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Niña madre
Oscar García

Un 8 de abril de 1939, el personal del hospital San Juan de Dios, en Pisco, se agitaba desde temprano por el arribo de una paciente con un caso raro. Ese día, a las 8 de la mañana, Tiburcio Medina, un campesino de Huancavelica, había llegado con su hija Lina, de cinco años y seis meses, para que la atendieran por una deformidad que le reportaba cólicos y combaba su vientre con cada mes que pasaba.

Los galenos de medicina general derivaron el caso de inmediato a donde su jefe, el Dr. Gerardo Lozada, quien no salía de su incredulidad mientras le hacía exámenes. Culminado el chequeo, Lozada le comunicó al padre de Lina que su hija estaba embarazada de siete meses. Le dijo también que, por tratarse de un caso delicado, debía dar parte a las autoridades.

Ese mismo día, la policía detuvo a Tiburcio y lo encerró en la carceleta de la comisaría de Pisco hasta que se aclarara quién era el autor en ese evidente caso de violencia sexual infantil.

-EL EXTRAÑO CASO DE PUBERTAD PRECOZ-
El estupor del padre al recibir la información de que su niña iba a ser mamá era similar al de los médicos. Y al de la gente común también. En Ica, las beatas se santiguaban en las iglesias, mientras que otros pugnaban por entrar al hospital, por curiosidad morbosa. La noticia llegó a Lima cuando la prensa sensacionalista empezó a reportar el hecho. Casi al mismo tiempo, el tema ya era un motivo de debates en las principales academias de medicina del mundo.

Hubo quienes se mostraron escépticos y desafiantes, como el Dr. Morris Fishbein, de la Asociación Médica Americana, que aseguraba que debía haber un mal registro en los datos, pues “es difícil averiguar la edad de los niños entre las tribus primitivas”. Esto fue rebatido por el Dr. Héctor Larrabure, entonces director de la Maternidad de Lima, que fue la institución que acogió a Lina cuando fue trasladada a la capital. Larrabure aseguró que al momento de llegar a su centro, ella contaba con todos sus dientes de leche.

El diagnóstico médico era el de un caso extremo de pubertad precoz, condición extraña que hace que algunas mujeres adelanten su menstruación antes de cumplir los ocho años. Según reportes, la niña habría empezado a sangrar antes del primer año de vida y a los dos ya presentaba incipiente vello púbico.

Como quiera que se trataba de una situación anómala, la madre de Lina guardaba en secreto esos síntomas. Ella, su esposo y sus ocho hijos vivían en desarmante pobreza, durmiendo todos juntos en un mismo cuarto, sobre pieles de carnero que repartían en el suelo.

El Dr. José Paredes Sandoval, de especialidad gineco obstetra, considera que los casos de pubertad precoz se pueden tratar. “Su incidencia es de 2 por cada 10 mil niñas. El tratamiento regular incluye una terapia hormonal mediante el suministro de ampolletas, hasta llegar a los nueve años”, anota.

Niña madre

-UNA CADENA DE INJUSTICIAS-
Paredes es autor del libro Madre a los 5 años. Ahí está retratada la larga odisea de Lina, que un 14 de mayo de 1939 dio a luz a un bebe varón, al que pusieron de nombre Gerardo, como el Dr. Lozada, que fue para los Medina como una figura tutelar. El parto fue por cesárea, lo que se consideraba una proeza pues nunca se había practicado semejante intervención en una niña. Pese al cuidado de los médicos de la Maternidad, la prensa convirtió su caso en un show, pugnaban por la mejor foto, pero hicieron poco para ayudar a esclarecer la paternidad de la criatura o dar con el culpable.

El tema era considerado tan tabú que apenas si se menciona en los reportes. La policía descartó que Tiburcio fuera responsable y fue liberado a los pocos días. Los reflectores cayeron sobre un hermano de Lina pero las sospechas condujeron a nada. La fiscalía abrió investigación pero no dio con el autor del delito.

Según Paredes, hubo otras injusticias en el caso de Lina. Sus padres firmaron un acuerdo con investigadores de Estados Unidos para que se los lleven allá. El acuerdo garantizaba el futuro económico de los niños, pero el Estado terminó con eso al asumir la tutela de los menores un 7 de junio de 1939. El fin era protegerlos de una explotación que no ocurrió, y más bien nunca apoyaron en la manutención. El padre de Lina batalló en la Corte Suprema para recuperar la patria potestad, que le fue devuelta al año siguiente.

Lina y Gerardo se llevaban cinco años y se trataban con complicidad de hermanos, aun conociendo su filiación. El último murió de una enfermedad rara en 1979. Ella, por su parte, vive en Lima, con 85 años a cuestas y sola, pues enviudó en el 2009. Toda su vida vivió con estrechez, con el sueldo que le reportaba ser secretaria, y rechazó una pensión de gracia del Estado en el 2002, solo para evitar a los curiosos. Al día de hoy sigue llevando una vida ajustada y en el retiro, lejos de la prensa que hace 80 años la convirtió en una noticia mundial, un fenómeno, aunque nadie le consultara si era ese su deseo. //

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