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Vía Expresa: el feroz asalto con balacera, robo y asesinato del 2016 y otros violentos casos | FOTOS
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Antes del mediodía del 19 de febrero de 2016, un asalto a mano armada dejó un muerto y un herido en la bajada a la Vía Expresa de la avenida Paseo de la República, a la altura del puente Canadá, en La Victoria. Delincuentes interceptaron un vehículo Toyota en el que se trasladaban tres personas, que minutos antes habían retirado una fuerte suma de dinero de un banco cercano. La Policía buscó hasta que encontró a uno de los cuatro asesinos encapuchados.
A las 10 y 50 de la mañana de ese viernes 19 de febrero del 2016, la rutina de una Lima agitada se vio alterada por la violencia. Carlos Augusto Becerra Meneses, de 74 años, conocido cambista del jirón Ocoña, en el Centro de Lima, acababa de retirar 70 mil dólares de la agencia Interbank, ubicada en el cruce de la avenida Javier Prado Este y la Vía Expresa.
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El destino de Becerra era el Cercado de Lima, pero el trayecto se truncó en la bajada al “zanjón”, a pocas cuadras de la avenida Canadá, en La Victoria. El empresario viajaba en la parte posterior de un auto Toyota de placa F5Q-540. Al volante iba Víctor Benavides Vargas, un ex marino y guardaespaldas del empresario; y a su lado, atrás, Pedro Narciso Ramírez, hombre de su confianza. Los tres estaban armados.
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El tráfico avanzaba lentamente. De pronto, un auto interceptó el vehículo y de aquel descendieron cuatro sujetos encapuchados. No hubo diálogo ni advertencia. Los disparos resonaron en la vía, fueron más de veinte, según testigos. El objetivo era claro: el maletín con los 70 mil dólares.

El ataque fue fulminante. Carlos Becerra recibió un balazo mortal. Los asaltantes, en una operación calculada y breve, se apoderaron del botín y huyeron sin dejar rastro. Un camarógrafo de Canal 7, que pasaba por el lugar, registró la escena: el automóvil con los vidrios destrozados, el caos, el miedo de los transeúntes. Fueron las únicas imágenes del asalto, pues no había cámaras funcionando en esa zona específica de la Vía Expresa.
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El primer patrullero del Escuadrón de Emergencia apareció diez minutos después por la zona, pero ya los asesinos estaban lejos. Para entonces, el crimen ya era noticia. En la escena, los peritos de Criminalística recogieron 24 casquillos de bala. El automóvil quedó con los vidrios perforados y la sangre aún fresca. Eran la acción inmisericorde de los temibles “marcas”.
LA VÍA EXPRESA: UN PASEO A LA MUERTE
El asalto en la Vía Expresa no solo fue brutal, sino letal. Carlos Becerra recibió un disparo en el brazo que le atravesó el pecho, una herida que resultó mortal. Mientras tanto, el chofer del vehículo, Víctor Benavides salió ileso, pero Pedro Narciso Ramírez no corrió la misma suerte: fue herido por dos balazos, uno en el brazo y otro en el abdomen, él fue llevado a la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica Ricardo Palma.

El ataque de los malhechores dejó al menos diez impactos de bala en el vehículo. Según confirmaron fuentes policiales, Becerra murió en el trayecto a la clínica. La noticia de su muerte llegó a sus familiares a través de los medios de comunicación. El empresario fue enterrado el sábado 20 de febrero de 2016.
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Según las primeras pesquisas de la División de Robos de la Dirincri, al empresario Becerra lo venían siguiendo desde que salió del banco. Era un “blanco marcado”. “Estamos interrogando al chofer, que salió ileso. Pero todo es reservado”, dijo un oficial. El comandante Isaac Candia, jefe de la Unidad de Águilas Negras -los encargados de custodiar bancos-, reconoció lo evidente: el plan de seguridad para la Vía Expresa no se activó. “Debieron cerrarse los accesos para atrapar a los delincuentes. Nuestros hombres no estaban en el lugar correcto”, admitió.
Las investigaciones se centraron en un inicio en el sobreviviente, Víctor Benavides, un ex miembro de la Marina, de 51 años que, según la Policía, era el guardaespaldas de Becerra: Benavides conducía esa mañana el auto de la víctima, pero nunca disparó el arma que traía consigo, ni tampoco hizo con el auto ningún movimiento de escapatoria como quedó registrado en el video grabado por el reportero de TV Perú.

La Policía estaba en deuda con la víctima y sus familiares. Había fracasado su plan de cercar a los delincuentes en la propia Vía Expresa, y quizás por eso actuaron en las siguientes horas con más diligencia de lo acostumbrada. El domingo 21 de febrero, al día siguiente del entierro de la víctima, agentes de la Dirincri detuvieron en Lince a uno de los sospechosos del asalto. Iba a bordo de un auto sin mayor prisa, como si nadie estuviera tras sus pasos. Lo atraparon sin disparos ni persecución cinematográfica. Solo cayó.
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Según fuentes policiales, los responsables del golpe eran de Breña y estaban identificados, eran prontuariados. “Las armas usadas pertenecerían a Bhel Santillán Ríos, alias ‘Servando’, un marca con historial de fugas. Escapó del hospital Carrión en noviembre de 2015”, dijo un oficial. La banda -según esas fuentes- también estaba involucrada en el robo de 300 mil soles a una pareja de esposos, ocurrido hacía poco debajo el puente Villarán, en plena avenida Arequipa, en San Isidro. El patrón se repetía: motos, precisión, fuga limpia.
LA VÍA EXPRESA: CAPTURA DE UNO DE LOS SOSPECHOSOS DEL ASESINATO
El sujeto capturado en Lince se llamaba Luis Ortega Rodríguez, alias ‘Gordo Puy‘, de 34 años, un delincuente con antecedentes criminales de alto voltaje, que incluía asaltos en la misma modalidad del que fue víctima el cambista Carlos Becerra. Su fama empezó en el 2010 cuando fue detenido por un asalto similar: interceptaba en plena vía rápida y encañonaba. Lo soltaron, por supuesto. Y volvió a lo mismo.

En diciembre del 2015, Ortega había entrado en la lista de los más buscados, y ese domingo cayó y fue directamente acusado de participar en el asalto y asesinato del cambista en la Vía Expresa. Según las autoridades policiales, tras el crimen este delincuente se había escondido en una casa de La Molina. Lo hallaron con planos, mapas y cinco maletas.
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Ortega, por supuesto, negó su participación en el asalto. Camino a la Dirincri, ‘Gordo Puy’ dijo con calma: “No puedo ser yo, no estaba en el país en ese momento”. Curiosamente, en su ficha del Reniec figuraba una dirección en San Telmo, Buenos Aires, por lo que se le vinculó con mafias internacionales. La Policía estaba en un plan de buscar pruebas para inculpar a los sospechosos que tenía en sus manos.
Entonces, el 6 de marzo del 2016, El Comercio publicó una buena noticia del caso: a dos semanas de ese asalto en la Vía Expresa, la Dirincri había cerrado el círculo con Luis Ortega Rodríguez, alias ‘Gordo Puy‘, pues este fue claramente identificado como uno de los que disparó ese mañana de febrero contra Becerra.

¿Cómo lo supieron? Luis Ortega cayó por un tatuaje en el brazo izquierdo. Según el general José Lavalle, jefe de la Dirincri, la manga de la casaca se le subió en pleno asalto y el guante no alcanzó a cubrirlo. Lo demás lo hizo la cámara de Canal 7: el mismo diseño, en el mismo brazo. El cuerpo también habla.
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La Dirincri utilizó la superposición de imágenes del video del 19 de febrero de 2016 para identificar al atacante. Pero el tatuaje no fue ciertamente la única pista. Un peritaje somatológico permitió describir con precisión la contextura del involucrado, y este coincidía exactamente con la de delincuente Luis Ortega. La prueba de absorción atómica también lo incriminó: disparó antes de ser capturado el 21 de febrero en Lince.
Mientras tanto, los detectives ampliaron sus pesquisas y llegaron incluso a revisar las cámaras de seguridad del banco Interbank, y allí buscaron a una pareja que había ingresado minutos antes del asalto. Eran los otros sospechosos. Al ‘Gordo Puy’ lo esperaba una larga condena por robo agravado con muerte, tentativa de homicidio, asociación ilícita y tenencia ilegal de armas. El expediente era frondoso, y la evidencia empezaba a hacerlo también. Otros cómplices irían cayendo también en manos de la justicia.

OTROS CASOS DE ASALTOS VIOLENTOS EN LA VÍA EXPRESA
El 13 de mayo de 1993 marcó un antes y un después en la historia criminal de Lima. Ese día, la banda Los Destructores, liderada por personajes como Jorge Luis Loayza Ramírez, alias “Cholo Renca”, y Jacinto Aucayari Bellido, conocido como “Cholo Jacinto”, perpetró uno de los asaltos más violentos y recordados en la Vía Expresa: el robo a una camioneta blindada de caudales de la desaparecida empresa estatal Centromín. Se llevaron 140 mil soles, chalecos antibalas y armas de fuego de los propios miembros de seguridad del camión.
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Los delincuentes habían marcado a los empleados de Centromín, los cuales habían entrado al Banco Regional del Norte, en la cuada 3 de la calle Shell, en Miraflores, para retirar una fuerte suma de dinero. Esa vez, cuatro miembros de la banda irrumpieron con armas de largo alcance, fusiles AKM y ametralladoras G3, y protegidos con chalecos antibalas, en un operativo que parecía sacado de una película de acción, pero que en la realidad dejó un saldo sangriento.
El chofer del vehículo, que intentó resistir el asalto, fue acribillado a sangre fría, mientras los delincuentes se llevaban el botín sin imaginar que su ataque era captado por cámaras de vigilancia a distancia. Los sangrientos hechos ocurrieron en la Vía Expresa de la avenida Paseo de la República, cerca del puente Aramburú, en San Isidro. El golpe evidenció la brutalidad de la banda y la sofisticación con la que operaban en plena luz del día y en una de las arterias más transitadas de Lima.

Por otra parte, otros episodios conmocionaron a Lima, como el ocurrido el 8 de agosto de 2010, cuando los abuelos de Romina Cornejo, una niña de tres años, fueron asaltados en la Vía Expresa a la altura del puente Domingo Orué, en Surquillo. Romina, que quedó cuadripléjica a causa de la violencia del asalto, falleció seis años después, en febrero de 2016. Este caso movilizó a la Policía a reforzar la vigilancia en accesos clave de la Vía Expresa, en distritos como San Isidro, Miraflores y Surquillo, aunque estas medidas no se mantuvieron en el tiempo.
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Asimismo, unos meses antes del caso de Carlos Becerra en el puente Canadá (La Victoria) sucedió otro lamentable caso: el 21 de septiembre de 2015, tres delincuentes asaltaron a un motociclista y un cambista en la Vía Expresa de Javier Prado, en San Borja, revelando que la violencia y el delito en las principales vías de Lima continúan siendo un desafío para las autoridades.

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