“Solo me afeité el bigote una vez y fue porque perdí una apuesta. Ah, pero, eso sí, convoqué a todos los medios que pude”, recuerda. (Alessandro Currarino)
“Solo me afeité el bigote una vez y fue porque perdí una apuesta. Ah, pero, eso sí, convoqué a todos los medios que pude”, recuerda. (Alessandro Currarino)
Renzo Giner Vásquez

Henderson debe haber nacido en una cabina radial. Solo así uno se explica la naturalidad con la que se mueve en ese pequeño espacio lleno de micrófonos y consolas. Una actitud que por momentos hace olvidar que estuvo al borde de la muerte hace pocos años.

— Se le ve muy bien…
Justo el miércoles vi a mi doctora y me dijo: “Jorge, te puedes morir de cualquier cosa, menos del hígado” [risas].

—Han pasado cinco años desde el trasplante...
Relativamente rápido. Pero, creo que me dio la posibilidad de regresar a la vida. Fueron días muy complicados, pasé 18 horas en el quirófano. Lo bueno fue que tuve la suerte, o no sé cómo llamarlo, de conseguir una donación. Acá no llegamos a un donante de hígado por millón. Por mi tipo de sangre era casi imposible. Pero se dio y eso me permitió ver a mi hija terminar la universidad, convertirse en una abogada. Ese tipo de cosas no las habría vivido. Y no tienen precio.

—¿Está involucrado ahora en alguna campaña sobre donación de órganos?

El solo hecho de mi presencia es una campaña, yo soy una campaña andante sobre la donación de órganos. Al principio pensé en crear una ONG junto a mi familia pero luego nos dimos cuenta de que íbamos a terminar metidos en problemas económicos, la gente pensaría que la pusimos para llenarnos de dinero y no es la idea. Hace 15 días celebré mis cinco años de vuelta a la radio y lo único que hice, aparte de recibir la visita de muchos artistas, era recordar que no habría logrado esto si no fuera por una donación.

— Usted es un hombre de radio. ¿Cuánto cambió?
Hace 40 años hacía un programa los sábados llamado “La revista del momento”. Ahí entrevisté a todos: Hildebrant, Barnechea, Vargas Llosa, Alan García, Luis Alberto Sánchez, Osvaldo Cattone, Augusto Ferrando. Yo me sentaba con ellos y conversábamos. Lo bueno del programa era que arrancaba a las 8 a.m. y, dependiendo del personaje, podía terminar a las 9:30 o 10 a.m., sin cortes comerciales.

— Algo imposible en estos tiempos. Me imagino que notará muchas diferencias también en la TV...

Yo hice el primer ‘talk-show’ producido en el Perú.

— Claro, “Tal cual”…
Sí, y se iba a llamar “La manzana de la discordia”. Yo le propuse a Baruch Ivcher hablar sobre determinado tema, con gente a favor y otra en contra. Siempre estaba detrás de todos, para ver que era real lo que decían. Es más, cuando presentamos prostitutas fueron traídas de La Nené, El Trocadero, todo era auténtico. Esto se echó a perder cuando comenzaron a dramatizar los eventos.

— A inventarlos.
Claro, inventarlos. Yo trabajé ese formato por tres años y luego me retiré. Pero llegó un momento en el que salía del canal y la gente se me acercaba para decirme: “Soy puta, me peleo con mi mamá, me trompeo con mi marido, tengo una hermana enana”. Como se había maleado el formato, me di cuenta de que era lastimoso. Me dio mucha pena. Eso fue lo que pasó.

— La exposición en pantalla de la vida personal...
Así es. Es la segunda etapa en el canal 13, con “Así es”, que no me dejó un buen sabor de boca. Todo lo demás que hice sí me dejó un buen sabor.

— “Enhorabuena” debió ser el sabor más dulce.
Sí. El paso de la política al espectáculo fue complicado.

— ¿Por qué?
Porque era el brazo derecho de Hildebrant. Ya me había metido a El Frontón, había estado en las revueltas de Nicaragua, hablado con el general Noel, viajado a Chile, a Las Malvinas, todo para el programa “Visión”, de César. Un día le dije que renovaría con el canal pero no seguiría con él. Me preguntó el porqué. Le conté que haría un programa de entrevistas serias con artistas y César me dijo que me convertiría en una vedette detrás de los payasos. Fue muy difícil porque venía de una escuela dura.

—¿Y tiene una autocrítica?
Sí. Una etapa que no debí hacer fue ser gerente de producción del canal 4. Afectó a “Enhorabuena” porque finalmente me retiré del canal por eso. Veía las negociaciones, tenía que despedir gente, un día Jorge Benavides me mandó un papelito después de haberme sacado la ‘chochoca’ en canal 5. Me pidió disculpas. Al que me lo entregó le dije que quería hablar con él porque quería hacer un programa de humor, ahí nació JB. Después el 4 me dijo que estaban en problemas con Hildebrant, debía buscar el reemplazo. Me dijeron que no hable con él pero era mi amigo, así que le dije que se iba. A los pocos días me llamó para decirme: “Te llama el que se va” [risas]. Ese día tuve que llevar a Nicolás Lúcar. Pero, al final, como te decía, ese cargo terminó con “Enhorabuena”, me hizo ganar enemigos.

— En las últimas elecciones se presentó con Orden.
Pero eso fue porque le tengo mucho respeto a Ántero Flores-Aráoz. Un año atrás había estado conversando con él sobre el país.

— ¿Meterse en política no es quemarse?
Sí, lo pensé después con Ántero. Le dije que ya no pero ya estábamos ahí. Desde que tengo uso de razón nuestros políticos son corruptos. Si un día llego a entrar al Congreso, sé que tendría muchos problemas porque mi mayor orgullo es que no tengo precio.

— Humberto Martínez Morosini me dijo que de lo único que se arrepentía era de haber sido congresista.
No descarto nada. Yo he pasado por todo, hasta el trasplante fue una gran experiencia.

Contenido sugerido

Contenido GEC