IÑIGO MANEIRO

Huancavelica es nostálgica y acogedora. Está cerca y lejos a la vez ya que dos de las principales rutas que atraviesan los Andes, la Carretera Central vía Ticlio, Concepción y Huancayo, y la de Los Libertadores, por Huaytará y Rumichaca, nos llevan a ella. Esos viajes nos introducen a la personalidad de uno de los departamentos menos conocidos y con un alma definida por la geología andina. El primero, desde Huancayo, va paralelo al río Mantaro, el segundo, desde Rumichaca, atraviesa varias de las 300 lagunas que posee la región, en un paisaje que parece de otro planeta.

Las montañas son monumentales, interminables y de colores. Las hay rojas, amarillas, blancas, anaranjadas y verdes, como las tonalidades de sus espléndidos tejidos. Los bosques de rocas abundan como en ningún otro lugar del Perú, de todas las formas y tamaños, metidos en caños profundos con orquídeas de todas las especies, o coronando, como enormes huaicos, las cimas de sus montañas.

En esos cerros te encuentras con arcoíris dobles, con valles y campos de ichu, con tormentas perfectas que parecen anunciar el fin del mundo. También con un más allá que marca la línea del horizonte donde siempre hay alguien, donde se celebra una fiesta, donde se encuentra una pequeña iglesia, o una antigua mina de las épocas más remotas de la historia, como Santa Bárbara, que corona uno de los cerros tutelares de la capital.

¿QUÉ HACES TÚ AQUÍ? Huancavelica es sorprendente. En cada pueblo y en cada ruta te encuentras a miles de huancavelicanos con sus trajes de colores, apostando en adrenalínicas carreras a caballo sin montura y manejados por niños.

A pesar de su aislamiento, a pesar de, como me decían, “¿si acá no viene nadie, qué haces tú con nosotros?”, las carreteras son amplias y en buen estado, las casas y restaurantes muestran afiches donde se recoge todo lo bueno que hay y las instituciones se unen para hacer guías de bolsillo. Acá siempre te encuentras a alguien que se ofrece a viajar contigo, a acompañarte a ver un nuevo lugar, un sitio arqueológico, un bosque de puyas, o un pueblo de piedra como Sacsamarca, que parece sacado de un cuento de duendes.

Todo eso, pueblos encantados, valles, montañas y bosques de rocas como Sachapite, rodean a su capital, Huancavelica. Esta se encuentra ubicada en un valle atravesado por el río Ichu, sus calles son estrechas y es la única capital de departamento cuya plaza de armas es peatonal, porque “queremos pasear tranquilos”.

La ciudad está limpia, se escuchan pocos bocinazos y posee iglesias en todos sus barrios por las que pasaron dominicos, jesuitas y franciscanos desde las primeras épocas de la Conquista.

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