IÑIGO MANEIRO

Acabo de regresar de Huanchaco, haciendo algunas paradas y campamentos en la costa de Áncash, uno de los litorales más hermosos del Perú. Hacia el kilómetro 250 pasé junto a la playa Gramadal, formada por cientos de pequeñas dunas, sin nadie, limitada con cerros de piedra casi negra que llegan a un mar que parece salvaje, y rodeada de viento.

El Perú es un país afortunado en dunas, por eso se acaba de dar el banderazo de salida al Dakar, por ello tiene una costa casi desértica, salvo los valles agrícolas que la cruzan y el bosque seco ecuatorial del norte, por eso, también, tiene la duna más alta de Sudamérica, Cerro Blanco, de 2.080 metros y ubicada en Nasca. Un destino para los que deseen hacer sandboard y bajar, a toda velocidad, por su empinada pendiente de 1 kilómetro de longitud. También van los que quieren acampar en su cumbre bajo uno de los cielos más estrellados que se pueden ver en la costa.

Cerro Blanco no es la única duna en Nasca. En su gran variedad de desiertos destaca el que tiene a Duna Grande, también llamada Cerro Marcha debido al sonido que hace el viento, como si fuesen trompetas, en su cumbre. Cerro Marcha es una imponente mole de arena rodeada de dunas de todos los tamaños, formas y colores que se pierden en el horizonte. Aunque el viaje es largo para llegar, es uno de los desiertos más impresionantes de la costa peruana.

Usaca es el lugar más cercano a Nasca donde se puede practicar areneros y sandboard, y disfrutar de sus dunas que crean formas caprichosas en el contraste con el cielo. Antes de recorrer Usaca se pasa junto al templo de adobe de Cahuachi, el gran centro ceremonial de la cultura nasca, Estaquería, la comunidad Tambo de Perro y un hermoso bosque de huarangos que se llena de aves de colores a primeras horas de la mañana.

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