"Vanya y Sonia y Masha y Spike": mira un adelanto de la obra
Enrique Planas

Admiro a David Carrillo. No conozco a otro hombre de teatro que, como él, haya sufrido un infarto a mitad de estreno y que el posoperatorio lo encuentre en el escenario. En efecto, eso sucedió con la reciente “Lo que nos faltaba”, una obra de su autoría sobre un director que deja la piel en un montaje por estrenar y que, al final, resultó premonitoria.   

Carrillo no conoce de descansos médicos, aunque ya se toma las cosas con más calma. La semana pasada estrenó “Vanya y Sonia y Masha y Spike”, obra de su autor fetiche, Christopher Durang.  Y, curiosamente, un autor que antes le exigía toda una serie de acrobacias técnicas, en su obra más reciente (ganadora del premio Tony en el 2013) le ha deparado solo sosiego al director.    

En efecto, hace cuatro años Carrillo pensó que había cerrado su ciclo con Durang tras el estreno de su obra “¿Qué tortura?”. Creía que ya era suficiente, que tras dirigir tres de sus obras más populares ya lo sabía todo de su mundo, sus ideas, su mordiente crítica a la sociedad. Hasta que el agente de Durang le envió su más reciente texto. Leyó con distancia las primeras páginas, pero el resto de un tirón. “Me encontré con un Durang distinto, más reflexivo y menos visceral. Y eso me cautivó enormemente”. 

Al cerrar el libreto se imaginó a Alberto Ísola como protagonista. Hacía tiempo, el actor le había propuesto que lo dirigiera en una comedia, como si fuera una deuda pendiente. Carrillo le escribió para preguntarle si había leído la última obra de Durang. “No, allí la tengo”, le dijo compartiendo el mismo cansancio previo por el autor estadounidense.

“Tienes que leerla”, le animó. La leyó, y le respondió: “Hay que hacerla”. 
Las agendas coincidieron y al resto de actores para el proyecto se los convocó rápidamente. “Salía de mi infarto y en el lapso de tres semanas conseguí al elenco, ¡fue muy fácil!”, cuenta Carrillo.  Así, Diana Quijano acababa de llegar de Miami y tenía ganas de trabajar en Lima. Natalia Torres estaba disponible y los más jóvenes respondieron de inmediato. 

Se trata de una obra que le hace bien al corazón del director. Contemplativa, lejos del vértigo teatral en el que estaba instalado. “Dirigir esta obra ha sido un proceso  muy placentero, cada uno de los actores ha tenido muy buena disposición, los ensayos han sido ordenados, no hubo ningún ‘corre corre’. Esta era la obra que me faltaba, que necesitaba. He vivido una tranquilidad del que viaja al campo”, comenta Carrillo.

VOLVER AL SIGLO XIX
Esta tranquilidad no es gratuita. En su obra más reciente, Durang escribe una historia a la manera de las obras del dramaturgo Antón Chéjov, conocido por un teatro que, lejos de un planteamiento aristotélico clásico, hace fluir acciones fortuitas y casuales, naturales y aparentemente anodinas, buscando crear la ilusión de cotidianidad. 
La comedia de Durang nos presenta a los hermanos Vanya y Sonia, quienes han pasado su vida atrapados en la cabaña familiar cuidando de sus enfermos padres. Mientras tanto, su engreída y egocéntrica hermana Masha, una estrella de cine en decadencia, tras viajar por el mundo llevando una vida glamorosa, decide regresar a la casa familiar, acompañada por Spike, su joven amante. Asimismo, Casandra, la encargada de la limpieza, tiene la capacidad de predecir un futuro poco promisorio para ellos. Finalmente, cuando Masha revele el motivo verdadero de su regreso, aflorarán resentimientos reprimidos por décadas en solo un fin de semana de fiestas  y romances. 

David Carrillo aún no ha sumado la dirección de un clásico a su currículum, pero Chéjov sería uno de los primeros en la lista. “Es un autor con mucho humor, pero nunca he visto un montaje de sus obras que recoja su mirada humorística. Es además sumamente crítico, pues sus personajes, generalmente aristócratas en decadencia, extrañan cosas que todavía tienen, se resignan en que tarde o temprano perderán lo que poseen. Es una nostalgia adelantada, una melancolía a priori”, comenta el director. 
Y entonces llega Durang con una obra que se acerca a las motivaciones de Chéjov, pero que en vez de aristócratas rusos describe una clase media estadounidense acostumbrada a no hacer nada, y que teme perder sus privilegios.  

¿Se trata de una parodia de Chéjov? Para Carrillo, se trata, más bien, de un cariñoso homenaje. “El mismo Durang lo dice en la presentación de su obra: ‘Esta no es una parodia, solo elegí elementos chejovianos y los puse en una licuadora’. En el fondo, ambos dramaturgos nos hablan de lo mismo: de una clase alta venida a menos, temerosa de los cambios que vendrán. Lo dice el propio Vania interpretado por Ísola: “No soy un conservador, pero he comenzado a extrañar el pasado y a preocuparme por el futuro”. Esa es la magia del teatro, hacer que el final del siglo XIX y los inicios del XXI se unan en la misma humana debilidad. 

MÁS INFORMACIÓN
Lugar: Teatro Larco, Av. Larco 1036, Miraflores. Temporada: De jueves a martes, 8 p.m. Entrada: 50 soles (general) y 30 soles (estudiantes). 

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