A uno no le importó que su cuerpo vuele en mil pedazos y permaneció al frente del glorioso Monitor Huáscar, resguardando el mar peruano. Otro peleó “hasta quemar el último cartucho”, pese a que las tropas enemigas eran superiores en poder y número. También está el arrojado piloto que se convirtió en un ícono para la Fuerza Aérea Peruana y voló “hasta llegar a las estrellas”. Estos tres personajes tienen en común algo más que haber realizado actos heroicos: nuestros héroes están siendo olvidados. O al menos, en las plazas que llevan su nombre ya nadie los visita.
En los últimos días se ha discutido sobre la ejecución de obras en un sector del Parque de la Exposición para levantar un parque que rinda homenaje a los “héroes de la democracia”. Eso nos lleva a ver qué pasa con las plazas o parques que ya existen en honor a nuestros héroes.
Parada número uno: plaza Grau. En la cima del monumento construido en 1946 se erige el almirante, con la mirada fija hacia el Centro Histórico de Lima. Llegar hasta la misma plaza es casi un imposible, debido a que no existe ningún tipo de crucero peatonal. Y pese a que hasta los 70 se realizaron ceremonias cívico-militares en honor al héroe caído en Angamos, hoy por hoy sería un milagro que le caigan algunas flores para el 8 de octubre. Solo algunos gallinazos, infantables en todo Lima en realidad, lo acompañan de cuando en vez.
Segundo punto: plaza Jorge Chávez. Esta representación de Ícaro en honor al héroe de nuestra aviación, construida en 1937, es absolutamente inaccesible para los peatones. Adicionalmente, en las horas punta de las mañanas y las noches, los carros la rodean por completo.
Tercer punto: plaza Bolognesi. Una familia de gatos son la única compañía del coronel y sus compañeros de Arica. José, un lustrabotas que trabaja en una de las calles que la rodean desde hace 28 años, dice que alguien los dejó ahí para que acaben con los roedores que por la noche salen en colonias. Al igual que en el caso de la Plaza Grau, llegar a su corazón resulta una odisea, con lo cual solo las llantas de los carros que en hora punta se suben a sus aceras pisan la plaza.
“Como vemos, el común denominador es que estas plazas han perdido su carácter de espacio público para convertirse en una simple estructura que facilita el tránsito”, dice Vladimir Velásquez, del proyecto Lima Antigua, quien nos acompañó en el recorrido.
El arquitecto conservador Antonio Polo y la Borda explica que inicialmente las plazas tenían una vocación más cívica, pero con el crecimiento y el desarrollo de la ciudad han ido dándole cada vez más espacio al vehículo. “Poco a poco su misión cívica fue cediendo ante los autos motorizados”, finaliza.