El jueves se subió al avión presidencial después de 18 años –según recordó, al tiempo que colgaba un selfie en su Twitter–, al programar un viaje a Puno con PPK. El mal clima los bajó al llano. (Foto: Andina)
El jueves se subió al avión presidencial después de 18 años –según recordó, al tiempo que colgaba un selfie en su Twitter–, al programar un viaje a Puno con PPK. El mal clima los bajó al llano. (Foto: Andina)
Juan Carlos Tafur

La información que se maneja en la interna del grupo de es que serían por lo menos quince congresistas naranjas los que estarían en contra de un nuevo pedido de vacancia y que, en esa medida, buena parte de ellos podría abandonar el barco de Fuerza Popular si la agrupación se suma al pedido originalmente planteado por el Frente Amplio y Nuevo Perú. 

En estos momentos, la disputa interna pasa por el anhelo de Kenji de que su bancada sea reconocida como grupo parlamentario mixto, para, de esa manera, tener acceso a asesores, comisiones e, inclusive, derecho a un escaño agrupado diferenciado de los asientos de Fuerza Popular. 

La decisión, al parecer, depende del criterio de José Cevasco, oficial mayor, quien hasta el momento no se pronuncia sobre el tema. En caso el pedido sea rechazado, se acudiría a instancias legales para conseguir el propósito. 

El grupo de Kenji posee una oficina de unos 60 metros ubicada en el tercer piso del propio hemiciclo, además de las que propiamente le corresponden a cada parlamentario y que están en locales vecinos. Esa oficina le fue proporcionada a Kenji en su calidad de presidente de la Junta de Portavoces, cargo que detentó por ser el parlamentario más votado. 

Esa oficina tiene historia. Allí se hicieron las coordinaciones telefónicas y presenciales cuando diez congresistas se abstuvieron de votar por la vacancia de PPK. Fuentes del entorno de Kenji aseguran que no hubo jamás llamadas de Alberto Fujimori a algunos congresistas disidentes el mismo día de la votación. “Eso es leyenda urbana. Quien llamaba era Kenji”, asevera. 

Como dato anecdótico, misteriosamente ese día se desconectó el ascensor que conducía a esa oficina, seguramente para evitar las coordinaciones señaladas. 

Allí irrumpieron los congresistas Luz Salgado, Alejandra Aramayo, Milagros Salazar y Juan Carlos Gonzáles, durante la jornada del 21 de diciembre, cuando se encontraban en ella Kenji Fujimori, Maritza García y el asesor Alexei Toledo, para tratar de reconvenirlos respecto de lo que entonces aún era el temor de que se saliesen de la orden dada por Keiko Fujimori de votar por la vacancia. 

Ese fue un día de enorme presión emocional en contra del último de los hijos de Alberto Fujimori. Aún están frescas las imágenes del congresista Miky Torres conminándolo y señalándole que de él dependía que sus sobrinas (las hijas de Keiko) no tuviesen que ver a su madre en la cárcel. El mensaje era que si PPK no era vacado, era inminente una orden de prisión preventiva en contra de la lideresa de Fuerza Popular. 

El antes y después de la relación entre Kenji Fujimori y su hermana fue cuando ocurrió el escándalo del Sodalicio, y la bancada de Fuerza Popular se negó a que el tema fuera investigado por el Congreso. Desde entonces todo se condujo al punto de ruptura en el que hoy se encuentra, ya de modo irreversible. 

Continúa leyendo la nota de Juan Carlos Tafur este sábado en la edición impresa de la revista Somos

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