"Contra la matonería", por Pedro Suárez-Vértiz. (Ilustración: Nadia Santos)
"Contra la matonería", por Pedro Suárez-Vértiz. (Ilustración: Nadia Santos)
Pedro Suárez Vértiz

La semana pasada, un niño salvadoreño de apenas once años se ahorcó colgándose de un árbol. El padre llegó justo en plena agonía. Cortó el lazo y lo llevó al hospital más cercano, pero fue demasiado tarde. ¿Cuál fue la causa del suicidio? Pues que el niño tenía labio leporino y era constante víctima del bullying. La palabra bullying es un término inglés que verbaliza la palabra bully, la cual significa ‘matón’. La directora de la escuela dijo que el niño nunca fue acosado de esta manera, y que solo recibía bromas “normales a su edad”. Este caso abre un abanico de opiniones y reflexiones reiterativas sobre cómo detener el hostigamiento escolar.  

El bullying ha existido desde el inicio de los tiempos. No solo en las escuelas, sino también en centros de trabajo. Esto no solo lleva a dañar física y anímicamente a la víctima en un corto plazo, sino que también le hace cargar con severos traumas por el resto de su vida. El acoso por matonería es muy complicado de parar. Las víctimas normalmente le dan al bullying aquello que justamente lo alimenta: las reacciones de angustia. ¿Por qué un bully escoge a una víctima por sobre las demás? ¿Por qué de pronto una sola víctima es acosada por diferentes bullies? Justamente estas personas generan una reacción que el acoso busca. Controlar eso es uno de los primeros pasos para que uno pueda superar este mal.  

Existe un gran ejemplo que ayuda a afrontar estos problemas. Imaginemos que el bully es un oso salvaje. Si estamos acampando y se acerca uno de estos osos, este perseguirá a quien salga corriendo. Si uno ‘se hace el muerto’, las posibilidades de salir ileso son significantemente mayores. Los estudios sobre el bullying también demuestran que las víctimas son normalmente acosadas cuando se encuentran solas. Tener un entorno social evita que las víctimas de bullying se sientan solas o incluso que lleguen al suicidio –un acto considerado egoísta erróneamente–, pues la víctima siente que no le importa a nadie. 

El tercer paso es encontrar una pasión, algo que abstraiga a la persona de la realidad y le permita ‘escapar’ lejos de todo lo que le hostiga. De esta manera, nadie llega a su casa a lamentarse o sentirse miserable por los acosos del día, sino que, al contrario, llega a sentirse libre. Tocar piano, actuar, componer canciones, leer, escribir, cocinar, pintar, etc., ayudan a tomar el mando de nuestra vida en vez que otros lo hagan por uno y nos conduzcan a la miseria. Este es el caso específico de muchos grandes genios de la historia, como Einstein o Da Vinci. 

Como inspiración tenemos a varios exponentes actuales de la cultura pop que cuentan sus experiencias con el bullying. Lady Gaga recuerda estar en la mira de los acosadores por la manera en la que se vestía y maquillaba. Incluso, una vez la metieron de cabeza a un basurero afuera de una pizzería que frecuentaban todos sus compañeros de escuela. Pero esto no la tumbó, sino que, de manera contradictoria a lo usual, siguió con su estilo hasta convertirse en un ícono de la música pop. Justin Timberlake también contó –cuando ganó el iHeartRadio Innovator Award, uno de los premios más grandes de su carrera– que de niño no era llamado para nada un innovador, sino que era tildado de diferente y, por ende, de raro. Al recibir el premio, Justin no olvidó agradecerle a su madre el haberle enseñado que “ser diferente era algo bueno, pues significaba que realmente podría marcar la diferencia de grande”. Rihanna, en una entrevista a la revista Glamour, agradece a sus bullies por haberla preparado para lo duro que es vivir en la industria de la música.  

Es así quizá como deberíamos afrontar y hasta aprovechar el bullying. Desde la perspectiva de la víctima, hay que luchar contra el escollo más difícil de todos: convencerla de que ser ‘ganso’ o ‘nerd’ no es malo. Si sientes que eres un bicho raro, no hay nada de qué preocuparse, la mayoría de personas exitosas lo fueron. Ser diferente finalmente es un arte. 

Esta columna fue publicada el 24 de marzo del 2018 en la edición impresa de la revista Somos.

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