Cuando el dictador Ceausescu llegó al Perú

Al cumplirse un siglo del nacimiento de Nicolae Ceausescu, repasamos su polémico gobierno, la visita a nuestro país y el derrumbe de su régimen.

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El dictador rumano nació el 26 de enero de 1918 en Scornisceti. De origen campesino, el joven entró a laborar en una fábrica, donde fue atraído por la fiebre sindicalista de aquellos años. De allí saltó a la Unión de Juventudes Comunistas –que estaba en la clandestinidad-, e incluso pisó la cárcel por sus ideas.

En prisión se enamora de Elena Petrescu –aunque otras fuentes sostienen que fue en una fiesta-. Ella ejercería una potente influencia durante su trayectoria política. Tras el derrumbe del nazismo y el final de la Segunda Guerra Mundial, Rumania pasó de ser un país adepto de Hitler a constituirse en un estado sumiso a Stalin.

En esta nueva fase de la historia rumana, Ceausescu optó por ascender paso a paso la atractiva pendiente hacia el poder. Primero ocupó algunos cargos en el Partido Comunista y luego se erigió primer secretario de la organización, en 1965. Dos años después asumió la presidencia del Consejo de Estado. En 1968, asombrando a sus adversarios occidentales, se mostró crítico de la invasión soviética de Checoslovaquia. En 1973, durante su visita al Perú, diría con énfasis: “Ninguna nación es libre si acepta la dominación de otro pueblo”

Ceausescu en Perú

En medio de la Guerra Fría el dictador europeo llegó al Perú desde la lejana región de los Cárpatos. Arribó para intentar establecer una relación política y económica más estrecha con el entonces gobierno militar. Estuvo en Lima acompañado de su esposa.

“El presidente de la República, general Juan Velasco Alvarado, dialogó con el Jefe de Estado de Rumania Nicolae Ceausescu en la tarde de ayer en Chaclacayo, noventa minutos después de llegar éste a Lima en visita oficial de cinco días”, informó El Comercio el 16 de setiembre de 1973.

En un avión de Transportes Aéreos Rumanos, que aterrizó en el aeropuerto Jorge Chávez, arribó el Presidente del Consejo Rumano, quien descendió de la nave vistiendo un terno gris claro. Junto a él, su esposa lucía un vestido naranja y un abrigo crema de cuero. Ambos fueron saludados con una salva de 21 cañonazos, mientras eran recibidos por el Premier y Ministro de Guerra, general Edgardo Mercado Jarrín.

El día 17 Ceausescu rindió homenaje y colocó una ofrenda floral en el Panteón de los Próceres. Además, firmó el libro de visitantes ilustres colocando la siguiente inscripción: “Traemos nuestro profundo homenaje a los héroes de la República peruana”. Estuvieron presentes su señora, miembros de su comitiva y altos Jefes del Ejército.

Al día siguiente la máxima autoridad rumana viajó a Trujillo, donde visitó la Cooperativa agroindustrial de Casa Grande. El 19 el ministro de Energía y Minas, general Jorge Fernández Maldonado, y su contraparte rumano firmaron acuerdos para explotar el yacimiento de Antamina. Ese mismo día el Municipio de Lima declaró Huésped Ilustre al Jefe de Estado de Rumania, según nota del Decano.

Asimismo, la Universidad de San Marcos le confirió el grado de “Doctor Honoris Causa”. Por su parte, el presidente Velasco Alvarado se reunió con el mandatario Ceausescu en la Casa de Pizarro, en donde se le distinguió con la Orden de El Sol. El 21 de setiembre puso punto final a su visita.

“Nicolae Ceausescu abordó el avión presidencial rumano –un Iliushin 62-en compañía de su esposa y de su comitiva oficial, a las 12 y 40 minutos, poco después de recibir una cordial despedida que le tributaron los miembros del Gobierno Revolucionario, Ministros de Estado, Embajadores y medio millar de personas”, indica la información.

El avión presidencial rumano dejó Lima a las 12 y 50 minutos en viaje a Rio de Janeiro. El presidente Ceausescu canceló las visitas que tenía programadas a Argentina y Chile, donde había acontecido un cruento golpe de Estado.

Consolidación en el poder y últimos días

La industrialización del país fue su bandera, y supo sostener cierta “independencia” dentro del Pacto de Varsovia. Esa relativa autonomía le permitió montar un Estado a su medida, con ojos y oídos en todas partes, y en donde su palabra era ley. La “Securitate” fue la policía política de Ceausescu, un organismo de poder ilimitado, que cuidaba la sujeción de los ciudadanos al pensamiento de su “líder”.

En los últimos años de su régimen impulsó eventos que resaltaban sus bondades como gobernante, llevando al extremo un culto a la personalidad muy similar al que construyeron Stalin en la Unión Soviética y Mao Tse-tung en China, o más recientemente Kim Jong-un en Corea del Norte.

Cuando algunos países de la órbita soviética aplicaron tímidos ensayos de apertura política y económica, Ceausescu prefirió apertrecharse en su feudo y aplastó cualquier intento de desobediencia. Esta fórmula autoritaria le rindió frutos hasta que tuvo su “Waterloo”. Y esto sucedió en Timisoara, entre el 17 y 22 de diciembre de 1989. Las multitudinarias manifestaciones de protesta fueron reprimidas con extrema brutalidad, ocasionando más de un centenar de muertos.

La chispa que se encendió en esa ciudad había empezado a recorrer todo el país. La mayoría de ciudadanos había decidido poner fin a la dictadura. En un último intento por contener los afanes libertarios, Ceausescu dirigió en Bucarest un discurso minimizando el levantamiento en Timisoara. Fue abucheado soberanamente. Entonces el megalómano presidente decidió que era momento de huir junto a Elena, pero fueron capturados.

La caída del muro de Berlín, sin duda, había atizado el deseo de aires democráticos en Rumania. Sobre esto, la crisis económica y la miseria de muchos sectores sociales habían terminado por remover la pasividad de los rumanos.

El 25 de diciembre de 1989 el implacable Ceausescu, de 71 años, y su esposa fueron ejecutados después de un breve juicio ante un tribunal militar, que tomó menos de dos horas. En medio de un conato de guerra civil, la prensa rumana divulgó la noticia de la aplicación de la pena de muerte. Fueron sentenciados por delitos de genocidio, evasión de mil millones de dólares hacia bancos extranjeros, acciones armadas contra el Estado y el pueblo, y destrucción de la economía nacional.

Su consorte, quien ejerció los cargos de vicepresidenta del gobierno y presidenta de la Comisión de Control del Partido, pidió morir al lado de su marido. Ambos fueron puestos mirando hacia un muro y recibieron la descarga de ametralladora de tres militares. Momentos antes, mientras caminaban al lugar de la ejecución, Nicolae miró a uno de sus ejecutores con lágrimas en los ojos.

Cuando sabía que estaba por morir gritó: “La historia me vengará” y empezó a cantar el himno de la Internacional. Ambos cayeron al suelo. Él murió al instante, pero ella tuvo que recibir el tiro de gracia. El comunicado, difundido por radio y televisión, fue claro: “La condena ha sido ejecutada”.

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