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El 30 de mayo de 1917, El Comercio reveló una historia que conmovió al país: un humilde pescador de Chilca contó minuciosamente -después de 45 años- cómo había salvado en julio de 1872 al presidente electo del Perú, Manuel Pardo y Lavalle (1872-1876). Apenas unas semanas antes, el Decano había celebrado su aniversario número 78. En ese mes del diario, esta exclusiva no solo capturó la atención de los lectores, sino que unió en una sola crónica heroísmo, memoria y humanidad.
Era mayo de 1917 y la Primera Guerra Mundial se acercaba a su fin. En Chilca, un viejo pescador -convertido ya en leyenda- ostentaba sus 81 años con una excelente memoria. Aquel hombre aún conservaba en la mirada esa chispa que delataba las ganas de seguir adelante, como si la vida aún le guardara historias por contar.
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El “héroe anónimo” estaba tostado por el sol y con el cabello blanco. Su reino era Chilca, humilde balneario de pescadores a varios kilómetros al sur de Lima, en la provincia de Cañete. De allí vino a Lima para la entrevista, pero ya estaba extrañando su bote, con el que, en sus mejores años, se aventuraba mar adentro para buscar el sustento de su familia.

Esas incursiones las realizaba de joven, en sus 30 o 40 años, entre las décadas de 1860 y 1870, cuando no tenía temor a los viajes arriesgados, ni a los vientos ni a las fuertes corrientes marinas. Le llamaban “Lobo” en su barrio, pero él decía que su nombre real era Manuel de los Reyes Manco.
LA HISTORIA DEL PESCADOR MANCO QUE NUNCA CONTÓ EN DETALLE HASTA ESE MOMENTO
Pero lo que pintaba de cuerpo entero a Manuel de los Reyes Manco era su historia personal con su tocayo, Manuel Pardo y Lavalle, el entonces presidente electo, que aún no podía asumir la jefatura del Estado Peruano para el periodo 1872-1876, debido a la rebelión de los hermanos Gutiérrez, cuyo rebeldía duró del 22 al 26 de julio de 1872, y que acabaría sangrientamente con el asesinato del derrocado presidente José Balta.
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La leyenda decía que Manuel Manco había salvado a Manuel Pardo de morir en el mar o de ser capturado por los rebeldes adeptos a los Gutiérrez. En su frágil bote llevó al presidente, a su hombre de confianza, y a dos pescadores que lo ayudaron a remar por varias horas.
“Lobo” contaba la historia de vez en cuando, sobre todo a los niños y jóvenes de Chilca, quienes al verlo llegar de las faenas de pesca y caminar por las sencillas callecitas del pueblo, de inmediato le gritaban: “¡Manuel Pardo!”, para incitarlo a que narrara de nuevo la vieja historia de su vida.

MANUEL DE LOS REYES MANCO, EL HÉROE CIVIL DE CHILCA
Contactado por El Comercio, Manuel de los Reyes llegó a Lima vestido formalmente. Solo en esos minutos no parecía un hombre de mar, pero lo era las 24 horas del día. Solo pensaba en su vida en el mar, pese a ser ya un octogenario. Entonces comenzó a aflorar, de sus propios labios, la historia que lo unía con el ex presidente Manuel Pardo, su coetáneo, pues este había nacido en 1834 y él en 1836.
Contó que, un tiempo después de lo vivido, volvió a ver a Manuel Pardo, pues este lo invitaba a veces a su “rancho” de Chorrillos. Siempre lo acogió, puesto que lo consideraba su “amigo y salvador”. (EC, 30/05/1917)
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Esta vez narraría su historia no solo a los chilcanos sino también a los lectores de El Comercio. Confesó al reportero del diario que su ilusión -a los 81 años- era leer en letras de molde su gran episodio. Hasta ese instante -fines de mayo de 1917- era un “héroe anónimo”, pues solo la “gente de playa” sabía de su hazaña de salvar la vida del padre del entonces presidente José Pardo y Barreda (1915-1919).
Manuel Manco era pequeño de estatura, fuerte, de color cetrino y buen conversador. Tenía una numerosa familia, hijos, nietos, casi todos dedicados a las labores de la pesca artesanal. Entonces, hizo unos segundos de silencio y dio que su historia tenía como punto de partida la playa y el mar de Pucusana, al norte de Chilca.

¿CÓMO FUE QUE UN PESCADOR DECIDIÓ AYUDAR AL PRESIDENTE ELECTO MANUEL PARDO?
Manuel de los Reyes Manco relató que una mañana, acaso solo días antes de las Fiestas Patrias de 1872, luego de regresar de mar adentro y cuando sacaba de la tarraya los pescados, observó que a la altura de la caleta de Pucusana avanzaba un grupo numeroso de gente, y que entre esta se hallaba en el centro de todos quien después descubriría como el civilista Manuel Pardo, el presidente electo del Perú.
El periodista de El Comercio le preguntó: ¿Cómo supo usted que era don Manuel Pardo esa persona? “En ese momento no lo supe sino después de tres horas, cuando lo dijo el mismo presidente, durante la navegación en pleno mar que hicimos en dirección al Callao”. (EC, 30/05/1917)
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Manco mencionó que acompañaban a Pardo, el señor Vicente Silva, un conocido hacendado de Lurín, y el coronel Armando Zamudio. Manuel Pardo acababa de ser elegido presidente de la República, pero se hallaba perseguido por los insurrectos de la “revolución de 1872”, la de los coroneles Gutiérrez. “Tanto mi familia como el pueblo de Chilca tenían cabal noticia de los sucesos que se desarrollaban en Lima, reinando el pánico entre nosotros”, dijo Manco. (EC, 30/05/1917)
El Comercio volvió a interrogar: ¿El grupo que acompañaba a Manuel Pardo se dirigió a usted? “Sí, señor. Una vez cerca del lugar donde yo me encontraba, se acercó a saludarme don Vicente Silva, quien me conocía”.

Cerca del presidente electo, en Pucusana, se había aglutinado un grupo de personas que, según Manco, eran gentes del campo y de playa, que se sumó a la comitiva en pleno recorrido. Sin embargo, dijo, ninguno de ellos aceptó embarcarse rumbo al Callao con Pardo. Los riesgos eran muy altos.
La razón era que había gran temor por los acontecimientos violentos en Lima. Además se sabía que los leales a los coroneles Gutiérrez andaban muy cerca. “Don Vicente Silva se dirigió entonces a mí, y usando de la confianza que había depositado en este servidor, díjome en un tono decisivo, y que yo no me atreví a corregir: ‘Tú tienes que ir’. A todo esto, yo ignoraba a quien iba a conducir en el ‘peladillo’; solo sabía que no regresaría vivo a Chilca”, narró, emocionado, Manuel de los Reyes Manco. (EC, 30/05/1917)
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El humilde pescador de Chilca no conocía el rostro de quien fuera el alcalde de Lima entre 1869 y 1870, es decir, solo dos años antes. Asimismo, Manco confesó que la “revolución de los Gutiérrez”, la que se dio entre el 22 y 26 de julio de 1872, atemorizaba demasiado a la gente del sur de Lima. Pese a todo el recelo general, que incluía a su propia familia, él había decidido llevar en su bote (o “peladillo”) a Manuel Pardo. Le costó, eso sí, convencer a dos de sus amigos de pesca para que lo acompañaran en el bote, puesto que solo no lo hubiese logrado.

MANCO SALVÓ DE MORIR AL JEFE DE ESTADO Y LE DIO UN CHILCANO QUE LUEGO SE HIZO POPULAR
Manuel Manco se imbuía cada vez más en su propia historia. Relató que, con todo preparado para la arriesgada aventura en el mar, se dio cuenta de un detalle: Pardo y Zamudio tenían hambre. Entonces, el viejo pescador narró algo que solo puede ser un testimonio de parte: según él, el presidente Manuel Pardo ayudó a la popularización del consumo del chilcano de pescado. ¿Cómo así? Este fue su relato:
“Ni don Manuel Pardo ni su acompañante habían probado bocado desde hacía días. Aprovechando del pescado fresco que había traído yo esa mañana de las islas de Asia, hice un chilcano delicioso que fue materialmente devorado por los futuros pasajeros del ‘peladillo’. El presidente me felicitó, muy de veras, y poco después de aquella comilona, en la tranquila playa de Pucusana, vecina a la de Chilca, nos disponíamos para emprender la travesía hacia el Callao... Yo creo que desde entonces el ‘chilcano’ alcanzó gran popularidad, hecho el elogio de sus cualidades, por el presidente de la república…”, contó, con picardía, Manco. (EC, 30/05/1917)
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El redactor del diario volvió al tema de la embarcación al Callao: ¿Fue lento el embarque en la canoa? “Sí, por la necesidad de llevar provisiones para el viaje. Don Manuel estaba algo contrariado, y me dijo, de pronto: ‘No te demores. Llévame pronto al portón del Callao’… y no volvió a dirigirme la palabra, sino tres horas después para dejarme boquiabierto con la revelación de su personalidad”. Así le confirmó que a quien estaba llevando en su bote o “peladillo” era al presidente Manuel Pardo, nada menos.

Manco mencionó en esa entrevista exclusiva que, en total, subieron a su embarcación cinco personas: el presidente de la República Manuel Pardo, el coronel Armando Zamudio, y los pescadores Manuel Conde, Anselmo Quispe y él.
Insistió varias veces que fue una empresa peligrosa, por los fuertes vientos y las tramposas olas, y que los viajeros, inexpertos en esos vaivenes, permanecieron en silencio e inmóviles casi todo el trayecto, mientras los tres pescadores remaban sin descanso. Pardo y Zamudio no revelaron temor, solo miraban el horizonte, fijamente, como si la fuerza de sus miradas los pudiera llevar más rápido a sus destinos. (EC, 30/05/1917)
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¿Y qué esperanza tenía su familia de usted? ¿Pensaba en el retorno de usted á Chilca? “Ellos se quedaron llorando por mí, y acaso por los que nos acompañaban. Íbamos a encontrarnos, en alta mar, con el abrazo de la muerte…”, sostuvo el pescador héroe.
Manco contó al reportero del diario cómo el mismo Pardo le dijo quién era. “Don Manuel Pardo me dijo, durante el viaje: ‘¿Por quién han votado ustedes en las elecciones para presidente?’. Yo le respondí: ‘Señor, ha ido a Chilca un comisionado político, para que vote el pueblo por un tal don Manuel Pardo, a quién no conozco…’. (EC, 30/05/1917)

“Entonces don Manuel, dirigiéndose a mí y a mis compañeros, nos dijo en voz alta: ‘Reconózcanme: yo soy don Manuel Pardo, yo soy el presidente elegido’. Y agregó: ‘Si ocupo la presidencia os mandaré llamar desde Lima para premiarles por su acción’. Nosotros dejamos de remar, para contemplar al presidente, embargados por la sorpresa que nos produjo su presencia. La escena fue curiosa y no la olvido, a pesar de los años trascurridos”, relató, nostálgico, Manuel de los Reyes.
El pescador chilcano estaba lleno de sorpresas. Añadió, apenas terminó de contar esa escena cinematográfica con el presidente Pardo, que entre las provisiones que subieron al bote, los viajeros de Lima embarcaron algunas alforjas de propiedad del presidente. “Una de las cuales me recomendó mucho el coronel Zamudio, por estar llenas de billetes: ‘Cuidado con que se moje’, me dijo el coronel”. (EC, 30/05/1917)
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EL OTRO RESCATE DEL PRESIDENTE MANUEL PARDO: INCIDENTES EN EL MAR
No naufragaron de milagro, y el milagro apareció en el horizonte: era una fragata blindada peruana. La Marina se opuso a la revuelta de los coroneles Gutiérrez y apoyaron al presidente electo Manuel Pardo. Pero antes de saber que eran sus salvadores, los dos viajeros temieron que fuera una nave tomada o controlada por los insurrectos. Eso habría sido su muerte, con seguridad.
Cuando el coronel Zamudio reconoció el blindado “Independencia” con su “larga vista” o prismáticos, comprendió que venían en su ayuda, y optó por hacer “dos disparos de revólver al aire para llamar la atención de sus tripulantes y enarboló en una caña de pescar que trajo, un pañuelo blanco”, dijo Manco.

Pero, ocurrió lo imprevisto: la “Independencia”, comandada entonces por el oficial Aurelio García y García, continuó su ruta hacia Chilca, ciega por la neblina y sin poder distinguir una embarcación tan pequeña como el bote de Manco. (EC, 30/05/1917)
Así, lamentablemente, pasaron desapercibidas las señales hechas desde el bote por Zamudio, contó a El Comercio el veterano hombre de mar. La fragata de García y García llegó a Pucusana, y mandó a tierra uno de sus dos lanchas para, supuestamente, recoger al presidente Pardo. Pero, lógicamente, sin resultados. Fue a Chilca, e hizo lo mismo: mandó la otra lancha, y tampoco tuvo respuesta.
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“Nosotros nos dimos cuenta de la misión que llevaba la ‘Independencia’, y volvimos proa hacia Chilca… Habíamos navegado seis horas de lucha y de pavor que no confesamos a nadie entre nosotros”, admitió Manco. En Chilca, las autoridades de la “Independencia” recibieron una nota escrita de puño y letra por el presidente Pardo donde comunicaba que se había embarcado con rumbo al Callao en un bote. (EC, 30/05/1917)
Poco después, una lancha se dirigió a darle el alcance al “peladillo” de Manco. Cuando estuvieron cerca el uno del otro, el oficial a cargo prorrumpió en vivas al nuevo presidente del Perú. “¡Estaba salvado don Manuel Pardo!”.

El reportero de El Comercio supo por boca del pescador Manuel de los Reyes Manco que en medio de la emoción, el presidente Pardo y el coronel Zamudio olvidaron la valiosa alforja repleta de billetes al subir al blindado. Así que, en su “peladillo” Manco, Quispe y Conde remaron para seguir al buque y devolver el bolso con el dinero.
“¡Todo se había salvado: la bolsa y la vida! Poco después, el buque regresaba al Callao, conduciendo triunfante, de sus encarnizados enemigos, al nuevo presidente del Perú, y los míos me estrechaban, locos de alegría, entre sus brazos por haber hecho la felicidad de la patria”, sentenció Manuel de los Reyes, no sin emocionarse aquel mayo del 1917.
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EL PESCADOR MANCO RECIBIÓ EL RECONOCIMIENTO DEL PRESIDENTE MANUEL PARDO
El “héroe anónimo” relató a El Comercio que cuando regresó a su rutina en Chilca se dio cuenta de que tenía una enorme popularidad. Todos llegaron a conocer su historia y por eso, los más jóvenes, cuando lo veían llegar de sus faenas de pesca artesanal -cuenta Manco- le llamaban simplemente “Don Manuel Pardo”.
Ya no era Manco sino Pardo. Le gritaban el nombre del presidente, pero él, muy concentrado en su día a día, no volvió a acordarse de ese pasaje de su vida en alta mar con el presidente de la República o, al menos, eso aparentaba. Hasta que ocurrió algo: un obispo, el obispo Risco, amigo del jefe de Estado, fue a una masiva confirmación en Chilca, y enterado de la ubicación de la casa de Manuel de los Reyes, lo buscó y le dijo, según el propio Manco: “¿Por qué eres tan ingrato? ... El presidente me ha dado el encargo de que vayas a verle a su casa particular de Chorrillos, junto con tus compañeros”.

De esta forma, el popular “Don Manuel Pardo” de Chilca fue a buscar al verdadero Manuel Pardo a Chorrillos. El cronista del diario resume la escena: “El presidente le hizo pasar a sus salones donde se encontraban, entre otras personas de su amistad, el coronel Zamudio, y dirigiéndose a sus amigos y abrazando cariñosamente al pescador, les dijo: ‘Este es mi salvador…‘. Y el coronal Zamudio agregó: ‘Del valor de este hombre y de sus fuertes brazos para impulsar los remos, ha dependido la suerte del país…‘. El rasgo fue bastante celebrado y muy agasajado el pescador”. (EC, 30/05/1917)
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Antes de retirarse de El Comercio, esa tarde de mayo de 1917, Manuel Manco dijo al reportero que su viejo “peladillo” con el que salvó a Pardo, se hallaba aún en Chilca, varado, algo olvidado, y conservado como una reliquia del pueblo. También dijo que nadie del Estado había venido a darle algún tipo de conservación.
Ya a punto de salir del antiguo local del diario Decano, aquel de un solo piso, ubicado en la misma esquina de lo que hoy se conoce como el cruce de los jirones Lampa y Santa Rosa, Manuel de los Reyes Manco reiteró que, por si no le hubieran entendido, él no era un político ni un gran personaje, sino solo un viejo pescador: “Yo he nacido en el mar”, repitió, y añadió que tan hombre de mar era que toda su vida no había comido más que carne de pescado. Luego, abrió la puerta y se fue.

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