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La tragedia de ‘Muni’ de 1991: el impactante caso del primer futbolista peruano que murió por un explosivo | FOTOS EXCLUSIVAS
En mayo de 1991, el camerino del estadio municipal de San Isidro se convirtió en el escenario de una tragedia inesperada. Un artefacto explosivo detonó afectando a los jugadores del club Deportivo Municipal. Hubo varios heridos, uno de gravedad; pero también un fallecido: el joven futbolista edil Héctor Mathey. Por primera vez, el terrorismo golpeaba directamente al fútbol peruano, marcando un antes y un después en la historia del deporte nacional.
Lima, 9 de mayo de 1991. Familiares de Héctor Mathey salen desesperados del Hospital de Policía, donde el joven jugador del Deportivo Municipal acababa de fallecer, tras explotarle una "bomba terrorista" en el estadio municipal de San Isidro. (Foto: Archivo Histórico de El Comercio).
La tragedia comenzó a gestarse tres días antes. El lunes 6 de mayo de 1991, el grupo terrorista MRTA intentó activar un “coche bomba” en la entrada del Cuartel San Martín, en la avenida del Ejército, San Isidro. La rápida intervención policial frustró el atentado. La Policía interrogó a testigos, entre ellos el guardián del estadio municipal de San Isidro, ubicado al frente del cuartel. Se creyó que el “artefacto explosivo” que mató días después al joven jugador del Deportivo Municipal, Héctor Mathey Madrona, fue lanzado por los emerretistas en represalia por la información que el guardián dio a la Policía. Mathey fue el primer futbolista muerto por la acción demencial del terrorismo.
En el estadio municipal de San Isidro entrenaban regularmente los jugadores del club Deportivo Municipal, equipo de la Primera División que adoptó ese escenario para sus prácticas matutinas durante la semana. Los sucesos del lunes 6 de mayo de 1991 -con el coche bomba en el Cuartel San Martín, ubicado en la cuadra 13 de la avenida del Ejército- los obligaron a entrenar desde ese día en El Olivar de San Isidro, donde estuvieron por tres días.
Tres días antes del atentado contra el equipo edil, las huestes terroristas del MRTA intentaron hacer explosionar un coche bomba en el vecino cuartel San Martín. (Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
El trabajo de los jugadores del “Muni” era entrenar muy duro para estar aptos ese sábado 11 de mayo, en que debían jugar contra el club Alianza Lima. De esta forma, desde ese jueves 9 de mayo de 1991 retornaron a sus entrenamientos en el estadio municipal de San Isidro, un espacio ideal por sus 68 mil metros cuadrados.
UN ADOLESCENTE DESCUBRIÓ EL MISTERIOSO ARTEFACTO EN LA CANCHA
Un día antes, sin embargo, el miércoles 8 de mayo, Freddy Rojas, de 17 años, el hijo del encargado del “cercado perimetral” del estadio sanidrino, había encontrado mientras peloteaba en la cancha con unos amigos, un cilindro o tubo pequeño en el césped. Ese día no iba a ver ningún entrenamiento edil, por eso es que andaba peloteando por allí.
Héctor Mathey murió en el Hospital de la Policía, hubo un herido grave Franklin Allemant, y heridos leves, entre ellos, Ramón Quiroga. (Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
La Policía corroboró que los jugadores del 'Muni' habían manipulado el artefacto explosivo. (Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
Rojas había manipulado lo que para él era un recipiente de desodorante en espray o algo así. El artefacto medía como 10 cm. de largo y unos cuantos de diámetro, estaba pintado de colores verde, amarillo y gris. No le dio importancia, en realidad. Y volvió a tirar el recipiente en el campo de juego.
El jueves 9 de mayo, cuando todo el equipo edil estaba entrenando en la cancha, el Freddy volvió a ver el artefacto, pero ya no en el césped sino en el marco de la ventana del camerino. Se supo después que el jardinero lo había colocado en ese sitio para que no incomodara el entrenamiento del equipo de la franja.
Pero ese objeto no era un simple “desodorante”. Era un “artefacto explosivo de acción eléctrica”, según el diario El Comercio. (EC, 10/05/1991). Y estaba a centímetros del plantel de jugadores que habían terminado sus prácticas del día.
La ambulancia trajo al joven Héctor Mathey hasta la UCI del hospital policial. Pero ya fue demasiado tarde. (Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
En tanto, el adolescente Rojas no dejaba de pensar en ese misterioso objeto, y llegó a contarle de este al utilero del club, Lucho Espinoza. El artefacto era una especie de bala grande, con la punta ovaladay sin casquillo. Al utilero, como ocurrió con el jardinero, tampoco le pareció “nada peligroso”.
De allí fue que lo manipularon varios futbolistas, unos ya bañados y otros por hacerlo. Según los testigos, el primero fue Carlos Guillén, quien empezó a bromear con el asunto. Lo movió de izquierda a derecha, y dijo: “Qué va a ser esto una bomba”. Y lo lanzó a otro compañero que lo agarró en el aire, y así fue pasando de uno en uno.
Era, sin saberlo, un juego mortal, una “ruleta rusa” en vivo. El artefacto metálico, aparentemente inofensivo, anduvo de aquí para allá, volando de mano en mano. Nadie podía presagiar el horror de los minutos siguientes.
La joven figura de Héctor Mathey, de 19 años, toda una promesa para el fútbol peruano, la cual frustraron las manos asesinas del terrorismo emerretista. (Foto: Internet)
¿CÓMO EXPLOSIONÓ EL TUBO METÁLICO QUE ERA UNA BOMBA EN EL ESTADIO SANISIDRINO?
Ramón Quiroga, el argentino nacionalizado peruano, que cuidó el arco de la selección peruana en los mundiales Argentina 78 y España 82, había hecho su debut como director técnico en 1990, en ese entusiasta Deportivo Municipal. En 1991, estaba en su segundo año en el equipo edil.
Con esa etiqueta de DT en el pecho, Quiroga entró a ese camerino para imponer un poco de orden al ver a sus muchachos que jugaban con un tubo metálico que nadie sabía de dónde había llegado. Ordenó detener la chacota y mandó al utilero a que recogiera las cosas que se habían quedado en el campo de juego.
Según precisan los testigos, el arquero Enrique Vega Centeno guardó por unos momentos el extraño objeto en su maletín, mientras los demás se alistaban para salir hacia sus casas. Todos vieron luego que Quiroga se alejaba un poco de ellos, hacia una mesa, para tomar agua de una botella.
Infografía del diario El Comercio, ubicando con exactitud el lugar del lamentable suceso, acaecido aquel mediodía del 9 de mayo de 1991. (Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
En ese momento, entró en el camerinoFranklin Allemant, de 21 años, el hijo del presidente del club, José Marcelo Allemant. Eljoven acostumbraba participar de los entrenamientos del equipo de la franja. Ingresó también, con cierto retraso, el jugador Héctor Mathey Madrona, de apenas 19 años, toda una promesa del fútbol peruano.
Entonces alguien dijo que tuvieran cuidado pues en la maleta de Vega había una “bomba”. Querían seguir con el juego, con las bromas. Mathey fue el más curioso, y sacó el “desodorante” del maletín. Lo tocó, volteó y le dio varios golpes contra el borde de una mesa…
Mathey hizo hasta un amago de morderlo. En eso Franklin Allemant se acercó a él y se lo quitó. Lo manipuló como hicieron todos. A la vista, parecía efectivamente un desodorante en aerosol. Siguieron las bromas, el ambiente era distendido en el camerino edil.
Apenados familiares del jugador edil fueron captados por el lente de los reporteros gráficos del diario decano cuando salían del hospital. (Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
De pronto, cuando los relojes marcaban las 12.40 de la tarde, el peligroso artefacto que estaba en la mano derecha extendida de Allemant, pero más cerca al cuerpo de Mathey, explosionó. El impacto arrojó a los jugadores ediles al piso.
Allemant llegó a ver cómo su mano derechavolaba hecha trizas. Mathey se apretó el pecho y cayó de rodillas, con el rostro de un lado desfigurado, el cuello y unl brazo muy afectados, y laparte posterior delcráneo ensangrentada; pese a ello, estaba consciente, al menos por unos segundos.
El resto de jugadores, como Vega Centeno, Juan Mármol, Carlos Guillén, Alfredo Rojas y Máximo Alfaro y el asistente técnico Pablo Villanueva empezaron a levantarse, entre heridos y aturdidos; heridos por las esquirlas también quedaron el asistente William Rojas y el DT Ramón Quiroga.
Un grupo de jugadores del equipo edil llega al hospital con los rostros acongojados, seguían incrédulos. (Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
HÉCTOR MATHEY: LA REACCIÓN DE SUS COMPAÑEROS EDILES
Los jugadores que estaban afuera de ese infernal camerino regresaron rápidamente para ayudar a sus compañeros. No podían creer lo que había ocurrido. Finalmente, no era un tubo metálico ni un desodorante cualquiera. Era una bomba letal.
Llamaron a la Policía, a los bomberos, a las ambulancias, pero tardaban demasiado. En su desesperación trataron de contener el sangrado de Mathey y Allemant con telas o sábanas que hallaron allí mismo. En el caso de Allemant, le hicieron un torniquete ante la ausencia de su mano y parte del brazo. Pero Mathey era el caso más grave. Ambos fueron recostados en unos taburetes.
Tanto se demoraron los bomberos y las ambulancias, que antes llegó la gente de la televisión: fue la reportera Mónica Chang y su cámara del Canal 2, como siempre lo hacían en estos casos. Ello causó indignación entre los deportistas que trataron de cuidar la integridad y el respeto que merecían sus heridos.
La muerte temprana de Héctor Mathey golpeó duramente a la familia del jugador, a la familia edil y, en realidad, todo el país. (Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
Franklin Allemant fue conducido, en un primer momento al Hospital de Policía, pero luego sus familiares lo trasladaron a la Clínica Tezza, en Santiago de Surco, donde lo operaron de emergencia; en tanto Héctor Eduardo Mathey Madrona fue llevado al Hospital de la Sanidad Policial ya muy grave.
Lamentablemente, con un severo daño cerebral y una grave pérdida de sangre, Mathey no resistió y murió a las 2.45 de la tarde de un paro cardiaco, cuando apenas había ingresado a la sala de operaciones. Los demás heridos leves, seis en total, incluido Ramón Quiroga, fueron llevados a otros centros médicos y también a emergencia del propio hospital policial de la avenida Brasil.
La solidaridad del mundo del futbol se hizo efectiva, puesto que apenas se supo la noticia, varios futbolistas se acercaron al Hospital de Policía. Ese mismo jueves 9 de mayo de 1991, en la tarde, se vio a José “Puma” Carranza, Horacio “Pepa” Baldessari (jugaba ese 91 en Cristal, pero en 1990 lo hizo en “Muni”), Germán Leguía, Franco Navarro, Roberto Martínez, Fidel Suárez, Octavio Vidales, Carlos Castagneto, entre otros jugadores y dirigentes ediles y de otros clubes.
El público peruano se acercó a las inmediaciones del Hospital de Policía, especialmente los hinchas de la franja. (Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
ACCIÓN POLICIAL: CASO DEL ATENTADO DEL ESTADIO MUNICIPAL DE SAN ISIDRO
La Policía empezó una investigación exhaustiva del caso que enlutaba, nuevamente, el fútbol nacional, a menos de cuatro años de lo que había ocurrido con el equipo del club Alianza Lima y la caída del Fokker en el mar de Ventanilla en 1987.
En la revisión del campo y las instalaciones del centro deportivo de San Isidro, la Policía especializada en explosivos halló otros dos artefactos parecidos, los cuales fueron desactivados. De haber explotado, la tragedia hubiera sido aun mayor de lo que ya era. Se determinó también que la bomba asesina se había activado eléctricamente tras la manipulación continua de los deportistas.
El Comercio informó que, según fuentes policiales, “el objetivo de la carga explosiva era el guardián del estadio, que, en días anteriores, había colaborado con la Policía para identificar a los subversivos actores del atentado contra el Cuartel San Martín”. (EC, 11/05/1991)
Entre los jugadores profesionales que se acercaron al hospital en solidaridad con el 'Muni' figuraron: Franco Navarro (al medio, de frente) y Roberto Martínez (derecha, de perfil). (Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
Ese fue solo el comienzo de una práctica insana de los subversivos, los que dejaban desperdigados granadas o artefactos explosivos, atentando principalmente contra los niños que los recogían de parques, jardines o puertas de las casas de su vecindario.
Tras el examen de los especialistas policiales, se determinó científicamente que el objeto en apariencia “inofensivo” era en realidad “una granada de uso militar, de fabricación norteamericana. Era de siete centímetros de largo y 3.4 centímetros de diámetro. En el interior tenía TNT. Su potencia es similar a la de cuatro cartuchos de dinamita, por eso el gran daño que ocasionó”. (EC, 11/05/1991)
El equipo de Mathey, el Deportivo Municipal, andaba tercero en el campeonato nacional de 1991 y el joven marcador derecho era el titular indiscutible en su puesto. Hijo de Juan Mathey y Genara Madrona, Héctor había nacido el 15 de agosto de 1971, en Lima. Tenía 19 años cuando lo tocó la desgracia. Llevaba dos años alternando en el equipo mayor del “Muni”, club que lo acogió desde pequeño, pasando por todas sus divisiones inferiores.
La Policía especializada hizo un revisión exhaustiva del lugar de los hechos. (Foto: Archivo Histórico de El Comercio)
Ex seleccionado Sub-20, Mathey había jugado ese año 91, en febrero, como titular los cuatro partidos de la Bicolor en el Sudamericano de Puerto Ordaz, en Venezuela, ccontra Ecuador, Paraguay, Uruguay y el anfitrión). Jugó con la camiseta número 3 en ese campeonato. (EC, 10/05/1991).
La muerte de Héctor Mathey fue muy dolorosa, y dejó un ambiente de impotencia y tristeza en el club edil y entre sus hinchas, puesto que era el primer caso registrado oficialmente de un deportista peruano que fallecía por un acto terrorista. (EC, 10/05/1991)
Mathey era un joven que pensaba en su futuro más allá del fútbol. A sus 19 años, estudiaba electrónica por las noches; él pensaba trabajar en la entonces Compañía Peruana de Teléfonos (CPT), junto a su padre.
Muni de 1991: Javier Chirinos, Juan Mármol, Carlos Guillen, José Soto, Vega Centeno, Juan Vidales; abajo: Marco Moran, Ricardo Besada, Lino Morán, Alfonso Reyna y Cesar Espino. (Foto: Internet)
/ Dafne
Los restos del joven Mathey fueron enterrados en el cementerio generalEl Ángel, el viernes 10 de mayo de 1991. Hablaron en esa ocasión, el capitán del “Muni” Juan Vidales; Nicolás Delfino, como directivo de la FPF, y hasta el diputado Roberto Miranda, de la Cámara de Diputados.
Sus compañeros y amigos contaron cómo era Héctor Mathey, algo que podemos resumir en cinco palabras: alegre, noble, estudioso, humilde y amistoso. En los estadios del Perú, durante ese fin de semana, hubo un respetuoso “minuto de silencio” en su homenaje.