Los tres posibles candidatos en liza –Marco Arana, Verónika Mendoza y Gregorio Santos– diseñan por separado sus propias estrategias partidarias y electorales.
Los tres posibles candidatos en liza –Marco Arana, Verónika Mendoza y Gregorio Santos– diseñan por separado sus propias estrategias partidarias y electorales.
Juan Carlos Tafur

La mentada unidad de izquierda ha devenido en una quimera o un fetiche histórico que aún supervive luego de la experiencia exitosa de Izquierda Unida en la década de los 80. No hay posibilidad ni voluntad de forjarla. De hecho, los tres posibles candidatos en liza –Verónika Mendoza, Marco Arana y Gregorio Santos– diseñan por separado sus propias estrategias partidarias y electorales. 

Mendoza sigue en el proceso de recolección de firmas y el venidero diciembre realizará el congreso fundacional de Nuevo Perú. Difícilmente logrará participación electoral en las justas municipales y regionales del 2018, pero prepara una ruta política hacia el 2021, aunque se vea muy difícil que logre la inscripción. 

Marco Arana trata de capturar al votante radicalizado y busca entablar dura competencia a Gregorio Santos en ese sentido. No tiene la menor intención de promover una candidatura unitaria ni nada que se le parezca y en su caso sí anda pendiente de conformar listas en la mayor cantidad de circunscripciones. 

Por su parte, Gregorio Santos, quien seguramente tendrá que ‘alquilar’ una franquicia electoral, por el tiempo corto que queda, recorre el país reclutando candidatos para fortalecerse en estas elecciones municipales y regionales. 

El problema de la izquierda, sin embargo, va más allá de un tema de unidad partidaria. Hace tiempo que la izquierda peruana dejó de representar a los descontentos, que siguen siendo más de los deseables a pesar del crecimiento económico de los últimos años. 

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