(Foto: captura de YouTube)
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Redacción EC

Desde el origen de la civilización humana, la causó gran admiración a los hombres. Leyendas, cantos, pinturas, cuentos y poemas han evocado su belleza que, incluso hoy en día, sigue presentando muchas interrogantes a los científicos.

Hoy sabemos que nuestra Luna es un satélite que acompaña a la Tierra desde hace unos 50 millones de años y que no es el único de su especie en el sistema solar y mucho menos en el universo.

La mayoría de los planetas vecinos cuentan con sus propias lunas y hasta hay algunos que parecen “exagerar”, como Saturno que posee 60 compañeras, de entre las cuales las más pequeñas tienen apenas un kilómetro de ancho.

Puesta así las cosas, parecería que cualquier objeto con esas dimensiones y que orbite alrededor de un planeta podría ostentar el título de luna. Pero la verdad es que no existe una fórmula única para definirlas  y por ello a veces es difícil llegar a un consenso.

En el universo existen muchas rocas espaciales de todo tipo, formas y tamaño que se comportan de muchas maneras, las cuales en ocasiones no corresponden a la idea tradicional de un satélite.

Normalmente se suele usar la definición de baricentro para clasificar un satélite respecto al cuerpo que lo acompaña, es decir, aquel centro de gravedad común de un sistema de cuerpos celestes que muestran atracción mutua. Dependiendo de dónde se encuentre este centro se podrá definir cuál es el satélite y cuál el planeta sobre el que gira.

Así por ejemplo, entre Plutón y Caronte, de dimensiones parecidas, el baricentro está en el primero, reconociéndose el segundo como su luna. Caso diferente es el del asteroide binario 90 Antíope en donde ambos cuerpo que lo conforman son casi de idéntico tamaño, por lo tanto el baricentro estará en medio de ellos y no pueden ser reconocidos como lunas.

Sin embargo, como se mencionó líneas arribas, no hay un consenso exacto para determinar qué cuerpo celeste puede ser denominado como luna.

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