Su nombre completo es Manuel Rubén Abimael Guzmán Reinoso. Nacido en Islay, Arequipa, el 3 de diciembre de 1934, fue el más sanguinario terrorista peruano de la historia. Hoy, a las 86 años, falleció mientras cumplía cadena perpetua en el centro de reclusión de máxima seguridad de la Base Naval del Callao.
Guzmán, capturado en 1992, recibió la máxima condena carcelaria por sus acciones terroristas y genocidas que empezaron en mayo de 1980. Primero lo condenó un tribunal militar el mismo año de su captura, y luego un tribunal civil en el 2006. En ninguno caso se escapó de la prisión de por vida.
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Abimael Guzmán nació en el barrio La Aguadita, muy cerca del puerto de Mollendo. Fue el tercer hijo en una familia de siete hermanos. A los 29 años, el 3 de febrero de 1964, se casó con Augusta La Torre, a quien idolatraba, y cuya muerte en extrañas circunstancias, ya en plena locura terrorista, lo afectó duramente.
Dos años antes, en 1962, Guzmán había empezado a dictar sus clases de Historia de la Filosofía en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, en Ayacucho, donde sería popular entre los jóvenes estudiantes más ideologizados y radicales. Venía de perder su puesto de profesor de filosofía en la Universidad Nacional San Agustín de Arequipa, y por ello había decidido probar suerte en Ayacucho.
Abimael Guzmán desarrolló su plan estratégico de propaganda ideológica entre los estudiantes huamanguinos, sobre todo en la década de 1970, cuando ya había organizado, desde inicios de ese decenio, la facción de izquierda llamada “Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso” (PCP-SL), que él dirigía en la universidad huamanguina. Desde entonces era un conocido profesor y conferencista caracterizado por su feroz retórica, radical y violentista; alguien que era capaz de hablar a los estudiantes con una certeza indubitable y fanática de la historia, la política y la economía del país.
Abimael Guzmán adoctrinaba y reducía los graves y profundos problemas del país en cuatro o cinco lemas, inspirados en la ideología china de Mao Tse Tung que repetía hasta la saciedad. Así convencía a los jóvenes radicalizados, muchos de los cuales eran hijos de campesinos, que vivían indignados contra un sistema opresivo de maltrato. En ellos, Guzmán trabajó y exacerbó el fanatismo ideológico más que las ideas y los conceptos necesarios para estudiar asertivamente la realidad peruana. En Huamanga, Guzmán llegó incluso a ocupar cargos en la propia administración universitaria.
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El inicio de la barbarie terrorista en el Perú
Poco antes del inicio de las acciones terroristas en mayo de 1980, Abimael Guzmán había sido capturado por la Policía, pero con pocas pruebas en su contra fue liberado. De esta forma, el cabecilla terrorista ingresó a la clandestinidad en 1979 y desde entonces se hizo imposible hallarlo, convirtiéndose en un mito para sus huestes fanatizadas. Poco tiempo después, con el PCP-SL iniciaría una historia de sangre, abusos y violencias sin precedentes en la historia del Perú contemporáneo.
Los primeros atentados terroristas ocurridos a partir de mayo de 1980 (Chuschi, Municipalidad de San Martín de Porres, tumba de Velasco, etc.) sorprendieron a la sociedad peruana. Fue la etapa en la que se barajaban varios autores de esos crímenes, desde abigeos politizados hasta montoneros de Argentina. Costó identificar a los primeros grupos de extremistas de la izquierda maoísta.
Abimael Guzmán encabezaba una agrupación político-militar muy fanatizada y que le rendía un enfermizo culto. A mediados de los años 80, se especuló que el jefe terrorista había muerto en acción; sin embargo, en una entrevista que publicó el periódico senderista “El Diario”, en 1987, se pudo confirmar que eso era falso. En algún lugar del Perú debía estar vivo aún el asesino senderista.
Entonces, el 31 de diciembre de 1991, en una intervención de la Dincote a un domicilio en Balconcillo, La Victoria, se halló un video en el que aparecían bailando la canción “Zorba El Griego” los miembros del Comité Central de SL. A partir de esos hechos y de otras informaciones se determinó que Guzmán estaba vivo y que se encontraba en Lima.
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La captura del siglo: Abimael Guzmán cae en Surquillo
Ningún título universitario lo escudó de sus intenciones delincuenciales. Por eso, para los miembros de la Primera División de Inteligencia (conocida como GEIN), que lo capturó con el Plan Victoria, y para la Dincote en general, era simplemente “El Cachetón”.
Capturado Abimael Guzmán el 12 de setiembre de 1992, en la casa de la urbanización Los Sauces, en Surquillo, SL empezó a naufragar. Insistieron con más atentados, pero su cúpula fue cayendo poco a poco hasta ser desarticulada y desconectada de los mandos medios y militares. Fue el inicio de su fin.
Abimael Guzmán Reinoso, el llamado por sus seguidores “presidente Gonzalo”, fue capturado vivo, sin recibir ningún daño. Se rindió y punto. Esto impidió que su figura política se convirtiera en una especie de héroe para sus huestes. Era un tipo común y corriente. Con él cayeron diez miembros de la cúpula de su agrupación terrorista.
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Diez días después, el 22 de setiembre de 1992, se inició la manifestación de Abimael Guzmán. La policía presentó a Elena Iparraguirre ‘Miriam’, Laura Zambrano ‘Meche’ y María Pantoja ‘Eugenia’. Al día siguiente, a Zenón Vargas ‘Arturo’, Carlos Incháustegui, Toribio Valerio Gonzales y Roberto Pizarro Ccori.
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Finalmente, el 24 de setiembre de 1992, en un día considerado histórico, Abimael Guzmán Reinoso fue presentado en una jaula y con un traje a rayas. Ese día también se presentó a Maritza Garrido Lecca, la guardiana de la casa de Los Sauces. Tres días después, el 27 de setiembre, trasladaron a Guzmán, ‘Miriam’ y ‘Arturo’ a la Base Naval y luego a la Isla San Lorenzo. A los otros ocho terroristas los llevan a Arequipa y Puno.
El inicio de un largo proceso contra el terror
Guzmán empezó a rendir su declaración instructiva ante un juez militar sin rostro, el 1 de octubre de 1992. El propio presidente Alberto Fujimori iría a la isla para ver la diligencia a través de un circuito cerrado de televisión. Fue el 7 de octubre de 1992, en la misma isla San Lorenzo, que los jueces militares condenaron a cadena perpetua a Abimael Guzmán y sus coacusados ‘Miriam’ y ‘Arturo’. Mientras tanto, en Arequipa y Puno se dictaron iguales fallos para los otros ocho terroristas restantes. El delito era Traición a la Patria.
A los pocos días, los Tribunales Especiales Militares confirmaron la sentencia de los jueces instructores condenando a Abimael Guzmán y a sus 10 secuaces a cadena perpetua. Guzmán fue recluido inicialmente en la Estación Naval de San Lorenzo.
El 14 de octubre de 1992, el Consejo Supremo de Justicia Militar volvió a confirmar la cadena perpetua. Al año siguiente, el 3 de abril de 1993, cambiaron de reclusión al cabecilla senderista: su nueva prisión sería, desde ese día, la Base Naval del Callao. En esas condiciones se mantuvo durante todo el régimen de Fujimori (1990-2000) y en el corto gobierno de Valentín Paniagua (2000-2001).
Fue durante el gobierno de Alejandro Toledo (2001-2006) que el Tribunal Constitucional (TC), el 4 de enero de 2003, declaró inconstitucional la ley que permitía la pena de cadena perpetua, abriendo así la opción a sentenciados por delito de terrorismo y traición a la patria de pedir nuevos procesos en los que ya no se contemplara la privación de la libertad de por vida.
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Luego, el 20 de marzo de 2003, nuevamente el TC estableció una norma que declaró inconstitucional la tipificación del delito de traición a la patria y el juzgamiento de civiles por tribunales castrenses. En ese sentido, se revocaron las sentencias contra la cúpula terrorista capturada el 12 de setiembre de 1992. Se vino entonces un nuevo juicio para el mayor terrorista de la historia peruana: Abimael Guzmán Reinoso.
El nuevo juicio, en el fuero civil, empezó el 5 de noviembre de 2004. Los acusados fueron Abimael Guzmán, Elena Iparraguirre y los más connotados integrantes del órgano de dirección nacional de SL. El 25 de setiembre del 2005, el fiscal superior Edgar Chirinos Manrique pidió en su acusación la cadena perpetua para Guzmán y los 10 cabecillas senderistas de su cúpula, todos ellos acusados de cometer los delitos de terrorismo agravado, homicidio calificado y delitos conexos en perjuicio de la sociedad peruana. Además, el fiscal pidió 25 años de prisión para 13 mandos medios.
Finalmente, el 13 de octubre de 2006, la Sala Penal Nacional condenó a cadena perpetua a Abimael Guzmán, máximo cabecilla del grupo terrorista Sendero Luminoso (SL), y a diferentes penas a otros 11 de sus secuaces por los atentados y asesinatos que ordenó desde 1980. El tribunal, luego de ocho horas de lectura de sentencia en la Base Naval del Callao, también le impuso la pena de cadena perpetua a Elena Iparraguirre, pareja sentimental de Guzmán, al probarse que fue la número dos dentro del llamado Comité Central de SL.
La cadena perpetua merecida para un genocida
Genocidios como el de Lucanamarca, donde fueron asesinadas 69 personas, entre ancianos, mujeres y niños; y la masacre del pueblo Asháninka, en la selva peruana, donde la misma CVR determinó que fueron 6.000 asháninkas muertos, 5.000 desaparecidos y 10.000 desplazados por acción de SL, reflejaban apenas una parte del dolor criminal que Abimael Guzmán infringió al Perú.
A estos casos se deben sumar cientos de atentados con coches bomba en todo el país, como los del jirón Tarata, en Miraflores, y del local del Canal 2, en Jesús María, así como incontables explosiones en diversos lugares a lo largo de todo el territorio nacional. Asesinatos selectivos como el de alcaldes, gobernadores, prefectos, militares y policías, y también dirigentes populares como María Elena Moyano, en Villa El Salvador (1992).
Estos innumerables asesinatos quedarán para siempre en la conciencia de sus perpetradores, pero todos ellos lo hicieron siguiendo las consignas, órdenes o disposiciones de un único hombre: Abimael Guzmán Reinoso.
En una entrevista a El Comercio, en febrero de 2006, el reconocido periodista norteamericano Jon Lee Anderson, quien vivió en el Perú en la década de 1980, la más dura de la insania terrorista, dijo que Abimael Guzmán había creado “una especie de culto del poder necromántico”. Ese fue el nivel inhumano del mayor terrorista peruano que acaba de morir, a los 86 años de edad.
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