(Ilustración: Raúl Rodríguez/El Comercio)
(Ilustración: Raúl Rodríguez/El Comercio)
Tomás Unger Golsztyn

Hasta menos de cien años creíamos que la Vía Láctea era todo el universo. A pesar de que astrónomos y filósofos habían especulado que existen otras galaxias, recién en 1925 se confirmó que había al menos otra galaxia: nuestra vecina Andrómeda. Hoy sabemos que tanto la Vía Láctea como Andrómeda son solo dos de miles de millones de galaxias, y dos de tres galaxias muy cercanas del llamado grupo local.

—LA HISTORIA—
La primera descripción de Andrómeda la hizo el astrónomo persa Abd al Rahman al Sufi en el siglo X como una “nebulosa”. En 1755, el filósofo alemán Immanuel Kant, en su “Historia natural” planteó que, como Andrómeda, podría haber otros universos isla. Diez años después, Messier, en el famoso catálogo de objetos no estelares, puso Andrómeda como objeto número M31. 

En 1864 el astrónomo inglés Williams Huggins analizó el espectro de la luz de Andrómeda y concluyó que contenía luz de diversos tipos de estrellas. Veinte años después se observó una supernova en Andrómeda, la única hasta hoy. En 1912 el astrónomo norteamericano Vesto Slipher calculó la velocidad de Andrómeda respecto al sistema solar en 1’080.000 km/h. 

—RUMBO DE COLISIÓN—
Recién en 1925 Edwin Hubble, con el nuevo telescopio Hooker, de 2,5 m, detectó estrellas variables fuera de nuestra galaxia. Una vez probado que estas estaban a gran distancia, se aceptó que había estrellas y galaxias fuera de la Vía Láctea. La más cercana, Andrómeda, fue identificada como galaxia y se calculó su tamaño. Su diámetro resultó más del doble de la Vía Láctea, unos 220.000 años luz, y con una mayor densidad de estrellas. Su velocidad rotacional fue calculada en 900.000 km/h en el borde, a unos 130.000 años luz del centro, y a 7.000 años luz del centro, unos 180.000 km/h.

El nombre de Andrómeda se debe a que se encuentra en la constelación de ese nombre, al norte del ecuador celeste, al sur de Casiopea. Se ha calculado que está avanzando directamente en dirección a la Vía Láctea, como vimos, a más de un millón de km/h. Así, en solo 3.900 millones de años vamos a chocar. Como las galaxias son casi enteramente espacio vacío, es improbable que dos estrellas o planetas choquen. 

Sin embargo, el paso de las estrellas tendría un efecto gravitacional enorme y sistemas enteros, como el sistema solar, se alterarían. Los planetas cambiarían de órbita o se saldrían completamente de ella y las posiciones de las estrellas en las diversas constelaciones cambiarían. Eventualmente, los agujeros negros, que se ubican al centro de cada galaxia, se seguirían atrayendo hasta unirse. Su fusión causaría una gran onda gravitacional, como la que fue captada el año pasado en la Tierra a millones de años luz de donde ocurrió.

—UN GRAN INDULTO—
Como vimos, estábamos destinados a chocar con Andrómeda en solo 3.900 millones de años, pero esto ha sido postergado. La sonda espacial europea Gaia, que da una vuelta cada 6 meses a un punto a medio millón de km de la Tierra, ha estado haciendo un mapa del cielo y contando estrellas. En sus observaciones, Gaia ha detectado que una tercera galaxia del grupo local, la M33 de Messier, está también a 2,5 millones de años luz tanto de la Tierra como de Andrómeda y está influyendo en su curso. 

Hecho los cálculos del caso, los astrónomos del Instituto Científico de Telescopios Espaciales han publicado un trabajo sobre el curso de colisión y eventual choque de la Vía Láctea con Andrómeda. Resulta que la galaxia M33 es la que está desviando a Andrómeda hacia ella a 115 mil km/h, lo cual prolonga su ruta de colisión con la Vía Láctea. 

Este cambio va a hacer más largo el tiempo que nos queda hasta que Andrómeda nos alcance. Lo que creíamos que iba a suceder solo en 3.900 millones de años va a demorar 600 millones más. Así, si entonces hubiera alguien que pudiera ver la colisión, se va a perder el espectáculo. Por otro lado, está el consuelo de que lo más probable es que el sistema solar con todas los planetas y sus satélites sigan más o menos como hasta ahora. 

Mientras tanto, en el transcurso de esos años, es muy probable que caiga más de un meteorito en los diversos planetas y sus satélites. Pero, a menos que cambie la gravitación, todos deberían seguir dando vueltas alrededor del Sol como hoy. 

La Tierra, que sobrevivirá el Antropoceno, estará muy cambiada en su superficie, pero probablemente mantendrá su dinámica interna. Es decir, los continentes seguirán moviéndose y los terremotos, volcanes y desplazamientos irán cambiando la superficie de la Tierra, forma de los océanos, etc. Aun así, probablemente algunas formas de vida quedarán.

—UN CICLO ESTELAR—
A pesar de la buena noticia de que la colisión con Andrómeda se posterga 900 millones de años, el sistema solar tiene sus días contados. Así como se originó juntando los restos de una supernova, tras 4.000 millones de años el Sol habrá cumplido su ciclo de vida. A medida que agota el hidrógeno, su combustible, se irá convirtiendo en una gigante roja, una estrella de millones de kilómetros de diámetro. Esta alcanzará los planetas más cercanos: Mercurio, Venus, Tierra y Marte, incluida la Luna, el anillo de asteroides y los pequeños satélites de Marte. 

Aunque muy baja comparada con la mayoría de las estrellas, la temperatura de una gigante roja es suficiente para vaporizar todos los planetas que alcanza. Eventualmente el Sol no podrá mantener más la gravedad y colapsará para convertirse en una enana blanca, una pequeña estrella muy compacta con la mitad de la masa del Sol reducida al tamaño de la Tierra, que irradia luz blanca por emisión de energía térmica. Ahora, solo queda esperar.

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