invocas a las tres de la madrugada, Ayuwoki aparecerá en tu pantalla portátil y, con mala suerte, no se irá de tus pensamientos.

Es obvio que detrás de estos muñecos aberrantes hay una mafia de hackers expertos en robar información privada y desatar el pánico entre menores de edad. El problema es que esta vez están consiguiendo su objetivo con más eficacia. “Son amenazantes, aparecen de improviso en los videos de los niños y los obligan a hacer cosas terribles. Mi sobrina no duerme al recordarlos”, advierte el doctor Rivara a través de su página de Facebook.

Confieso estar preocupado por lo que mi hija pueda encontrarse en YouTube. Lo último que recuerdo haber visto con ella son inocentes videos ochenteros de Yola Polastri cantando Eco y El telefonito en el set de canal 4. La ‘Chica de la Tele’ aparece rodeada de sus Burbujitas y de una decena de peluches viejos y ciertamente esperpénticos; elementos todos que, ahora que lo pienso, bien podrían haber provocado la primera pesadilla de mi hija. //

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