MDN
Renzo Costa
Vanessa Cruzado Alvarez

Cada vez que Iván Montenegro (31) menciona a sus hijas, hay un brillo particular en sus ojos: su amor trasciende todo y lo transmite mediante señas. Jasuri, de seis años, e Ivanna, de un año y nueve meses, lo saben, sienten y entienden. No causa extrañeza, pues, que ni bien lo vean, corran hacia sus brazos mientras gritan “papá, papá” para un cálido abrazo. Las pequeñas se emocionan, además, de ver a las 10 a.m. –un horario distinto- a papá, que hace un alto en su trabajo en la fábrica de , en la Av. Prolongación Arica 1865, Cercado de Lima, para contarnos su historia.

Iván perdió la audición a los cinco años. “Mis padres me llevaron al hospital porque me dolía mucho el oído”, recuerda. El médico les explicó que no había más por hacer y aprendió, entonces, el lenguaje de señas. Continuó con sus estudios de primaria y secundaria en el colegio Juan Mejía Baca de Chiclayo. En plena adolescencia, allá por el 2007, conoció a Clara Zaavedra (27), su actual pareja y madre de sus dos hijas. “Primero fuimos amigos. Ahí me enseñó el lenguaje de señas, que no es tan complicado como parece”, recuerda Clara. “Me gustó su forma de ser y nos enamoramos”, admite.

Estuvieron juntos un tiempo, pero -por circunstancias de la vida- se separaron. Por casualidad, se reencontraron en 2010 y decidieron retomar la relación, que trajo consigo un problema: la familia de Clara no aceptaba la unión por la pérdida auditiva de Iván. En un intento por seguir juntos, decidieron escapar a Lima y empezar una nueva vida.

NUEVO COMIENZO
Aunque su historia parezca tener similitudes con Romeo y Julieta, lo cierto es que Iván y Clara tienen capítulos más felices. Al llegar a la capital, lo primero que buscan es trabajo. “Poco a poco fui conociendo la ciudad y encontré a la Asociación de Sordos de Lima”, rememora. Empezó a estudiar computación hasta que, un año después, recibió una noticia que cambió su vida: se convertiría en papá. “Dejé de estudiar y empecé a buscar trabajo. Los de la asociación me ayudaron mucho”, admite. Así encontró una empresa en la que trabajó por seis años.

“Me cambiaban constantemente. Empecé en el área de diseño, pero me dijeron que no podía estar ahí porque no tenía el cartón [de estudios]. Luego estaba en el área de producción. A veces tenía que troquelar las ligas, colocarlas y prensarlas”, señala Iván. Las cosas no tomaban buen rumbo y decidió dejar de trabajar en mayo del 2017.

Sus amigos le comentaron que en Renzo Costa estaban en búsqueda de personal: le aseguraron, además, que su sordera no representaría un problema e incluso, lo empoderarían. Y así fue. Postuló y en junio de ese año se unió a la empresa. “Al inicio fue difícil porque era el nuevo”, admite Iván. Sin embargo, gracias al ambiente y sus compañeros, pudo adecuarse en poco tiempo. En la empresa, el chiclayano de 31 años se dedica a la reparación de productos de la marca. “Me gusta [lo que hago ahora]. Para mí, el horario [laboral] no importa mucho. Si alguien necesita mi ayuda, me quedo a hacerlo”, confiesa.

CRIANZA EN TIEMPOS MODERNOS
Iván trabaja de 8 a.m. a 6 p.m. Una vez en casa, en San Martín de Porres, toda su atención la tiene sus hijas. “Ni bien llego, vienen corriendo a recibirme”, admite con una gran sonrisa. Las ayuda con sus tareas del colegio y, cuando no entienden algo, Clara les explica. Mientras, ellas aprenden el lenguaje de señas. “Les he enseñado algunas palabras y su mamá también me ayuda para que ellas conozcan más”, señala.

Ambos son conscientes de los riesgos que sus hijas enfrentarán en un futuro. “Me preocupa mucho. Sé que las pueden asaltar, raptar, violar y matar. [Tengo claro que] tengo que hablarles de esos riesgos. Que entiendan que a veces no importan tanto las fiestas con los amigos, la diversión, sino su seguridad. Es algo en lo que estoy trabajando y, como te digo, me preocupa mucho”, confiesa Iván. Clara, por su parte, no quiere ni imaginarse el panorama. Admite querer disfrutar el presente con su familia.

Por ahora, ambos sueñan: Iván, con su local propio cerca a casa para poder pasar más tiempo con su familia; Clara, en que sus hijas tengan un mejor futuro.

-Así es el programa de integración social de Renzo Costa-
El principal objetivo es incluir a personas con habilidades diferentes dentro de su equipo de trabajo. Un equipo de profesionales lleva a cabo la selección (en colaboración con el centro Ann Sullivan y la Asociación de Sordos de Lima) y los trabajadores con mayor experiencia ofrecen sus conocimientos para la capacitación en el área correspondiente.

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