No solo fueron los futbolistas, sino también otros deportistas de diferentes disciplinas los que destacaron en esa frustrada competición olímpica de Berlín 36. Aquel día del retorno a la patria, el gobierno del general Oscar R. Benavides declaró feriado laboral desde el mediodía. Los limeños y chalacos se movilizaron hacia los puntos de concentración para dar la bienvenida a los olímpicos, y las radioemisoras, no solo de la capital sino también de Ica, Huancayo, Arequipa y Cusco, transmitieron en cadena los detalles de ese esperado recibimiento.
Uno de esos puntos de concentración de la gente ese jueves 17 de setiembre de 1936 fue en la plaza Dos de Mayo, al final de la avenida La Colmena, en el centro de Lima. Allí se reunieron ingentes cantidades de personas, la mayoría miembros de distintos clubes deportivos.
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A las 9 de la mañana, ya era una multitud a la espera de sus ídolos. Y había muchas más personas que se esparcían por la avenida La Colmena para volver a juntarse en grupos numerosos en la plaza San Martín, y en las calles adyacentes desde donde suponían que podían ver a los olímpicos de Berlín.
En el Callao, el conocido malecón Figueredo de esos años, también fue un espacio tomado por la población. Los chalacos fueron los primeros en ver el barco “Reina del Pacífico” acercarse en la madrugada al muelle, y los primeros también en ver bajar de él a nuestros olímpicos. Sin duda, los futbolistas eran los más esperados.
LA LLEGADA DE LOS OLÍMPICOS
Minutos después de la 10 de la mañana, los ya legendarios deportistas pasaron del “Reina del Pacífico” -donde viajaron con varios repatriados de España que el gobierno rescató de la Guerra Civil y quienes se embarcaron en Barcelona- a un conjunto de motonaves con las que se aproximaron al “Muelle de Guerra” chalaco por grupos.
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Los olímpicos saltaron de estas motonaves y pisaron, por fin, tierra peruana. Encabezaba la delegación nacional, el presidente del Comité Olímpico Peruano, Eduardo Dibós. El malecón Figueredo reventaba de gente. Entonces, los deportistas se dirigieron a la pérgola de la plaza Grau y escucharon, primero, el discurso de bienvenida del vicepresidente del Comité Nacional de Deportes (Comité Olímpico), Federico Fernandini. Luego, recibieron un homenaje del municipio chalaco y su alcalde, el comandante José T. Valega.
Ello debieron avanzar abriéndose paso entre la gente que los acosaba con cariño y emoción, para lograr subir a los carros que los conducirían en caravana fuera de la zona copada por sus admiradores. Tras las ceremonias protocolares, enrumbaron por la avenida Colonial, para luego llegar a la plaza Dos de Mayo.
Allí, en la plaza, el saludo de la gente fue apoteósico, así como en la avenida La Colmena. Escolares bien uniformados, tanto como los militares de las tres fuerzas armadas, formaron parte del comité de recibimiento. Las galas de la vestimenta correspondían a la importancia de los deportistas olímpicos, que regresaban luego de dos meses de ausencia de país.
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Como la gente sabía que todos los olímpicos iban a dirigirse al “Estadio Nacional”, aquel coloso donado por la colonia británica poco tiempo después de las celebraciones por el centenario de 1921, los alrededores de ese campo deportivo también fueron ocupados por el pueblo en masa. Toda Lima y el Callao querían estar cerca de sus ídolos.
Muchas personas sentadas en las tribunas de madera, las populares; y los privilegiados en la tribuna de preferencia, esperaron pacientemente el arribo de los deportistas. El ingreso al estadio era libre, pero los espacios preferenciales fueron cedidos al público femenino. A las 10 de la mañana, ya no cabía ni un alfiler en el Estadio Nacional.
Lima volvía a ser una fiesta, como lo fue en 1921, 15 años antes, cuando la capital vivió con intensidad las fiestas del centenario patrio. Ese jueves 17 de setiembre de 1936, el jirón de la Unión y las calles con establecimientos comerciales lucían vacíos; el público era enteramente para los olímpicos.
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El Comercio contaría, paso a paso, todo el proceso celebratorio. Aquí un conjunto seleccionado de reveladores párrafos sobre el recibimiento a nuestros olímpicos aquel lejano día:
JUEVES 17 DE SETIEMBRE DE 1936
“A las 3 y 40 de la madrugada, el ‘Reina del Pacífico’ larga anclas en la bahía”.
“El ruido de las cadenas despierta a los olímpicos. Ya no les es posible conciliar el sueño”.
“A las 6 y 30 los olímpicos desayunan nerviosamente”.
“Los nombres de los olímpicos peruanos se repiten con cariñosas frases. Lo siguen el clásico ¡Chin Pun Perú! ¡Chin Pun Callao!”.
“En el muelle, centenares de banderitas peruanas, gallardetes institucionales; destacan los del Sport Boys y del ‘Atlético Femenil Callao’ portado por bulliciosa ‘barra’ femenina”.
“Nuestros jugadores y atletas que visten uniformes de gala contestan las manifestaciones con visible contento”.
“Desde las primeras horas de la mañana (…), las gentes se echaron a las calles de todos los ámbitos de la ciudad”.
“De los balnearios del Sur, los tranvías y ómnibus que hacen el recorrido de ida y vuelta vienen completamente atestados de pasajeros, desde antes de las ocho de la mañana”.
“A las nueve de la mañana, la plaza Dos de Mayo y sus alrededores están ocupados por una compacta muchedumbre, que a medida que el tiempo avanza se hace más y más numerosa”.
“Todos los clubs, portando sus distintivos unos y banderas con inscripciones alusivas al buen éxito de los olímpicos en Berlín, llegan en correcta formación”.
“Los jóvenes que forman la policía especial se distribuían por la plaza Dos de Mayo, La Colmena y demás lugares que debía recorrer el desfile”.
“A la cabeza del desfile, un conjunto de motocicletas del Motoclub de Lima y Callao”
“El ambiente era de verdadera fiesta en la ciudad”.
“Los futbolistas, los basquetbolistas, los atletas, los ciclistas, los boxeadores y entrenadores, y los dirigentes de las distintas ramas del deporte nacional, todos visten trajes de parada con los que concurrieron a las olimpiadas. O sea, chaqueta azul, pantalón blanco y zapatillas del mismo color”.
“Llegan a la plaza San Martín a las 11 y 15 minutos”.
“El desfile continúa por el costado del Teatro Colón, las calles Juan Simón, Belén, Paseo de la República, hasta llegar a la Municipalidad de Lima”.
“Luego de una ceremonia en el municipio limeño, sigue el desfile de los olímpicos al Estadio Nacional”.
“En todo este recorrido, desde los balcones y ventanas, las damas de nuestra sociedad arrojan serpentinas, confetis, flores”.
“Difícil es para la delegación olímpica el ingreso al Estadio Nacional”.
“El desfile se organiza con una banda de músicos. Se dio una vuelta completa en todo el contorno del campo”.
“La delegación olímpica se dirige al centro del campo donde se levanta un mástil y se iza el emblema nacional a los acordes de la Marcha de Banderas y luego se canta el himno nacional”.
Aquella hermosa ceremonia en el viejo Estadio Nacional terminó con premios para los olímpicos y se prolongó hasta las 2 de la tarde de ese 17 de setiembre de 1936. El día que los peruanos, en general, reconocieron el valor de todos los deportistas olímpicos nacionales.
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