MARÍA HELENA TORD

Árboles que caminan, hormigas que muerden, plantas que curan y frutos que pintan. En la selva de Tambopata los niños descubren un mundo que parece de ficción, pero que es real. Un viaje a la selva de Tambopata los hará sentir y comprender el verdadero significado de esa palabra que parece tan abstracta: naturaleza.

Los pequeños sabrán por primera vez cómo funciona el planeta y lo que es la armonía perfecta y la vida en plenitud, vista desde una minúscula hormiga agricultora, que transporta pacientemente un pedazo de hoja, hasta un inmenso caimán que lucha por su sobrevivencia en las aguas del río Tambopata.

Uno de los mejores regalos que le puede hacer a su hijo cuando es niño es llevarlo a conocer la selva. Este universo se convierte en el mejor parque de diversiones para los más pequeños, un parque abierto las 24 horas y un lugar donde la vida se descubre a cada paso, un mundo real y verde. Un viaje a Tambopata es la mejor clase de la vida, donde los niños toman conciencia para siempre de la real importancia de preservar y conservar nuestro medio ambiente.

La selva de Tambopata es uno de los destinos mejor implementados para disfrutar del bosque con todas las comodidades y, además, cuenta con actividades especiales diseñadas para los más pequeños.

EL UNIVERSO DE SUS LAGOS Los paisajes más bellos que esconde Tambopata son sus lagos. Uno de los más accesibles es el lago Sandoval. Para llegar hasta él es necesario cruzar el río Madre de Dios hacia la entrada a la reserva natural. Desde ahí la caminata dura alrededor de dos horas a buen ritmo, por lo que la excursión está destinada a niños mayores de cinco años. Como en muchos de los destinos de la selva, lo mejor es el trayecto.

Durante el camino al lago, la selva nos regala muchas sorpresas: mariposas de colores, traviesos monos frailes y, si tiene suerte, hasta osos perezosos. Al final del camino se abre un inmenso lago rodeado de palmeras que se reflejan en las aguas.

Este lugar es el refugio de espectaculares aves endémicas, propias de este particular hábitat, y de nutrias. Asegúrese de llevar largavistas, bloqueador, mucha agua y un gorro. Es preferible hacer esta visita por la tarde, cuando el calor no es tan intenso (considere que la canoa en la que irá no tiene techo).

Dependiendo del hospedaje donde se encuentre, puede optar por ver la selva desde los puentes colgantes de Inkaterra, que van entre las copas de los árboles, o subir por la torre de Rainforest Expeditions, que llega hasta los 30 metros de alto.

EXCURSIONES PARA LOS PEQUEÑOS Rainforest Expeditions tiene un singular programa con la ONG Ania para los niños. Por la noche, en una fogata llamada Círculo del fuego, les adelantan cómo será la visita del día siguiente donde buscarán las “semillas mágicas del poder”. Irán por trochas ligadas a aventuras de Ania, una niña de 6 años que vive en la selva con su abuelo.

En el camino pasan por la cabaña de Ania y en didácticos carteles les enseñan acerca de la naturaleza, buscan castañas y hacen el trayecto de las hormigas agricultoras. Visitan una chacra para oler, tocar y probar las frutas locales. Destaca el trabajo profesional de los guías especializados en niños, quienes los conducen de una aventura a otra.

Por la noche, la diversión no termina. Una de las excursiones preferidas de los niños es la visita nocturna que implica recorrer la selva de noche, donde un guía los lleva a los caminos de trocha alrededor de los albergues para observar con linternas a los animales nocturnos como las tarántulas y los murciélagos. Además, embarcaciones a motor salen por el río en busca de los caimanes que se asoman de noche por las riberas de los ríos.

Esta actividad permitirá disfrutar de uno de los momentos más especiales del viaje: bajo un cielo iluminado solo por la luna y las estrellas, la noche nos seduce en medio del sonido de la selva y el día termina lleno de energía, rodeados de un bosque donde impera la vida en total armonía.