(FotoIlustración: Nadia Santos)
(FotoIlustración: Nadia Santos)
Luciana Olivares

Una barra de bar. Camila, una mujer en sus treinta y muchos, está sentada sola mientras toma un vodka. Está producida, tiene un vestido corto y tacos. Lleva un aro de matrimonio en la mano que se saca y deposita en su diminuta cartera. De pronto, al otro extremo de la barra se sienta Roberto, 40, está con terno, pero con la corbata algo desajustada; se nota que viene de un día de trabajo largo. El mozo se le acerca y le pasa la carta.

Camila: Hola, ¿te puedo hacer una pregunta?
Roberto: Hola, sí claro.

Camila: ¿Tú sabes cuál es el trago que tiene menos calorías?
Roberto: La verdad, no sé, nunca me había puesto a pensar en eso. ¿Cuál es ?

Camila: Vodka con agua con gas y zumo de limón; es como una limonada coqueta.
Roberto: Muy valiosa información, en serio… [Aparece el mozo] Un whisky puro, por favor. No es que no me interese tu consejo, pero yo soy más de whisky. Bueno, chica vodka, me encantaría saber tu nombre.

Camila: Soy Camila y soy impulsadora de vod-ka. No, no es verdad, soy publicista y antes de que me digas ‘Cami’ te advierto que no me gustan los diminutivos y lo digo en todo sentido.
Roberto: Mucho gusto, Camila. Soy Roberto, economista. Así que eres “la chica que piensa en grande”. Es un slogan eso, ¿no? Así le dicen en publicidad. Llevé un curso de marketing. Teníamos que hacer un ejercicio de vendernos como si fuéramos un producto. ¿Qué producto serías tú, Camila?

Camila: Soy un gusto adquirido. No soy un helado de vainilla que a todo el mundo le va a gustar; tampoco soy un mondongo que te tienes que comer por compromiso. Soy un maki de conchas sin coral, aceite de trufa blanca y huevitos de pez volador. El sabor puede ser fuerte al inicio, pero de allí te fascina y no puedes dejar de comer.
Roberto : Qué rico. Yo soy un huevo frito. Soy simple, básico, me adapto a cualquier circunstancia, rara vez le caigo mal a alguien y me caliento rápido. ¿Quieres ir a otro sitio conmigo?

Camila: ¡Roberto, los huevos! ¡Me olvidé que tenía que comprar huevos para hacer los sánguches que tiene que llevar Fátima mañana al cole! Te iba a mandar un mensaje ahora para que compres de camino aquí, pero me olvidé.

Roberto pide la cuenta mientras Camila se coloca de nuevo el anillo en el dedo. La pareja –que en realidad tiene 10 años de casada– se da un beso cómplice y se van de la mano planificando su próximo encuentro como dos desconocidos en el mismo bar.

Lo que acabo de compartir contigo es un roleplay, una de mis fórmulas favoritas cuando de encender y sostener la pasión se trata. Me gusta porque es una invitación a jugar, fantasear y hacer a tu pareja tu cómplice. Es también un espacio para desinhibirte, sentirte sexy, libre de decir y hacer lo que te plazca porque estar en personaje te da esa licencia. Te permite ser quien tú quieras y estimular tu imaginación y la de tu pareja.

La pasión no viene incluida en las relaciones con un certificado de garantía de por vida. La pasión hay que trabajarla y darle sopladitas todo el tiempo, como cuando haces parrilla y tienes que estar pendiente de que el fuego no se apague.

No subestimes el poder del juego en las relaciones, porque jugar por supuesto que es cosa de grandes. //

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