Memorias del hijo de Asturias: el Perú en el recuerdo del Nobel

Miguel Ángel Asturias Amado nació en Guatemala en 1941. Es el segundo hijo del escritor guatemalteco Nobel de Literatura 1967, a quien rindió culto en la 3era. Feria del Libro de San Borja.

(Foto: Archivo familiar)
(Foto: Archivo familiar)
Carlos Batalla

Es un tranquilo ingeniero graduado en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. En esa ciudad porteña se quedó a vivir por el exilio de su padre, a comienzos de los años 60. Miguel Ángel recuerda una dedicatoria que Miguel Ángel Asturias (1899-1974) le escribió en un ejemplar de “Los ojos de los enterrados” (1960), la última novela de su trilogía bananera: “Para Miguelito, mi hijo adorado, de cerebro a cerebro, de corazón a corazón”, firmó el maestro.

Encinas, el amigo peruano

Miguel Ángel vive muy orgulloso de su padre, y recuerda muchas historias que este le contó, como su amistad y cariño por el gran educador peruano José Antonio Encinas (1888-1958), amigo de sus padres y de toda la familia Asturias.

A Encinas, el escritor Asturias lo trató personalmente desde los años 20. En junio de 1924, dejando a su familia, padres y hermano, y hasta a una novia, el joven escritor viajó justamente con Encinas en un vapor alemán hasta llegar a Panamá, de donde él partió solo a Europa para completar su formación intelectual y existencial.

El viejo Asturias vino a Lima en noviembre de 1947, un año después de haber publicado la novela “El señor presidente”. El doctor Encinas lo esperó amablemente en el aeropuerto limeño y lo guió por la ciudad. Lo acompañó incluso al interior del país, a Puno, Cusco y visitó con él la ciudadela de Machu Picchu, contó el hijo del escritor, para quien Encinas se portó como un gran anfitrión, por eso Asturias nunca lo olvidó, dijo Miguel Ángel.

(Foto: Archivo Familiar)
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La obra favorita del hijo

¿Cuál es la obra de su padre que más le gusta?, pregunté. “Mi favorita es una novela breve, ‘El alhajadito’ (1961), editada en Buenos Aires, que me gusta mucho porque fundamentalmente fue por ella que me acerqué a mi padre en Buenos Aires. Él me encargó pasar en limpio esa novela. Trabajábamos por las mañanas, muy temprano, yo sentado ante una máquina de escribir y él me pasaba sus originales. Era su secretario”, reveló.

“El libro ‘El alhajadito’ es el que quiero más, y no solo porque me regaló sus originales, sino especialmente porque incluyó unos relatos que me enseñó, que los tenía encarpetados con una tapa de cartón. Eran las cartas que mi papá nos escribía semanalmente a mi hermano Rodrigo y a mí, y en ellas nos contaba cada vez una historia. Se llamaban ‘Los cuentos del cuyito’ y estaban dedicados especialmente a mí porque mi sobrenombre de niño era justamente ‘cuy’”, confesó el memorioso ingeniero.

¿Era un jefe muy duro?, interrogué, y me dijo que no, que más que duro era exigente. Se corregía mucho y escribía varias versiones de una situación. “La obra que más me impactó fue ‘Mulata de tal’ (1963), donde hubo un manejo de la fantasía y del mundo guatemalteco muy bello; igual ocurrió en ‘Hombres de maíz’ (1949)”, indicó. Pero, sin duda, fue “El señor presidente” (1946) la novela que más entendió el mundo, y que se aplica a cualquier dictadura. “Esa novela le costó hasta la cárcel”, dijo el hijo del Nobel de Literatura 1967.

La visita a Lima de Miguel Ángel Asturias Amado, para animar la feria sanborjina, nos hizo recordar que Latinoamérica fue, es y será con seguridad una tierra de grandes escritores, como fue su padre, el viejo maestro Miguel Ángel Asturias.

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